Los “neocons” o la involución del PAN
Jorge Zepeda Patterson
25 de mayo de 2008
Los “neocons” o la involución del PAN
Winston Churchill solía decir que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”. Luego de conocer las declaraciones y los hechos de Emilio González Márquez, gobernador en Jalisco, tendríamos que coincidir con el político inglés: la democracia nos sigue debiendo.
Esto no es privativo de Jalisco. El caso de George Bush revela que incluso en sociedades con “democracia” madura no hay antídotos contra los necios o los imbéciles (escoja usted el adjetivo). Vicente Fox sigue siendo carismático para muchos mexicanos, pero es evidente que resultó ser mejor candidato que presidente, por decir lo menos.
A las lacras que el PRI solía (y suele) imponernos, ahora se añaden estos personajes anecdóticos y dicharacheros, magos de un aparente sentido común, que al llegar al poder se convierten en una mala broma que durará seis años. Los hay de todos los signos (basta ver los desfiguros del priísta Humberto Moreira en Coahuila), pero en esta ocasión quisiera dejar a un lado a los Ulises Ruiz y Mario Marín, y centrarme en los gobernadores conservadores de nuevo cuño, que tampoco cantan mal las rancheras.
Se trata de “no políticos”, algunos de ellos carismáticos, casi siempre empresarios, muy cercanos a la Iglesia. Les distingue la absoluta convicción de que están reorientando a su comunidad descarriada por el camino correcto. Aunque todavía no entiendo cómo puede conciliar González Márquez el hecho de convocar los miércoles a lecturas de la Biblia en Casa Jalisco y, por otro lado, defender a rajatabla a su procurador responsable de presidir fiestas de pederastas. Estos nuevos funcionarios son católicos antes que panistas, y redentores antes que políticos. Como dijo alguno de ellos, “entre la verdad y mi obispo, me quedo con mi obispo”. De allí el problema. Están convencidos de que lo que es bueno para ellos es lo mejor para todos, sin importar nuestra opinión.
El arribo de gobernadores de este tipo en Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes confirma lo arraigado de esta corriente en las antiguas zonas cristeras y las maneras que se han dado para entrar al poder desde arriba.
La emergencia de este conservadurismo incorporado a la política, empata con el movimiento de los neoconservadores (“neocons”) en Estados Unidos durante los últimos 20 años. Les distingue su crítica a toda forma de intervencionismo estatal, su apego a los valores cristianos, su desafecto a toda expresión procedente de la sociedad que no tenga su origen en la familia, su desconfianza a lo intelectual, a lo desconocido o a lo diferente. Grosso modo, el surgimiento de este conservadurismo “de la esfera privada” es resultado del descrédito universal del Estado asistencial y, por ende, de las estructuras políticas tradicionales (partidos, sindicatos, clase política profesional). Con variantes imposibles de abordar en este espacio, el resurgimiento político de la militancia religiosa en Oriente Medio y Lejano remite a un fenómeno similar.
A estas influencias generales se añaden en nuestro país factores específicos. El asesinato del cardenal Posadas en 1993 en Guadalajara, fue un punto de inflexión decisivo. Por un lado, ofreció a algunos dirigentes de grupos para religiosos la oportunidad de saltar a la política y hacer carrera a partir de la bandera que representó la denuncia e indignación que dejó la muerte del prelado. Por otro, provocó en muchos católicos la sensación de que la Iglesia estaba siendo agredida y, por ende, impulsó la necesidad de salir a la escena pública para defenderla.
Recordemos que un año antes del asesinato del cardenal, Guadalajara había sufrido la peor tragedia en sus casi 500 años de historia con la explosión de los colectores. El movimiento y “las sensaciones” sociales que desencadenó la posición del gobierno federal de no aceptar la obvia responsabilidad de Pemex, fue inicialmente de carácter pluriclasista y muy popular, similar al que surgió luego del sismo de 1985 en la ciudad de México. Pero el asesinato de Posadas un año después, fusionó toda esta inconformidad en un resentimiento contra el gobierno y el PRI que la nueva derecha fue capaz de aprovechar en su beneficio.
Dos años más tarde, en 1995, un personaje desconocido, Alberto Cárdenas Jiménez, de Ciudad Guzmán, arrebató sorpresivamente la candidatura interna para gobernador al dirigente tradicional del PAN, Gabriel Jiménez Remus, y barrió en las elecciones estatales. Los neocons habían nacido. En beneficio de Bebeto Cárdenas habría que decir que pese a su conservadurismo religioso, este primer gobernador se caracterizó por su buen talante y por un gabinete relativamente heterogéneo, aunque con muestras inequívocas de militar en un nuevo panismo: empresarios conservadores vinculados al clero, desconfianza a la política, vínculos institucionales y reiterativos con la Iglesia.
Dos sexenios más después, los neocons han involucionado hasta llegar a Emilio González, pasando por Francisco Ramírez Acuña. Con la soberbia moral del que se sabe que va a ir al cielo porque tiene contento a su cardenal y la creencia de que la única aprobación social que sirve es la que emana de Televisa, Emilio González se ha convertido en la peor versión de este panismo chato e ignorante, que traiciona el humanismo y la cultura que caracterizó a los fundadores de ese partido.
Hace una semana señalé que algo en nuestra democracia está podrido cuando hemos comenzado a aplaudir la llegada de un retén militar a nuestra ciudad. Añadiría: algo se apesta cuando los ciudadanos estamos eligiendo a gobernadores que, literalmente nos están mandado “a la ching…”
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo
Jorge Zepeda Patterson
25 de mayo de 2008
Los “neocons” o la involución del PAN
Winston Churchill solía decir que “la democracia es el peor sistema de gobierno diseñado por el hombre, con excepción de todos los demás”. Luego de conocer las declaraciones y los hechos de Emilio González Márquez, gobernador en Jalisco, tendríamos que coincidir con el político inglés: la democracia nos sigue debiendo.
