4 mar 2008

Astillero
Julio Hernández López
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La bravía Ruth Zavaleta se vuelve mansa cuando del tocador Mouriño se trata. Siempre dispuesta a opinar de temas polémicos, sobre todo si le permiten confrontar a sus presuntos compañeros de causa y dar parque mediático a quienes aparentemente son sus adversarios, la directiva de la mesa Presidente de la Cámara de Diputados ha preferido la graciosa huida sobre la apasionada entrega (adaptación para asuntos políticos de la definición del toreo que décadas atrás hizo el famoso cronista Pepe Alameda). “No juzgo”, dijo la creadora de fábulas de cantina, promotora de la participación abierta de religiosos en la política y anfitriona en San Lázaro de un sabidamente contaminante Juan Camilo Pemexiño que a principios de enero fue a ver a la señora Zavaleta para tocarle políticamente la pierna al proceso legislativo de reformas constitucionales privatizadoras de energéticos. La diputada otrora muy declarativa explicó que no es agente del Ministerio Público y que no le preocupa que la consideren “más azul que amarilla” (¿Ruth Azuleta?).

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