3 abr 2008

Hugo Gutiérrez Vega

Pemex y un pensador de la derecha


En un excelente discurso, un notable pensador mexicano hizo la siguiente declaración: “Debemos defender a una industria petrolera mexicana sustraída al dominio privado, en cuyas manos, sobre todo siendo extranjeras, resulta peligrosa por la acumulación de poder que implica dentro de una economía tan débil como la nuestra”. El mismo pensador aseguraba que ése era “uno de los objetivos deseables, legítimos y necesarios para lograr una positiva elevación social de México”.

Pensarán mis lectores que el autor de estas frases fue un socialista radical o un colaborador del presidente Cárdenas. No es así: el autor de esas declaraciones patrióticas fue Efraín González Luna, candidato del PAN a la Presidencia de la República en 1952. González Luna fue, además, uno de los principales ideólogos del partido y uno de sus fundadores más conspicuos.

Han pasado los años y los daños, y ahora Acción Nacional se prepara para privatizar Pemex de una manera solapada y tramposa, pues, mientras habla con los monstruos del monopolio petrolero mundial y afirma que su proyecto se limita a contratar algunas prestaciones de servicios, con demagogia ilimitada asegura a la opinión pública que no se dará la privatización de la paraestatal que lleva sobre sus hombros casi todo el peso del gasto nacional.

Andrés Manuel López Obrador ha demostrado con gran claridad que nuestra empresa petrolera, con una buena administración y con capacidad de invertir sus propios recursos para mejorar sus instalaciones, construir refinerías y renovar su tecnología, es, por todos conceptos, autosuficiente y, mediante una serie de ajustes tributarios, seguirá siendo uno de los capítulos fundamentales de la zarandeada y maltrecha economía del país.

Todo indica que la tramposa iniciativa de reformas a las leyes reglamentarias de Pemex será apoyada por algunos legisladores del PRI. Otros han expresado ya su repudio a la intentona privatizadora. Por su parte, el PAN, encabezado por Creel, nos dice que se echará ese trompo a la uña y enfrentará el juicio de la historia (“El fallo tremendo de la historia”. Benito Juárez dixit). Por lo pronto, lo que está enfrentando es a la Constitución y al imperio de la ley, pues sin duda el senador neoliberal sabe que las leyes reglamentarias no pueden contradecir los principios consagrados en la Carta Magna.

La movilización ciudadana, encabezada por Andrés Manuel López Obrador, podrá, sin la menor duda, echar abajo los impulsos privatizadores que, rodeados por una jerigonza economicista, parecen ignorar cuáles son los sentimientos de la nación respecto de la propiedad de nuestros recursos naturales. Es necesario que acudamos en defensa de la integridad de la República. Las iniciativas panistas atentan contra ella al entregarnos, abierta o solapadamente, en las manos de las compañías que en 1938, en un acto patriótico notable, fueron expulsadas de un país al que habían explotado inmisericordemente por muchos años. Supongo que algunas de estas viejas “siete hermanas” se están ya relamiendo los belfos y frotando las manos ante su inminente retorno a los campos que expoliaron, vejaron y humillaron por varias décadas.

González Luna tenía muy claros los peligros de la privatización; sus torpes y corruptos sucesores ignoran su pensamiento y se entregan de nuevo en manos de las compañías extranjeras. Vale la pena recordar a este insigne pensador panista en estos momentos de riesgo para la soberanía nacional. Sabe el gobierno que la privatización no puede darse debido a la disposición constitucional, pero ya ha echado a andar sus trampas para asociarse en aventuras financieras con las empresas trasnacionales. La tecnología moderna está en el mercado y ahí puede adquirirse sin necesidad de asociarse con compañías extranjeras.

Estoy totalmente en contra de la privatización de Pemex, pero también me opongo a la continuidad de una administración panpriísta y, por ende, corrupta; de una paraestatal que no puede reinvertir sus recursos debido a las onerosas obligaciones tributarias y al hecho de que 40 centavos de cada peso del gasto público provienen de Pemex. Una nueva administración, eficiente y austera, permitirá que nuestro petróleo sirva a los intereses de nuestras depauperadas clases populares.

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