La verdad histórica
cecilia lavalle
México, D.F., 24 de mayo (apro-cimac).- Muchas veces en México “la verdad histórica” se encuentra con un método contundente: sólo hay que saber de qué lado está el poder.
¿Cuánto margen de discusión, de manejo político, de duda, de error puede haber en un caso de violación sexual? En algún país civilizado de algún remoto lugar del planeta la respuesta sería: ninguno. Bastaría con acudir a la ciencia médica.
¡Ah!, pero en México el margen de discusión, manejo político, etcétera, etcétera, es directamente proporcional al poder de los posibles o presuntos implicados.
Ahí está el caso de doña Ernestina Ascencio, indígena de 73 años, que declaró horas antes de morir que militares se le “echaron encima”.
Blanche Petrich, en una serie de excelentes artículos (La Jornada, abril 2, 4, 9, 10) relata que a Ernestina la encontró su hija Marta, a unos 20 metros de un pequeño claro en la sierra, y a tiro de piedra de la base de operaciones del 63 Batallón de Infantería, 26 Zona Militar.
Marta, escribe Blanche, afirma que cuando le preguntó a doña Ernestina qué le había pasado, la viejita le respondió: “Fueron los soldados, m'ija. Se me echaron encima. Mieque, mieque (muchos, muchos). Me amarraron mis pies. Me amarraron mis manos. Duele”.
Y cuando le dicen que personas poderosas ponen en duda su palabra, Marta, llena de azoro, pregunta: “¿Por qué iba yo a echar mentira de lo que me dijo mi mamacita?”
NOTA COMPLETA :
cecilia lavalle
México, D.F., 24 de mayo (apro-cimac).- Muchas veces en México “la verdad histórica” se encuentra con un método contundente: sólo hay que saber de qué lado está el poder.
¿Cuánto margen de discusión, de manejo político, de duda, de error puede haber en un caso de violación sexual? En algún país civilizado de algún remoto lugar del planeta la respuesta sería: ninguno. Bastaría con acudir a la ciencia médica.
¡Ah!, pero en México el margen de discusión, manejo político, etcétera, etcétera, es directamente proporcional al poder de los posibles o presuntos implicados.
Ahí está el caso de doña Ernestina Ascencio, indígena de 73 años, que declaró horas antes de morir que militares se le “echaron encima”.
Blanche Petrich, en una serie de excelentes artículos (La Jornada, abril 2, 4, 9, 10) relata que a Ernestina la encontró su hija Marta, a unos 20 metros de un pequeño claro en la sierra, y a tiro de piedra de la base de operaciones del 63 Batallón de Infantería, 26 Zona Militar.
Marta, escribe Blanche, afirma que cuando le preguntó a doña Ernestina qué le había pasado, la viejita le respondió: “Fueron los soldados, m'ija. Se me echaron encima. Mieque, mieque (muchos, muchos). Me amarraron mis pies. Me amarraron mis manos. Duele”.
Y cuando le dicen que personas poderosas ponen en duda su palabra, Marta, llena de azoro, pregunta: “¿Por qué iba yo a echar mentira de lo que me dijo mi mamacita?”
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