22 jul 2008

Consulta: vicios y virtudes
Álvaro delgado
Proceso


México, D.F., 21 de julio (apro).- Después de un amplio cúmulo de engaños y manipulaciones mediante la costosa propaganda oficial, el sistemático escamoteo informativo sobre el objetivo auténtico de las iniciativas de Felipe Calderón, así como la oposición y aun el sabotaje de una facción del partido en que aun milita Andrés Manuel López Obrador, los ciudadanos que emitan una posición en la consulta sobre Pemex deben estar contentos por superar tantos valladares y participar en un ejercicio que en México debe ser regla y no excepción.

Porque, además, a la consulta la precede otro ejercicio del mismo carácter democrático que tanto repugna a la derecha: El debate celebrado en el Senado que, en 71 días, implicó una revisión sobre los proyectos legislativos de Calderón, quien fue testigo --junto con sus patrocinadores e incondicionales-- de su contundente derrota con argumentos técnicos, científicos, históricos, económicos y aun empresariales.

En el mejor de los casos para ellos, los balbuceantes defensores de las iniciativas oficiales --porque ni siquiera se les puede definir como apologistas-- advirtieron de la necesidad de “mejorarlas” para, por ejemplo, no evidenciar tan descaradamente su propósito privatizador, que en realidad es el único objetivo del proyecto en su conjunto y que, cualquiera sabe, eso contraviene a la Constitución, a la que se le busca sacar la vuelta con reformas legales, vía claramente espuria.

Y aquí está el meollo de esta disputa, que en realidad es parte de la disputa por la nación: ¿Cómo y para qué usar los recursos energéticos de los que dispone México, como pocas en el mundo, en un contexto en el que --según las proyecciones de especialistas-- el precio del petróleo se mantendrá a niveles muy superiores al presupuestado para este año? ¿Puede el petróleo seguir siendo, como hasta ahora y aun con todas las fortunas que por la corrupción se han generado, un recurso para orientar a México hacia un desarrollo más justo y equilibrado para sus pobladores y regiones?

¿O de plano hay que asumir la fatalidad: La entrega del petróleo a los particulares porque, por antonomasia, los gobernantes son incompetentes y han dilapidado el recurso? Es decir, ¿debemos resignarnos a legalizar el saqueo a que ha sido sometida esa empresa que, hasta no hace mucho, era despreciada por la derecha y que ahora la ambiciona para seguirla explotando con fines exclusivamente privados?

Calderón y sus patrocinadores saben que, si de por sí había una oposición a su proyecto en abril, cuando envió sus iniciativas y pretendía su inmediata aprobación, ésta se ha incrementado después del debate celebrado en el Senado y en realidad ya fracasó en su propósito original, que había pactado con Manlio Fabio Beltrones.

Ahora, lo único que le importa a Calderón es que sea aprobada, ya no su proyecto de reforma --que en los hechos está muerta--, sino cualquier reforma, de preferencia la que cocina el PRI con el apoyo de la facción colaboracionista del PRD. “Una reformita por el amor de Dios”, quiso decir en su discurso de Salamanca, Guanajuato.

Tal conducta de Calderón sólo revela que una discusión mayor que, en el Senado y fuera de él, se ha celebrado en México y que él y sus patrocinadores pretendían impedir, como ahora quieren reventar la consulta que se llevará a cabo, en lo inmediato, en la Ciudad y el Estado de México, cuyos habitantes podrán responder, afirmativa o negativamente, a dos preguntas.

La pregunta uno dice: “Actualmente la explotación, transporte, distribución y refinación de los hidrocarburos son actividades exclusivas del gobierno (se entiende que es el Estado). ¿Está de acuerdo o no que en esas actividades puedan ahora participar empresas privadas?”

Y la dos: “En general, ¿está de acuerdo o no con que se aprueben las iniciativas relativas a la reforma energética que se debaten actualmente en el Congreso de la Unión?”

Resulta lamentable, sin embargo, que la consulta sobre el destino del petróleo graviten conductas deleznables de parte de quienes son algunos de sus promoventes: El Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el gobierno del Distrito Federal.

Justo a una semana de celebrarse la consulta, con una oportunidad que sólo acredita el desaseo político del perredismo, se anuncia lo que ya sabíamos: Que la elección se anula por “conductas atípicas”, eufemismo de prácticas fraudulentas en la disputa de los cargos de presidente, secretario general, delegados al Congreso Nacional, consejeros nacionales, dirigentes estatales…

Pero a este desaseo tan habitual en el perredismo --que degrada el ánimo participativo de ciudadanos cabales-- se agrega otro, igualmente repugnante: El despilfarro de recursos económico del gobierno del Distrito Federal en Televisa para promover la consulta, porque nadie cree que esta empresa haya sufrido un repentino cambio a favor de la democratización del país y difunda de gratis la convocatoria a la consulta.

En los programas de chismes de la farándula y de deportes se llama a la participación y aun Marcelo Ebrard ha aparecido a cuadro, en un esquema semejante al que Televisa le diseñó al gobernador Enrique Peña Nieto y que cuesta muchos millones de pesos del erario del Estado de México.

Ebrard, que se perfile como otro subordinado de Televisa, está obligado a rendir cuentas, no a proclamar que desea ser presidente de México que, por lo demás, a nadie le importa.

Comentarios: delgado@proceso.com.mx



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