Esto no es privativo de Jalisco. El caso de George Bush revela que incluso en sociedades con “democracia” madura no hay antídotos contra los necios o los imbéciles (escoja usted el adjetivo). Vicente Fox sigue siendo carismático para muchos mexicanos, pero es evidente que resultó ser mejor candidato que presidente, por decir lo menos.
A las lacras que el PRI solía (y suele) imponernos, ahora se añaden estos personajes anecdóticos y dicharacheros, magos de un aparente sentido común, que al llegar al poder se convierten en una mala broma que durará seis años. Los hay de todos los signos (basta ver los desfiguros del priísta Humberto Moreira en Coahuila), pero en esta ocasión quisiera dejar a un lado a los Ulises Ruiz y Mario Marín, y centrarme en los gobernadores conservadores de nuevo cuño, que tampoco cantan mal las rancheras.
Se trata de “no políticos”, algunos de ellos carismáticos, casi siempre empresarios, muy cercanos a la Iglesia. Les distingue la absoluta convicción de que están reorientando a su comunidad descarriada por el camino correcto. Aunque todavía no entiendo cómo puede conciliar González Márquez el hecho de convocar los miércoles a lecturas de la Biblia en Casa Jalisco y, por otro lado, defender a rajatabla a su procurador responsable de presidir fiestas de pederastas. Estos nuevos funcionarios son católicos antes que panistas, y redentores antes que políticos. Como dijo alguno de ellos, “entre la verdad y mi obispo, me quedo con mi obispo”. De allí el problema. Están convencidos de que lo que es bueno para ellos es lo mejor para todos, sin importar nuestra opinión.
El arribo de gobernadores de este tipo en Jalisco, Guanajuato, Querétaro y Aguascalientes confirma lo arraigado de esta corriente en las antiguas zonas cristeras y las maneras que se han dado para entrar al poder desde arriba.
La emergencia de este conservadurismo incorporado a la política, empata con el movimiento de los neoconservadores (“neocons”) en Estados Unidos durante los últimos 20 años. Les distingue su crítica a toda forma de intervencionismo estatal, su apego a los valores cristianos, su desafecto a toda expresión procedente de la sociedad que no tenga su origen en la familia, su desconfianza a lo intelectual, a lo desconocido o a lo diferente. Grosso modo, el surgimiento de este conservadurismo “de la esfera privada” es resultado del descrédito universal del Estado asistencial y, por ende, de las estructuras políticas tradicionales (partidos, sindicatos, clase política profesional). Con variantes imposibles de abordar en este espacio, el resurgimiento político de la militancia religiosa en Oriente Medio y Lejano remite a un fenómeno similar.
A estas influencias generales se añaden en nuestro país factores específicos. El asesinato del cardenal Posadas en 1993 en Guadalajara, fue un punto de inflexión decisivo. Por un lado, ofreció a algunos dirigentes de grupos para religiosos la oportunidad de saltar a la política y hacer carrera a partir de la bandera que representó la denuncia e indignación que dejó la muerte del prelado. Por otro, provocó en muchos católicos la sensación de que la Iglesia estaba siendo agredida y, por ende, impulsó la necesidad de salir a la escena pública para defenderla.
Recordemos que un año antes del asesinato del cardenal, Guadalajara había sufrido la peor tragedia en sus casi 500 años de historia con la explosión de los colectores. El movimiento y “las sensaciones” sociales que desencadenó la posición del gobierno federal de no aceptar la obvia responsabilidad de Pemex, fue inicialmente de carácter pluriclasista y muy popular, similar al que surgió luego del sismo de 1985 en la ciudad de México. Pero el asesinato de Posadas un año después, fusionó toda esta inconformidad en un resentimiento contra el gobierno y el PRI que la nueva derecha fue capaz de aprovechar en su beneficio.
Dos años más tarde, en 1995, un personaje desconocido, Alberto Cárdenas Jiménez, de Ciudad Guzmán, arrebató sorpresivamente la candidatura interna para gobernador al dirigente tradicional del PAN, Gabriel Jiménez Remus, y barrió en las elecciones estatales. Los neocons habían nacido. En beneficio de Bebeto Cárdenas habría que decir que pese a su conservadurismo religioso, este primer gobernador se caracterizó por su buen talante y por un gabinete relativamente heterogéneo, aunque con muestras inequívocas de militar en un nuevo panismo: empresarios conservadores vinculados al clero, desconfianza a la política, vínculos institucionales y reiterativos con la Iglesia.
Dos sexenios más después, los neocons han involucionado hasta llegar a Emilio González, pasando por Francisco Ramírez Acuña. Con la soberbia moral del que se sabe que va a ir al cielo porque tiene contento a su cardenal y la creencia de que la única aprobación social que sirve es la que emana de Televisa, Emilio González se ha convertido en la peor versión de este panismo chato e ignorante, que traiciona el humanismo y la cultura que caracterizó a los fundadores de ese partido.
Hace una semana señalé que algo en nuestra democracia está podrido cuando hemos comenzado a aplaudir la llegada de un retén militar a nuestra ciudad. Añadiría: algo se apesta cuando los ciudadanos estamos eligiendo a gobernadores que, literalmente nos están mandado “a la ching…”
www.jorgezepeda.net
Economista y sociólogo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario