Encinas: La derecha tiene mohína
alvaro delgado
México, D.F., 17 de marzo (apro).- El Partido de la Revolución Democrática (PRD) no resolvió este domingo 16 el severo problema interno que padece, y que es preciso analizar por separado por involucrar prácticas que comparte con el resto de las formaciones partidarias --incluyendo las de los exmísticos del voto--, pero los resultados de la elección representan un claro realineamiento político que desbarata no un proyecto de izquierda, sino de la derecha.
A reserva de confirmarse los márgenes de ventaja entre los contendientes por la presidencia y la secretaría general del PRD, así como la consolidación de las fuerzas en el Consejo Nacional y en las dirigencias en los estados donde se efectuaron también elecciones, la victoria de Alejandro Encinas implica --en lo interno-- la ratificación de la confianza de la militancia en Andrés Manuel López Obrador y la convalidación de la línea política que ese partido aprobó, en un Congreso, tras la elección de 2006.
Por supuesto, el triunfo de Encinas es el de López Obrador y la derrota no es sólo para Jesús Ortega y la corriente Nueva Izquierda --que, desde la burocracia, planeaba el control total de la franquicia--, sino también para Cuauhtémoc Cárdenas y sus posturas veleidosas respecto del partido que fundó y que lo hizo tres veces candidato presidencial, con votaciones menores --siempre-- al 20 por ciento.
A ese modesto potencial de votos obedecía y seguirán obedeciendo los encendidos elogios de la derecha a Cárdenas, quien muy difícilmente remontará sus propios rencores para reencontrarse con Encinas --secretario de Medio Ambiente en el primer gobierno perredista del Distrito Federal-- y seguirá pastoreando un sector que eventualmente decida irse del PRD.
Tras la derrota que jamás imaginaron sus dirigentes, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, la corriente Nueva izquierda podrá, también, padecer algunas bajas, sobre todo en el Distrito Federal: El Partido Acción Nacional (PAN), como parte de su estrategia para avanzar en este enclave perredista, presentará rostros de una muy peculiar “izquierda”.
Por lo demás, fieles a la estrategia que les ha sido exitosa desde la fundación del PRD, los “Chuchos” pactarán: Desde ahora no puede descartarse que la secretaría general, que le corresponde a Hortensia Aragón --compañera de fórmula de Encinas--, podría ser, ya no para Ortega, sino para quien aspiraba con él a ese cargo, Horacio Duarte, el competente representante ante el Instituto Federal Electoral (IFE).
Los “Chuchos” saben –sobre todo Ortega, quien ya ha descalificado los conteos rápidos-- que tienen ahora una responsabilidad fundamental: Acreditar que son, como oposición, un contrapeso y no comparsas del poder partidista y del gubernamental, particularmente el federal.
En lo externo, por otra parte, el triunfo de Encinas-López Obrador muestra con toda claridad la estrategia programática que se impuso y que arroja malas noticias para Felipe Calderón y la coalición de intereses que lo sostiene cada vez con menor entusiasmo, sobre todo después del escándalo de su amigo Juan Camilo Mouriño, habilitado como secretario de Gobernación, y el debilitamiento de la estrategia para privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex).
Y es que, después de casi dos años de las elecciones presidenciales, de un sistemático golpeteo desde el gobierno y de los sectores oficialistas --posesionados en la mayoría de los medios--, así como de reyertas internas y de múltiples errores propios, López Obrador concitó el respaldo a su estrategia que reivindica la condición espuria de Calderón, la defensa de los recursos energéticos del país, el repudio a “sus instituciones” y la necesidad de una auténtica transformación de la sociedad.
La línea política y programática respaldada por la militancia del PRD --condición que muchos ciudadanos adoptaron, a pesar de ese partido, para apoyar a López Obrador-- se traducirá sin duda en una opositora de mayor solidez ante el gobierno de Calderón, pero sobre todo con el objetivo de conquistar, en 2012, el poder de la República y desdeñar las migajas, la parcela plurinominal.
Este triunfo de López Obrador, que obviamente lo coloca con más nitidez en la línea de la candidatura presidencial --si bien el primer reto será la elección intermedia del próximo año--, ha sorprendido inclusive a la derecha y a su partido, cuyo presidente, Germán Martínez, hace apenas un par de semanas trataba de ocultar el tráfico de influencias de Mouriño con el enojo que le atribuía al perredista.
Esa ha sido y seguirá siendo la conducta de la derecha: Distraer con puntadas los asuntos fundamentales, privilegiar los chistoretes de Martínez ante la deshonestidad de Mouriño.
Y ahora, antes de comenzar su ofensiva, ya recibieron una respuesta: El coro de “voto por voto, casilla por casilla” que insólitamente reclama la derecha que apoya a Nueva Izquierda, ha sido aceptado por Encinas.
Desmemoriada, la derecha no recuerda que Encinas aceptó someterse a ese ejercicio y acató el resultado. Fue en el proceso electoral de 2000, cuando contendió por la delegación Alvaro Obregón y, aunque se impuso, la elección arrojó dudas.
Encinas aceptó el voto por voto exigido por su contendiente del PAN, Luis Eduardo Zuno Chavira, quien finalmente fue declarado ganador por el tribunal federal.
Con el paso del tiempo, Encinas llegó a jefe de gobierno del Distrito Federal y ahora presidirá a su partido, mientras que Zuno Chavira, amigo de Diego Fernández de Cevallos y socio de Carlos Ahumada, terminó en la cárcel...
