Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
13 de marzo de 2008
México: ¿adiós al PAIS?
Alguien tal vez lo ha soñado: una izquierda fuerte pero sensible a los nuevos tiempos; sólida, unida por sus principios y sin embargo diversa en su composición; abierta al diálogo, pero comprometida sin dobleces con el objetivo incontrovertible de la construcción de un país más justo. En pocas palabras, una izquierda agrupada en algo así como el Partido Auténtico de Izquierda Socialdemócrata. El PAIS.
Es probable que el sueño alguna vez se cumpla. Y que el PRD, PT y Convergencia se unan de a de veras. Aunque también es probable que eso no suceda nunca. Que la izquierda siga el camino fatal del desgarramiento interno como si esto fuera parte de una inevitable naturaleza congénita.
Pero más allá de destinos manifiestos, una parte sustancial de la izquierda se juega su futuro este fin de semana. Y lo digo así porque con todo y que el Partido de la Revolución Democrática es su más visible representación, la izquierda es mucho más que un partido.
Es una visión del país. Es una actitud ante la vida. Es la suma de muchos millones que en las urnas han expresado la incubada convicción colectiva de que la nación ya no resiste más remiendos oportunistas y requiere urgentemente cambios verdaderamente trascendentes: una amplia reforma del Estado que reequilibre las relaciones entre los tres poderes de la Unión y las entidades federativas y que —entre otras muchas cosas— le dé plena autonomía de gestión a Pemex y acabe con la convenenciera dependencia de la PGR del Ejecutivo; una revolución educativa que, tal como hicieron en el sudeste asiático, atienda todos los niveles desde la escuela elemental hasta los doctorados y se inscriba a plenitud en esta era del conocimiento; un nuevo modelo económico inserto necesariamente en las reglas del juego de la globalización pero con nuestras propias, audaces e imaginativas propuestas para reactivar el mercado interno, generar riqueza a partir de la pobreza y aprovechar nuestra ubicación estratégica de privilegio. Si pudieron Corea, Singapur, Malasia, China, Irlanda, Chile y la India, ¿por qué no nosotros? ¿Qué han hecho allá que no podamos hacer aquí? ¿Qué les sobra y que nos falta? Tal vez el valor histórico para cambiar el destino.
Algo que ya se vio que no harán ni el PRI ni el PAN, que en casi un siglo de sumada historia compartida no han dado muestras de querer escribir un nuevo capítulo. Y sí en cambio se han aferrado a un modelo de gobierno cortoplacista que todavía aguanta la miseria, en el que salvo algunos “grupitos aislados” no habrá levantamientos sociales, donde tenemos la bendición de una migración muy productiva y en el que todavía se pueden generar grandes fortunas a costa de privilegiar el capital y explotar el trabajo. La negación pues de un México más equitativo, más pacífico y más prometedor de cara a un futuro que ya está enfrente.
Pero mientas soñamos estos sueños guajiros, hete aquí que don Alejandro Encinas se enfrenta ferozmente a don Jesús Ortega por la dirigencia del PRD. Pero no crea usted que están confrontando modelos alternativos. Al igual que panistas y priístas ellos no hablan de estas cosas. Ahora la disputa es por la distribución mañosa de las boletas y otras trácalas y por las acusaciones cruzadas de colaboracionismo y radicalismo. Aunque lo que en el fondo subyace es otra vez el choque de trenes entre los liderazgos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, y que amenaza con descarrilar en un rompimiento de una vez y para siempre. Las tribus con pintura de guerra y atizándose a flechazos.
Con todo, tal vez no se produzca ningún colapso y aun herido y golpeado el PRD sobreviva de nuevo a una elección y siga como hasta ahora: erosionándose solito en las prácticas del poder; resignado a su suerte de tercero en discordia y aislado todavía más del resto mayoritario de mexicanos que cada día que sueñan, sueñan el cambio.
Mientras tanto, nuestro tiempo se agota e inexorablemente perdemos la oportunidad de reorientar el rumbo del país para superar los viejos y dolorosos rezagos. Y para enfrentar los nuevos desafíos de un destino que ya nos está alcanzando.
Pero, a poco no, eso del PAIS suena bonito.
