Responsabilidad militar
jorge carrasco araizaga
Proceso
México, D.F. (apro).- En el Ejército mexicano han empezado también las justificaciones.
Así como su comandante en jefe, Felipe Calderón, dice que la violencia sin límites desatada por el narcotráfico en diferentes partes del país es resultado de las acciones policíaco-militares de su gobierno, el Ejército ha soltado la especie de que en el último año del gobierno de Vicente Fox se dejó libre el camino a los narcotraficantes.
La razón, dice esa versión difundida por algunos militares de alto rango, es que Fox desmovilizó al Ejército en la persecución de narcotraficantes y lo mantuvo concentrado ante la eventualidad de desórdenes políticos en caso de que se le diera el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.
El señalamiento es grave por donde se le vea. Si en efecto Fox hizo tal movimiento habría una doble responsabilidad:
La primera, la de haber renunciado a su obligación de enfrentar una de las principales amenazas a la seguridad nacional, despejando el camino a los cárteles de la droga.
Para ello, ningún pretexto habría sido necesario. Basta recordar la libertad con la que se movió Joaquín El Chapo Guzmán desde que se escapó de una cárcel de “alta seguridad” al principio del sexenio foxista.
La segunda responsabilidad de la que se estaría hablando es la de utilizar al Ejército para un propósito meramente político: el de reprimir protestas sociales.
Pero aquí hay una agravante más, la de desconocer por la fuerza los resultados de una elección presidencial.
Como si el Ejército no hubiera aprendido la lección de los efectos perniciosos que tuvo en su interior y en la sociedad el papel de represor de los movimientos sociales que protagonizó en la segunda mitad del siglo pasado, el entonces comandante en jefe habría dispuesto de él para sus propósitos políticos, tal y como ocurrió en el régimen del PRI.
No se llegó a tal extremo porque para imponer a su candidato, Felipe Calderón, Fox se valió de cuantos recursos, oficiales y oficiosos, tuvo a su alcance.
La versión militar sorprende no por falta de verosimilitud, sino porque el entonces secretario de la Defensa Nacional, Gerardo Clemente Vega García, públicamente se negó a la utilización del Ejército para propósitos políticos personales.
De distintas maneras y en distintos momentos se lo dijo a Fox. La última vez, durante el conflicto en Oaxaca en el 2006, justamente en el periodo al que se refiere la especie.
De no ser cierta, la versión militar no deja de revelar un grave problema. Si lo que se busca es echar culpas a los otros, tal y como lo hizo Calderón en su contraproducente –por autoritario– discurso del “ya basta”, el Ejército caería en una evidente incongruencia.
Involucrado de manera creciente desde hace décadas en el combate al narcotráfico, el Ejército ha desarrollado y concentrado tal cantidad de información que difícilmente podría estar completamente ajeno al seguimiento y persecución de los cárteles de la droga por más que recibiera una orden de su comandante en jefe.
Si hay una institución que conoce cómo se ha desarrollado el narcotráfico y quiénes han facilitado su señorío en México es el Ejército. Más aún, muy lamentablemente, algunos de sus elementos –desde generales hasta soldados– han contribuido a ello.
El Ejército mexicano no puede ni debe llamarse a engaño. Sabe, como muchos de quienes conviven directamente con la realidad del narcotráfico, que la violencia no es producto del “éxito” de este gobierno en esta batalla, sino de verdaderas purgas al interior de las organizaciones delictivas para el control de un negocio imposible de desaparecer.
De otra manera no se explican las ejecuciones, “levantones” y atentados contra estaciones policiales en las narices de los militares, si es que se sigue la lógica mediática de los operativos federales y reuniones itinerantes del Consejo de Seguridad Nacional.
Colocarse en la sintonía de Calderón de que son otros los que han fallado en nada beneficia al Ejército. En algunos años, Calderón saldrá de Los Pinos, pero el Ejército permanecerá más allá del talante autoritario de su actual comandante en jefe.
A pesar de haber sido erigidos por Calderón como su principal aliado, los militares –menos que nadie– están para repartir culpas.(16 de mayo de 2008)
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