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
alvaro delgado
México, D.F., 17 de marzo (apro).- El Partido de la Revolución Democrática (PRD) no resolvió este domingo 16 el severo problema interno que padece, y que es preciso analizar por separado por involucrar prácticas que comparte con el resto de las formaciones partidarias --incluyendo las de los exmísticos del voto--, pero los resultados de la elección representan un claro realineamiento político que desbarata no un proyecto de izquierda, sino de la derecha.
A reserva de confirmarse los márgenes de ventaja entre los contendientes por la presidencia y la secretaría general del PRD, así como la consolidación de las fuerzas en el Consejo Nacional y en las dirigencias en los estados donde se efectuaron también elecciones, la victoria de Alejandro Encinas implica --en lo interno-- la ratificación de la confianza de la militancia en Andrés Manuel López Obrador y la convalidación de la línea política que ese partido aprobó, en un Congreso, tras la elección de 2006.
Por supuesto, el triunfo de Encinas es el de López Obrador y la derrota no es sólo para Jesús Ortega y la corriente Nueva Izquierda --que, desde la burocracia, planeaba el control total de la franquicia--, sino también para Cuauhtémoc Cárdenas y sus posturas veleidosas respecto del partido que fundó y que lo hizo tres veces candidato presidencial, con votaciones menores --siempre-- al 20 por ciento.
A ese modesto potencial de votos obedecía y seguirán obedeciendo los encendidos elogios de la derecha a Cárdenas, quien muy difícilmente remontará sus propios rencores para reencontrarse con Encinas --secretario de Medio Ambiente en el primer gobierno perredista del Distrito Federal-- y seguirá pastoreando un sector que eventualmente decida irse del PRD.
Tras la derrota que jamás imaginaron sus dirigentes, Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete, la corriente Nueva izquierda podrá, también, padecer algunas bajas, sobre todo en el Distrito Federal: El Partido Acción Nacional (PAN), como parte de su estrategia para avanzar en este enclave perredista, presentará rostros de una muy peculiar “izquierda”.
Por lo demás, fieles a la estrategia que les ha sido exitosa desde la fundación del PRD, los “Chuchos” pactarán: Desde ahora no puede descartarse que la secretaría general, que le corresponde a Hortensia Aragón --compañera de fórmula de Encinas--, podría ser, ya no para Ortega, sino para quien aspiraba con él a ese cargo, Horacio Duarte, el competente representante ante el Instituto Federal Electoral (IFE).
Los “Chuchos” saben –sobre todo Ortega, quien ya ha descalificado los conteos rápidos-- que tienen ahora una responsabilidad fundamental: Acreditar que son, como oposición, un contrapeso y no comparsas del poder partidista y del gubernamental, particularmente el federal.
En lo externo, por otra parte, el triunfo de Encinas-López Obrador muestra con toda claridad la estrategia programática que se impuso y que arroja malas noticias para Felipe Calderón y la coalición de intereses que lo sostiene cada vez con menor entusiasmo, sobre todo después del escándalo de su amigo Juan Camilo Mouriño, habilitado como secretario de Gobernación, y el debilitamiento de la estrategia para privatizar Petróleos Mexicanos (Pemex).
Y es que, después de casi dos años de las elecciones presidenciales, de un sistemático golpeteo desde el gobierno y de los sectores oficialistas --posesionados en la mayoría de los medios--, así como de reyertas internas y de múltiples errores propios, López Obrador concitó el respaldo a su estrategia que reivindica la condición espuria de Calderón, la defensa de los recursos energéticos del país, el repudio a “sus instituciones” y la necesidad de una auténtica transformación de la sociedad.
La línea política y programática respaldada por la militancia del PRD --condición que muchos ciudadanos adoptaron, a pesar de ese partido, para apoyar a López Obrador-- se traducirá sin duda en una opositora de mayor solidez ante el gobierno de Calderón, pero sobre todo con el objetivo de conquistar, en 2012, el poder de la República y desdeñar las migajas, la parcela plurinominal.
Este triunfo de López Obrador, que obviamente lo coloca con más nitidez en la línea de la candidatura presidencial --si bien el primer reto será la elección intermedia del próximo año--, ha sorprendido inclusive a la derecha y a su partido, cuyo presidente, Germán Martínez, hace apenas un par de semanas trataba de ocultar el tráfico de influencias de Mouriño con el enojo que le atribuía al perredista.
Esa ha sido y seguirá siendo la conducta de la derecha: Distraer con puntadas los asuntos fundamentales, privilegiar los chistoretes de Martínez ante la deshonestidad de Mouriño.
Y ahora, antes de comenzar su ofensiva, ya recibieron una respuesta: El coro de “voto por voto, casilla por casilla” que insólitamente reclama la derecha que apoya a Nueva Izquierda, ha sido aceptado por Encinas.
Desmemoriada, la derecha no recuerda que Encinas aceptó someterse a ese ejercicio y acató el resultado. Fue en el proceso electoral de 2000, cuando contendió por la delegación Alvaro Obregón y, aunque se impuso, la elección arrojó dudas.
Encinas aceptó el voto por voto exigido por su contendiente del PAN, Luis Eduardo Zuno Chavira, quien finalmente fue declarado ganador por el tribunal federal.
Con el paso del tiempo, Encinas llegó a jefe de gobierno del Distrito Federal y ahora presidirá a su partido, mientras que Zuno Chavira, amigo de Diego Fernández de Cevallos y socio de Carlos Ahumada, terminó en la cárcel...
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