23 ago 2007


Detrás de la Noticia

Ricardo Rocha 23 de agosto de 2007


De huracanes


Son crónicas de desastres anunciados. Que se repiten cíclicamente año con año. Entre el hartazgo y la vergüenza: porque las imágenes y las palabras parecieran ser siempre las mismas; porque a todos nos debería avergonzar que todo siga exactamente igual. Si no fuera porque se trata de algo tan dramático, algún chistoso podría jugar a usar las mismas notas, idénticas tomas e iguales sonidos y fecharlos indiscriminadamente.

Tampoco los rituales cambian: medio gabinete de viaje a la zona de desastre —antes de que llegue el desastre, por supuesto— nada más para la foto. Y los mismos alardes de siempre: “estamos preparados para cualquier contingencia”; “se ha trabajado arduamente para enfrentar la emergencia”; “México, más unido que nunca”. Ahora, por ejemplo, qué bueno que Felipe Calderón —aunque fuese como parte de su estrategia de legitimación— adelantó su regreso y fue personalmente a Chetumal.

Y qué bueno también que haya ofrecido toda la ayuda y apoyo del gobierno federal. Pero qué malo que expresara lo mismo de siempre: que el huracán —ahora Dean— golpeó principalmente a las zonas indígenas más pobres de Quintana Roo, Campeche y Yucatán. Algo que hemos oído decir tal cual a todos los presidentes anteriores a él en situaciones idénticas, como si se tratase de algo perfectamente natural. A ver, ofrece todo el apoyo de su gobierno para la reconstrucción. Pero y luego qué. ¿A esperar la temporada de huracanes del próximo año y repetir cuadro por cuadro la misma película de siempre?

Sólo hay una vía para evitar la pesadilla. No se trata de conmoverse o condolerse por el sufrimiento de los más pobres. El propósito debe ser que en este país haya menos pobres. De evitar que cada año sean arrasados por huracanes Gilberto, Roxana, Iris, Emily, Wilma o como se llamen.

Siempre he dicho que Paulina no fue la misma en La Costera que en los cerros de Renacimiento en Acapulco. Lo que abajo fueron encharcamientos, molestias y vidrios rotos, arriba se hizo muertos, dolor y lágrimas. Allá por 2002 entrevisté a Vicente Fox en el avión presidencial de regreso del recuento de daños de Isidore en Yucatán. Le pregunté si la visión de tanta miseria atropellada por los vientos no lo llevaba a reflexionar sobre la necesidad de un cambio o por lo menos un ajuste, un apretón de tuercas al modelo de país; si no debiéramos atender a las propuestas de Amartya Sen o Hernando de Soto de buscar alternativas —cooperativas, microcréditos y talleres comunitarios— para generar riqueza a partir de la pobreza y combatir no sólo las manifestaciones sino las causas estructurales de la miseria.

Se contrarió: me dijo que todos esos eran cuentos chinos; que la única forma de superar la pobreza era primero generar riqueza como en una gran olla y luego repartir la que vaya escurriendo entre los pobres. Espero que Calderón no piense lo mismo.

En cambio, recuerdo hace no mucho un reportaje en las zo-nas más atrasadas de Quintana Roo. Ahí precisamente donde este Dean pegó primero. En el municipio de Felipe Carrillo Puerto. Vi ahí una de las obras más bellas que he mirado en los últimos tiempos. Se trata de una gran empresa comunitaria llamada Hidrophonia Maya: seis u ocho grandes nave-invernaderos de unos 20 mil metros cuadrados cada una, donde la técnica holandesa, las tecnologías más sofisticadas y una mano de obra extremadamente hábil y eficiente producen —entre otras legumbres— chiles habaneros gigantescos y pepinos tan perfectos que parecen de cera; todo para la exportación y en beneficio de 6 mil familias de la zona que obtienen un ingreso más que digno por su trabajo.

“Es nuestra mejor defensa contra los huracanes”, me dijo el gobernador Félix González Canto. Ante mi desconcierto inicial me explicó que ahora todos los trabajadores de Hidrophonia Maya tienen casas a las que los huracanes ya no tumban. Y creo que tiene razón.

El único remedio permanente ante esta tragedia cíclica y vergonzante es disminuir el número de pobres en este país. Por eso, a sabiendas de que Dean fue benigno con los humanos, por lo primero que pregunté fue por Hidrophonia Maya. Que los daños fueron menores, me informaron. Lo que, en medio de la tragedia, la verdad es que me dio mucho gusto.

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