30 jun 2009




Regreso al 2003



El país parece marchar sobre una banda fija. Caminamos, trotamos y corremos, pero no avanzamos. Sudamos, nos impulsamos y hasta apretamos el paso, pero la velocidad de la banda nos regresa al punto de partida. El contador virtual nos dice que hemos corrido 5, 10, 15 kilómetros, pero en realidad seguimos allí, en el mismo punto.

Hemos rebasado el tiempo de tolerancia al ejercicio. Si al inicio expulsábamos toxinas, hoy desechamos proteínas. Si antes quemábamos los excedentes de grasa, hoy explotamos la reserva del músculo. Si antes el ensayo nos tonificaba, hoy nos conduce a la anemia. Es la banda fija de la inercia, la parálisis y el agotamiento.

Hace seis años, en medio del desencanto ciudadano por el fallido “gobierno del cambio”, en la elección intermedia de Fox la Cámara de Diputados se integró de la siguiente manera: PRI, 223 legisladores; PAN, 151; PRD, 95; Partido Verde, 17; PT, seis; Convergencia, cinco; independientes, tres.

En relación con el épico año 2000, la elección intermedia representó un descalabro para el PAN, al perder 56 asientos (de 207 a 151), un ligero repunte para PRI de 15 escaños (de 208 pasa a 223), un crecimiento considerable para el PRD de 42 diputaciones (de 53 a 95), un despunte de Convergencia, que pasa de uno a cinco diputados, mientras que el Partido Verde sólo sumó uno más, el PT perdió dos, y los partidos de la Sociedad Nacionalista y Alianza Social vieron perder su registro. Aquel año las posiciones perdidas por el PAN las capitalizó mayoritariamente el PRD y una parte marginal el PRI. El llamado “efecto López Obrador” catapultaba al PRD, mientras que el “defecto Fox” mermaba al PAN.

Para las elecciones federales del próximo domingo, con base en las encuestas y proyecciones estadísticas, los números son similares al 2003. No hay sorpresa, como lo apuntó ayer en este diario Ciro Gómez Leyva. El número total de diputados del PRI podría oscilar entre 210 y 230 legisladores (un incremento del doble en relación con los 106 diputados de la actual legislatura), mientras que el PAN se movería en un rango de 150 a 170 diputados (una disminución de 36 a 56 asientos en relación con los 206 de 2006), el PRD rondaría entre 75 y 85 legisladores (un decremento de 42 a 53 asientos en relación con los 127 de esta legislatura). El Partido Verde se movería en un intervalo de 15 a 18, mientras que PT y Convergencia, que integraron la coalición Salvemos a México, proyectan una fracción de 14 a 20 diputados, sin contabilizar aún el “efecto Iztapalapa”, que por sí solo podría incrementar la votación nacional del PT en 2% mínimo. La estructura de movilización del Panal le garantizaría una bancada de siete diputados base, mientras que el PSD parece ser el único en riesgo de desaparición.

Como en 2003, el PAN volvería a perder una tercera parte de su bancada, acompañado en esta ocasión de otro porcentaje similar del PRD, siendo el PRI el gran ganador de este reacomodo; sin embargo, también es claro que este partido no se hará de la mayoría absoluta de la Cámara de Diputados, esa que perdió en 1997 y anhela recuperar, al igual que la Presidencia de la República.

Este retorno al 2003 no es sólo cuantitativo. Los signos ominosos que marcaron el segundo trienio de Fox podrían repetirse con Calderón. Los ánimos reformadores de la primera parte fueron sustituidos por desplantes y actitudes restauradoras. En términos políticos, la segunda fase del sexenio estuvo marcada por el pleito con el entonces jefe de Gobierno, AMLO, para evitar a toda costa que llegara a la Presidencia de la República. Videoescándalos, desafuero y desaseo electoral fueron partes sustanciales de ese periodo.

Ante la imposibilidad de sacar las reformas fiscal, energética y laboral que deseaba, Fox orientó una buena parte de su retórica a culpar al Congreso. Mientras tanto, los indicadores básicos de competitividad como crecimiento, inversión, empleo, distribución del ingreso, educación, seguridad y desarrollo tecnológico retrocedían significativamente. La economía se sostuvo por las exportaciones petroleras, las remesas de los migrantes y las divisas del lado ilícito de la globalización. Hoy, ninguno de esos amortiguadores está presente y sí, en cambio, sus efectos sociales distorsionadores.

El tono beligerante de la campaña foxista en 2003 no desapareció con los comicios. Al contrario, se agudizó y llevó al país a una de las elecciones presidenciales más crispadas y controversiales de la historia. Ayer el enemigo era el PRD, hoy es el PRI. Ayer era el populismo de izquierda, hoy es el narcotráfico y la inseguridad prohijada por el priismo. Ayer era AMLO, hoy es Peña Nieto y AMLO. En suma, no hay que esperar nada extraordinario de la segunda parte de este gobierno, que no sea la reproducción inercial de la banda fija, que cada día hace crecer el deterioro social y el hartazgo ciudadano.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx








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