11 abr 2008

Qué feo huele… el petróleo (I)

Pablo Gòmez
Milenio

A pesar de que algunos no querían admitir la existencia de planes privatizadores del petróleo, especialmente quienes han convertido en deporte el ataque sistemático contra López Obrador (enfermedad ya vuelta crónica, quizás), allí está la tan anhelada iniciativa de reformas del ciudadano Calderón.

Contratos de servicios a precios “variables y determinables”. Esto quiere decir que una transnacional firma para hacer, digamos, 50 pozos en el Golfo de México, y se le paga sólo por los que resulten productivos pero no al precio de los servicios prestados sino según la calidad del yacimiento. Así, parte de la renta del pozo será apropiada por la compañía privada, lo cual está prohibido por la Constitución y, además, es un pésimo negocio.

Si esto no fuera suficiente, el proyecto de Calderón autoriza a Pemex a adjudicar contratos directamente, sin licitación, siempre que se trate de “innovaciones tecnológicas” que ya sabemos que es una manera de hablar de la exploración y explotación en aguas profundas.

Maquila de gasolina a cargo de transnacionales: Pemex entregaría crudo, la empresa privada lo refinaría y se lo devolvería a Pemex con las consecuentes ganancias. Si el gobierno quiere hacer contratos para refinar el petróleo de la nación, ¿por qué no contrata a Pemex, el cual ha producido gasolina durante setenta años? La increíble respuesta es que México no tiene dinero para invertir, pero Pemex tiene ganancias anuales brutas por más de 70 mil millones de dólares. El problema de la falta de dinero no es de Pemex sino del gobierno federal, el cual tiene gastos de operación por más de 40 mil millones de dólares al año y un déficit de 25 mil millones de dólares. Pemex paga ese gasto y ese déficit. En los últimos 30 años no se han construido nuevas refinerías en México, por lo que ahora hay prisa. Sin embargo, en lugar de usar los dólares del petróleo, según Calderón, hay que entregar las ganancias de la gasolina a las queridas transnacionales. Pero, además, según Calderón, México (país petrolero) dependerá de las refinerías extranjeras para siempre, es decir, al menos por lo que resta del siglo XXI. ¡Qué maravilla! (Aplausos transnacionales).

Los bonos “ciudadanos”. Emitir bonos cuya “contraprestación” —renta— ha de ser variable, “vinculada” al desempeño de Pemex —sus ganancias— quiere decir que las utilidades de Pemex se van a distribuir entre los poseedores de los bonos, como si fueran acciones, aunque sin derechos corporativos y sobre la propiedad. Esto está prohibido por la Constitución debido a que es un pésimo negocio, especialmente cuando el barril de crudo se encuentra en 90 dólares.

Este es el peor momento (todos son malos) para privatizar la industria petrolera, es decir, la parte nueva que se va a desarrollar a partir de ahora: gasolina, aguas profundas, ductos y almacenamiento. Hoy nadie hace eso en el mundo.

Hay más puntos demenciales en el proyecto de Calderón. No se pierda usted el próximo capítulo de la interesante serie: “Qué feo huele… el petróleo”.

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