12 mar 2010






Acuerdo secreto, mentiras públicas




Recomendarvotar ahoraDice Beatriz Paredes que el acuerdo secreto para que el PAN no atacara personalmente a Peña Nieto, no se hicieran alianzas con el PRD en el Estado de México y se revisara la legislación sobre la materia en esa entidad, no fue la llave para formar la coalición parlamentaria que ella hizo con el mismo PAN para imponer nuevos impuestos. Entonces, ¿para qué se firmó? Eso lo responde Paredes con una mentira pública: fue un pacto de civilidad. ¿Qué?

Hay preguntas que se responden a sí mismas. No puede haber pacto alguno entre un partido y un gobierno que carezca de objeto concreto y útil a las partes. Suponer, como lo hace Paredes, que la gente puede aceptar otra cosa es vivir en la mentira, es decir, creerse sus propias falsedades.

Pero Gómez Mont y Nava ponen también algo de su parte. Dicen que Calderón no supo nada hasta enero. ¿Dónde estaba Calderón? Nadie lo sabe. Lo cierto es que hubo una negociación entre el gobierno y el PRI para establecer nuevos impuestos y que se produjo un acuerdo, el cual está publicado en el Diario Oficial de la Federación por si alguno lo duda. La negociación, por lo visto, rebasó al entonces secretario de Hacienda y se ubicó en la Secretaría de Gobernación.

Dice Paredes que tal acuerdo no debe involucrar a un miembro del PRI por más gobernador del Estado de México que ése sea. Pero Peña Nieto está involucrado porque el pacto sólo tiene como objeto a dicha entidad. En otras y conmovedoras palabras, Paredes firmó lo que Peña Nieto le solicitó y lo que Gómez Mont admitió. Peña Nieto se presenta ante el país como el verdadero presidente del PRI. Por lo visto, lo es.

Pero Nava afirma que el pacto implicaba el apoyo priista de todo el proyecto hacendario de Calderón pero no su modificación, y que los senadores priistas se fueron al mingitorio para no votar el incremento del IVA, con lo cual —dice Nava— se rompió el pacto y el PAN quedó liberado. El hecho es que el traslado al baño de casi todos los senadores priistas no impidió que el aumento de impuestos fuera aprobado sino que lo permitió. Ésa fue una cuestión relacionada con los matices políticos internos del PRI, pero sin poner en riesgo el pacto básico ni las condiciones impuestas por Peña Nieto.

A juzgar por las coaliciones parlamentarias entre el PRI y el PAN y por la identidad programática básica entre ambos partidos, el pacto de Peña Nieto y Calderón no era indispensable, pero siempre hay un político que aprovecha la coyuntura y la desesperación del otro para imponer condiciones, en especial cuando ese político carece del menor escrúpulo.

Luego del pacto, los mexicanos tenemos que pagar unos impuestos adicionales. Pero Paredes dice que tal acuerdo ha salvado al país (Estado de México, léase) de injustificadas y pecaminosas alianzas que el pueblo rechaza y, por tanto, el texto firmado defiende la democracia. Esto es lo más cómico que se ha escuchado en años en San Lázaro.

En conclusión: hubo un acuerdo secreto entre Peña Nieto y Calderón para “salvar la democracia”; Paredes no pudo negarse al pedido del gobernador; Nava no pudo desobedecer a Calderón; Gómez Mont tuvo, después, que renunciar a su partido de toda la vida ante las coaliciones electorales del PAN en varios estados, aunque no ha llegado la hora del Estado de México (2011); Calderón se vio precisado a inventar que él no supo nada de nada hasta enero (ya para qué) del presente año. Puras picardías. Los nuevos impuestos son otra cosa; ésos hay que pagarlos y punto final.

pgomez@milenio.com






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