Astillero
Julio Hernández López
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
■ Contundente, legal e inobjetable
■ Ni Izquierda madruga para “convalidar”
■ Heroico, el perredismo de Ulises Ruiz
■ Silencio faccioso en caso de asesinados
Más que dar a conocer los resultados numéricos formales que le favorecieran, a la Ni Izquierda le pareció urgente, apenas habiendo cerrado la recepción de votos, instalar anoche la tesis de que el multilateralmente sucio proceso electoral del sol azteca había sido válido y legal (Graco Ramírez anunció ayer tal milagro de la misma manera que la madrugada del 7 de julio de 1988 el entonces presidente del PRI, Jorge de la Vega Domínguez, había dicho que Carlos Salinas de Gortari había obtenido “un triunfo contundente, legal e inobjetable”). La necesidad chuchista de una convalidación exprés a título propio es a la vez una confesión de que los comicios perredistas estuvieron cargados de ingredientes que los descalifican y eventualmente anulan. Apresurarse a dar por limpio este proceso electoral es una reacción provocada por el cúmulo de evidencias de manipulación y fraude que se dieron en el día específico de las votaciones y en las vísperas, subrayado gráficamente ese ambiente con la presentación de un paquete de boletas electorales supuestamente destinadas al uso especializado de los mapaches correspondientes al chuchismo.
Y por si fuera poco, y por si hiciera falta enfatizar el papel jugado por gobernadores de todos los partidos que apoyaron la causa contraria a la dupla López Obrador-Encinas (apoyada a su vez por el gobierno capitalino, con un Marcelo Ebrard que juega entre el apoyo a sus aliados actuales y la necesidad de desmarcarse para construir su imagen presidencial propia), el coordinador de la campaña pluripartidista de Jesús Ortega, el mencionado Graco, que en su momento fue beneficiario de un préstamo amistoso de Carlos Ahumada, puso de ejemplo del heroísmo desplegado en estos comicios por la mencionada Ni Izquierda a los perredistas de Oaxaca, entidad ésta donde el gobernador del estado, el muy repudiado Ulises Ruiz, controla abierta y groseramente el membrete del sol azteca, utilizándolo sin pudor como instrumento de división, mediatización y envilecimiento de movimientos sociales.
Dado que esta columna fue escrita antes de que los participantes fijaran su postura oficial (estaba convocada una conferencia de prensa a las 10 de la noche), sólo ha de asentarse aquí que, tal como se preveía, el proceso electoral perredista fue una demostración de las muchas deformaciones y perversiones que han convertido a la izquierda electoral en un ente alejado de los movimientos sociales y de las aspiraciones cívicas de muchos mexicanos que, constatando las vergonzosas prácticas de todas las corrientes perredistas, esperan la construcción de un nuevo mecanismo de participación política, ajeno al mercantilismo y el oportunismo actuales.
Las elecciones internas de ayer permitieron al chuchismo calderónico hacerse de una mayoría formal que no dará legitimidad ni respetabilidad al presunto mando partidista y, en la capital del país, el factor Marcelo impulsó el triunfo de Alejandra Barrales. Ya se verá el costo de las adulteraciones de ayer, tanto en eventuales fracturas como en el uso propagandístico que los adversarios del perredismo realizarán para demostrar que López Obrador y sus candidatos aliados “no saben respetar resultados”. Habrá, desde luego, largos lamentos falsos de quienes encomian la “modernidad” y la “civilidad” de una izquierda colaboracionista, porque triunfando ésta consideran mejor servidos los intereses del declinante gobierno formal felipista y de sus voraces patrocinadores convertidos ahora en celosos cobradores de favores.
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