13 jun 2008

Astillero
Julio Hernández López
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■ Muletazos madrileños

■ Faena de distracción

■ La plaza de Las Ventas


El vendedor políticamente más pequeño del mundo le pegó ayer desde Madrid una magnificada faena de distracción al desde siempre muerto debate senatorial sobre el futuro petrolero. Los pases de artificio hicieron embestir a los bureles opositores contra el trapo engañoso, muleta y capote de falsa polémica respecto al sentido de las discusiones legislativas: debatir sobre el debate porque, según el viajero jefe del bando que va perdiendo, las controversias no se han centrado en lo que a su muy autoritario parecer es lo “central” y porque el ejercicio de participación cívica organizado por un poder presuntamente soberano, como sería el Legislativo, se ha dedicado a hablar, en foros políticos organizados por políticos que representan a partidos políticos, sobre… política, historia e ideología y no sobre los puntos técnicos que al impositivo parecer del rudo luchador michoacano deberían ser abordados, sin querer darse por enterado éste de que sus propuestas han sido criticadas y rechazadas sin que los defensores oficialistas hayan podido ofrecer resistencia decorosa.

Los esfuerzos calderónicos de tauromaquia discursiva le dan la puntilla, desde luego, al amorcillado ente, que por cumplir con la denominación senatorial de origen suele ser llamado debate sobre el petróleo. El novillero Felipillo no está dispuesto a reconocerle valía a un ejercicio de maletillas que no le entran al toro “central” y sí, en cambio, pretende hacer respetar las decisiones del juez de plaza, que es él mismo y que reglamento en mano pretende acallar, invalidar e incluso enfrentar con la fuerza pública disponible a los asistentes al coso República de México que no aceptan que el fulanito torero y simultáneo juez de sí mismo ponga a remate entre particulares los asientos de un coso (una cosa) que pertenece a la nación.

Pero no está en la Plaza México, y sus debates desinflados, el asunto verdaderamente central sino en la madrileña de Las Ventas (la tercera con mayor capacidad en el mundo, después de las de México y Venezuela, pero considerada la más importante e inaugurada con un cartel en el que participaron Juan Belmonte, Marcial Lalanda y Cagancho). Vender México se llama la faena del gerente Calderón y, para que no haya tanta atención a esos lances netamente mercantiles, se han arrojado las luces mediáticas del traje pinolero sobre el tema político del debate. Que peleen los nativos sobre asuntos de saliva mientras el oro petrolero es ofrecido en canje por espejitos dizque modernizadores.

El diario hispano Público difundió, por ejemplo, una nota firmada por Belén Carreño en Madrid que, intitulada “Colchón mexicano para las constructoras españolas”, comienza así: “El paraíso de la inversión para las constructoras y empresas de suministros públicos. Algo parecido les dibujó ayer el presidente de México, Felipe Calderón, a decenas de empresarios españoles con el fin de animarles a participar en el arranque del ambicioso plan de infraestructuras que llevará a cabo en los próximos años. Calderón ha hecho una apuesta decidida por modernizar al país mejorando las comunicaciones, aeropuertos, puertos, autopistas, etcétera, hasta el punto de presupuestar un gasto de 150 mil millones de euros, hasta 2012”. Y, claro, “además de las infraestructuras, Calderón quiere abordar una profunda reforma energética del país (…) Para ello, necesita una mejora en los recursos de Pemex, donde también es posible que participen empresas españolas”. El vendedor Calderón (a quien ha abierto camino otro comisionista, el siempre bien colocado publicista Antonio Solá) se ha hecho organizar reuniones varias con inversionistas peninsulares, inclusive un encuentro muy reservado con un pequeño grupo de empresarios, entre ellos Antonio Brufau, presidente de Repsol-YPF, con quien hablará no sobre debates, ideología o política sino sobre el crudo tema dominante, el petróleo mexicano y la apertura a los capitales privados, haiga sido como haiga sido el debate senatorial y haiga de pasar en México lo que haiga de pasar.

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