24 abr 2008


Detrás de la Noticia
Ricardo Rocha
24 de abril de 2008


Las voces que rompieron el silencio


A quién le duele su muerte. Quiénes se condolerán con sus padres y sus hermanos. Quién de los hombres y mujeres del poder ha expresado algún sentimiento sincero de indignación por el crimen brutal de que fueron víctimas. Al fin que eran mujeres. Al fin que eran pobres. Al fin que eran indígenas. Al fin que eran revoltosas.

Así que no habrá ninguna reacción oficial condenando el asesinato. Ninguna escandalizada declaración como cuando el aviso de nacionalización de Cemex en Venezuela. Aquí se chilla por las tomas de las tribunas. Pero nunca por nuestros jóvenes muertos en el campamento de las FARC o por esta nueva ejecución en Oaxaca. Hay cosas que atentan contra la decencia. Y otras que pasan porque la gente se las busca.


Teresa Bautista y Felícitas Martínez tenían 24 y 20 años y un montón de sueños: transformar su pueblo en una comunidad progresista; acabar con las injusticias viejas y nuevas; defender los derechos de las mujeres y los pueblos indios; proteger a los suyos de los caciques y los políticos voraces. Y fue por eso que las mataron.


Teresa y Felícitas eran comunicadoras. Periodistas, pues. Pero no de las que quieren salir en la tele para que te conozcan en la calle o agarrar el micrófono porque es bien padre que te oiga mucha gente. Ellas más bien transmitían en triqui para la radio comunitaria de San Juan Copala: La voz que rompe el silencio. Un enmudecimiento de oprobio impuesto por los poderosos durante décadas. Al cual estas casi niñas tenían apenas tres meses de estarse enfrentando. De estarlo rompiendo. Por eso sus voces retumbaban claras y fuertes por cañadas y cerros de los que se cuelgan una veintena de pueblos y caseríos misérrimos en el nudo montañoso de la sierra mixteca: “Algunas personas piensan que somos muy jóvenes para saber... por eso les decimos que somos muy jóvenes para morir”, decía el spot que grabaron con música de fondo y todo para promover la estación. Igual andaban por las hondonadas y las montañas invitando a que las oyeran, ataviadas con sus huipiles de franjas anchas y rojísimas ahora agujereadas por las balas.


Las venadearon la noche del 7 de abril allá por Joya del Mamey, rumbo a Potla, con armas de alto poder AK-47. Feli y Tere murieron instantáneamente. Y casi tan rápido el gobierno oaxaqueño se apresuró a decir que fue por accidente. Que al que buscaban era al del coche, Faustino Vázquez, un oficial del registro civil quien resultó herido junto con su esposa y sus niños de dos y tres años. Nadie en Copala se traga ese cuento. Primero porque ya las habían amenazado por teléfono para intentar callarlas. Luego “porque aquí todos sabemos que los autores intelectuales son los líderes Heriberto Pazos, Marcelino Bautista y Rufino Merino, ex diputado, y los que jalaron el gatillo los hermanos Manuel y Carmelo Domínguez del pueblo de El Rastrojo y Paulo Guzmán de Paso del Águila”. “Es que en poquito tiempo se convirtieron en una amenaza para esos líderes corruptos y los caciques de por acá, por eso las ejecutaron”, dice el locutor Bernabé Cruz.


Tan es así, que el coordinador de la emisora, Jorge Albino Cruz, denuncia que el gobierno de Oaxaca amenazó de muerte a las familias de Teresa y Felícitas si andaban abriendo la boca y en cambio les ofreció dinero si se mantenían calladas: “Quieren que aquí se repita la historia de Zongolica, donde el gobierno y la Comisión Soberanes mataron de gastritis presidencial a Ernestina Ascensio”.




Aunque la verdad no hay mucho para dónde hacerse, los compañeros de La voz que rompe el silencio lo que están pidiendo es que la PGR y el gobierno federal atraigan el caso no sólo por las armas usadas, sino porque no le tienen ni tantita confianza al gobierno de Ulises Ruiz. El mismo que ya se tomó la foto con los deudos, haciendo como que los apoya, cuando lo que menos le interesa es que se sepa la verdad; sobre todo si consideramos que en los 20 años recientes nada más en esta zona de Oaxaca han sido asesinados casi 300 opositores a los gobiernos priístas.


Por lo pronto, las lágrimas se han quedado allá en Copala. Porque aquí en los altos círculos del poder no hay quien las llore. A pesar de la vergüenza de su asesinato y del dolor de los suyos. Con todo y el ejemplo gigantesco que Felícitas y Teresa nos han dado por atreverse a romper el silencio.



ddn_rocha@hotmail.com



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