Ricardo Rocha
13 de marzo de 2008
México: ¿adiós al PAIS?
Alguien tal vez lo ha soñado: una izquierda fuerte pero sensible a los nuevos tiempos; sólida, unida por sus principios y sin embargo diversa en su composición; abierta al diálogo, pero comprometida sin dobleces con el objetivo incontrovertible de la construcción de un país más justo. En pocas palabras, una izquierda agrupada en algo así como el Partido Auténtico de Izquierda Socialdemócrata. El PAIS.
Es probable que el sueño alguna vez se cumpla. Y que el PRD, PT y Convergencia se unan de a de veras. Aunque también es probable que eso no suceda nunca. Que la izquierda siga el camino fatal del desgarramiento interno como si esto fuera parte de una inevitable naturaleza congénita.
Pero más allá de destinos manifiestos, una parte sustancial de la izquierda se juega su futuro este fin de semana. Y lo digo así porque con todo y que el Partido de la Revolución Democrática es su más visible representación, la izquierda es mucho más que un partido.
Es una visión del país. Es una actitud ante la vida. Es la suma de muchos millones que en las urnas han expresado la incubada convicción colectiva de que la nación ya no resiste más remiendos oportunistas y requiere urgentemente cambios verdaderamente trascendentes: una amplia reforma del Estado que reequilibre las relaciones entre los tres poderes de la Unión y las entidades federativas y que —entre otras muchas cosas— le dé plena autonomía de gestión a Pemex y acabe con la convenenciera dependencia de la PGR del Ejecutivo; una revolución educativa que, tal como hicieron en el sudeste asiático, atienda todos los niveles desde la escuela elemental hasta los doctorados y se inscriba a plenitud en esta era del conocimiento; un nuevo modelo económico inserto necesariamente en las reglas del juego de la globalización pero con nuestras propias, audaces e imaginativas propuestas para reactivar el mercado interno, generar riqueza a partir de la pobreza y aprovechar nuestra ubicación estratégica de privilegio. Si pudieron Corea, Singapur, Malasia, China, Irlanda, Chile y la India, ¿por qué no nosotros? ¿Qué han hecho allá que no podamos hacer aquí? ¿Qué les sobra y que nos falta? Tal vez el valor histórico para cambiar el destino.
Algo que ya se vio que no harán ni el PRI ni el PAN, que en casi un siglo de sumada historia compartida no han dado muestras de querer escribir un nuevo capítulo. Y sí en cambio se han aferrado a un modelo de gobierno cortoplacista que todavía aguanta la miseria, en el que salvo algunos “grupitos aislados” no habrá levantamientos sociales, donde tenemos la bendición de una migración muy productiva y en el que todavía se pueden generar grandes fortunas a costa de privilegiar el capital y explotar el trabajo. La negación pues de un México más equitativo, más pacífico y más prometedor de cara a un futuro que ya está enfrente.
Pero mientas soñamos estos sueños guajiros, hete aquí que don Alejandro Encinas se enfrenta ferozmente a don Jesús Ortega por la dirigencia del PRD. Pero no crea usted que están confrontando modelos alternativos. Al igual que panistas y priístas ellos no hablan de estas cosas. Ahora la disputa es por la distribución mañosa de las boletas y otras trácalas y por las acusaciones cruzadas de colaboracionismo y radicalismo. Aunque lo que en el fondo subyace es otra vez el choque de trenes entre los liderazgos de Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, y que amenaza con descarrilar en un rompimiento de una vez y para siempre. Las tribus con pintura de guerra y atizándose a flechazos.
Con todo, tal vez no se produzca ningún colapso y aun herido y golpeado el PRD sobreviva de nuevo a una elección y siga como hasta ahora: erosionándose solito en las prácticas del poder; resignado a su suerte de tercero en discordia y aislado todavía más del resto mayoritario de mexicanos que cada día que sueñan, sueñan el cambio.
Mientras tanto, nuestro tiempo se agota e inexorablemente perdemos la oportunidad de reorientar el rumbo del país para superar los viejos y dolorosos rezagos. Y para enfrentar los nuevos desafíos de un destino que ya nos está alcanzando.
Pero, a poco no, eso del PAIS suena bonito.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario