Astillero
Julio Hernández López
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■ Ivancar, en quiebra
■ Campesinos se alzan en Bucareli
■ El fantasma de Juan Caído Mouriño
■ Alarmismo y desprestigios
Ya no hay secretario de Gobernación (pero puede seguir allí un buen rato más, en la silla desfondada, como una especie de autoatentado de su jefe, incluso sostenido por el priísmo, al que mucho conviene un Bucareli manejablemente abaratado). Herido políticamente de muerte por el expediente Ivancar, Juan Camilo Mouriño sólo está sirviendo para que grupos panistas y de otros partidos ajusten cuentas (la corriente silenciosamente contraria a Calderón y sus chicos íntimos niega apoyo al Favorito), vendan favores (los priístas, el de la complicidad taimada) y exhiban la vacuidad, frivolidad e inexperiencia de un gabinete “presidencial” de trágica risa loca.
Mouriño es una franquicia de fantasma a la que se le alzan de la mesa de presuntas negociaciones los representantes de organizaciones campesinas que no ven nada importante ni sugestivo en la alforja del supuesto conductor de la política interna del país (virtual vicepresidente en funciones, por ausencia viajera del ilegítimo titular que viaja por el extranjero en su condición de candil de la calle, como si la casa no estuviera a oscuras). Ni siquiera había necesidad de gastar una hora en forcejeos oratorios: el desgobierno federal presentó al frente campesino plural una alineación secretarial demeritada, con el rechazado Alberto Cárdenas Jiménez en condición de silencioso equino negro a la defensa, el pianista experto en telecomunicaciones, Javier Lozano, coopelando de secretario del Trabajo, y la herencia improductiva de Fox, llamada Eduardo Sojo, haciendo como que algo hace como encargado de “Economía”. ¡Uf!
Y lo peor de esa reunión: sin respuestas, propuestas, plan o alternativas. Simple verbo burocrático de pésima factura. Como si hubiera una conjura interna para exhibir aún más a Juan Caído Mouriño y ayudarle a políticamente bien morir. Mientras tanto, fuera de los salones alfombrados, maestros de Oaxaca presionan al fugaz secretario hispano-mexicano de Gobernación para que sea emitida la convocatoria para renovar el comité de la sección 22 del SNTE y que la emPeñada abuela del Nieto mexiquense, la profesora Gordillo, cancele sus pretensiones de trampear esos comicios internos. Y el experto en garantizar impunidad a funcionarios corruptos, Germán Camilo Mourtínez, trata de poner buena cara a los malos tiempos del equipo calderónico y hace esfuerzos patéticos por repartir culpas para distraer de lo hecho por Mouriño (ayer, entrevistado en televisión, habló en términos germánicos fascistoides: todo se debe, dijo, a que López Obrador lame sus heridas, que no ha podido sanar, a partir de “la derrota que los mexicanos les propinamos a él y a los perredistas” (Miguel A. Sotelo se pregunta de qué nacionalidad creerá que son los casi quince millones de personas que votaron por el tabasqueño). Por cierto, Daniel Hernández Flores recuerda que “si para lavar dinero existen los paraísos fiscales, para obtener facturas, títulos, cartillas, actas de nacimiento y nacionalidades varias, tenemos en territorio nacional las imprentas de la Plaza de Santo Domingo”. ¡Hostia!
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