1 jun 2008

A la mitad del foro
León García Soler


La impotencia de la discordia


En tierra de zurdos, donde la derecha propone rebasar por la izquierda, no debió sorprender que el presidente Felipe Calderón recuperara la parábola de la alberca y el trampolín; con el recuento de muertos y la resistencia violenta de los malévolos como fondo y ante gobernadores de la frontera: ustedes ponen los consumidores y nosotros los muertos. Entre la bruma de la democracia sin adjetivos, Arnold Schwarzenegger daría respuesta formal y al otro día la aclaración inmediata del procónsul Garza: ya no, ahora compartimos el consumo.

Ni modo. La mano invisible del mercado ayudó a la mano dura de la geopolítica y los narcos de acá de este lado empezaron a recibir parte del pago en especie. Y a crear clientela. La mercadotecnia con el respaldo de los cuernos de chivo y la siembra de cadáveres en el territorio mexicano, que fuera paso para la cocaína del sur y anfetaminas para los consumidores de allá. De todas maneras, acá seguimos poniendo los muertos. Y la otra mejilla. Buena voluntad discursiva para acordar el Plan Mérida y luego se sorprenden de que el Capitolio ponga condiciones a la entrega del dinero no pedido al generoso George W. Bush. Entre otras que se respeten los derechos humanos y discreción en los usos y costumbres de la corrupción endémica. Nos ofendimos. Y para colmo los dólares en cuestión no alcanzan ni para enterrar los muertos.

Cabalgan los jinetes del Apocalipsis. Pero en la ética de mercaderes hay distintas pesas y medidas. Liébano Sáenz reivindica la ortodoxia zedillista y, desoyendo las duras condenas del autor Carlos Salinas, aconseja cómo enfrentar “un escenario económico adverso”. Frente a la recesión galopante del norte y la patética parálisis nuestra, dice, “empieza a adquirir magnitud la vulnerabilidad del país, de sus instituciones y la disfuncionalidad de las actitudes de su clase política”. El doctorcito se levantó de la lona “para enfrentar la crisis financiera y logró recuperar el crecimiento, lo que permitió un aumento ininterrumpido de más 5 por ciento del PIB durante un lustro”. La discreción le impide añadir que para corregir el error de diciembre pignoró la renta petrolera de la que tanto se habla en estos días.

Acierta Liébano Sáenz en señalar la disfuncionalidad de las actitudes y valores de (nuestra) clase política. Pablo Gómez tuvo que vestir toga de Catón para reprender a los panistas que insultan a los convocados al debate y acaban por dejar a Marcelo Ebrard dueño del espectáculo mediático. Entre otras cosas, señalaron el fierro del PRI marcado a fuego en la frente del hoy jefe de Gobierno del Distrito Federal que milita en el PRD y suple a Bejarano como operador político de Andrés Manuel López Obrador, según dice Carlos Salinas, entre otros “elogios” al prematuro aspirante a candidato presidencial. Lo del PRI dio lugar a notable y sorprendente acto de reconocimiento a cargo de Fidel Herrera Beltrán: fuimos correligionarios; no hay prueba alguna de que Ebrard se avergüence de su paso por el PRI.

Cerca pero ya no bajo la sombra de Manuel Camacho, Ebrard anuncia en el Senado que procederá a relizar una consulta popular, que si estuviere incapacitado el Instituto Electoral del Distrito Federal siempre habrá cómo armar las preguntas y calificar las respuestas del pueblo. Dice contar ya con el concurso de “otros gobernadores”. Él no lo es. Pero estos son tiempos de ejercer facultades en espacios de poder real. La propuesta de Fidel Herrera es la de quien sabe que la política es arte de lo real y lo posible, que al llenar un vacío el poder ha de ejercerse con firmeza o cederlo a la pluralidad disfuncional. Eugenio Hernández, gobernador de Tamaulipas, reclamó su parte de los veneros que nos escrituró el diablo. En Tabasco, el gobernador Andrés Granier pide una refinería. Y en Campeche, Jorge Carlos Hurtado lamenta no tener “los conocimientos ni la preparación ni el recurso para eso.”

Bajo la divisa romana de “la frugalidad es un gran ingreso”, Agustín Carstens hace las cuentas del Gran Capitán. Exportamos a un precio de más de 100 dólares millones de barriles de crudo, pero bajó la producción en 300 mil barriles; subió el precio de la gasolina y el gas en Estados Unidos, mientras el dólar perdía valor: no hay excedentes que repartir. Los gritos de la llorona se oyeron en todo el país: coro para la importación de alimentos, de maíz blanco y amarillo, de trigo, de arroz, de soya, lácteos, carne, verduras, frutas, pescados y mariscos, frescos y enlatados: libres de aranceles. Y para que el debutante señor Cordero cumpla el deber cristiano de la caridad: 120 pesotes adicionales para los pobres muy pobres que ya recibían lo suyo.

Un peso diario para cada integrante de una familia de cuatro. Nada teman: Alberto Cárdenas Jiménez, secretario de Agricultura, garantiza que habrá suficientes alimentos que importar, libres de todo gravamen. ¡No faltaba más! Aunque padezca el erario, ya encontrará su paisano, el gobernador Emilio González Márquez, la forma de aportar los millones que necesite el cardenal Sandoval para erigir su templo-monumento a los mártires de la cristiada. De todas maneras, con el desmantelamiento de las instituciones del malhadado estatismo, México ya importaba 70 por ciento del arroz, 90 por ciento de la soya, 35 por ciento del maíz y más de la mitad del trigo que consumimos.

Pero en este santuario del neoconservadurismo, plaza fundamentalista de la clerigalla en combate contra el herético laicismo, se oyen quejas empresariales y abundan escribanos que expresan su dolor porque Calderón cedió a la tentación populista y pone obstáculos a las fuerzas sacrosantas del mercado. Para colmo, es zurdo el que despacha en Los Pinos.

Reflejo de la hora: mientras maestros y activistas de la APPO cierran escuelas y comercios, bloquean aeropuertos, carreteras y plantas de Pemex, los medios reproducen fotografías del gobernador Ulises Ruiz y Alonso Lujambio, comisionado presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información, firmando un convenio de colaboración que pondría a Oaxaca “a la vanguardia” en rendición de cuentas y derecho al acceso a la información. Y resulta que ambos son zurdos.

En estas horas sombrías de poner los muertos y contarlos; de no obtener “excedentes” a pesar de vender a más de 100 dólares cada barril de crudo que nos cuesta siete dólares producir; padecer la recesión del imperio vecino y ver llegar la hambruna con resignación cristiana, sin barbechar y sembrar la tierra para cosechar algo más que la amarga limosna de la caridad, los jóvenes turcos de Felipillo santo reinician la cruzada contra el sindicalismo. Pero el ejemplo de los mineros y la ostentosa disfuncionalidad de Joaquín Gamboa Pascoe, obligaron a Carlos Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo y Juan S. Millán a publicar un manifiesto que convoca a la unidad sindical, a una organización con fuerza para el cambio.

Las inclinaciones de la izquierda a su conversión en movimiento; la tensión entre la dura sobriedad de Cuauhtémoc Cárdenas y el enigmático escapismo de López Obrador; los fantasmas del autoritarismo al que había que sacar de Los Pinos aunque se diera paso franco a la derecha extrema, podrían hacerla tropezar con la misma piedra.

Si los ves de lejos y vienen juntos: son perros o son coyotes, dicen en Sinaloa. Los del sol redondo y colorado cantan el Socavón: “... lo que es seguro es que almuerza en la casa del patrón.”

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