10 jul 2008

Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
10 de julio de 2008


En memoria de nuestros muertos


Hay todavía mucho que contar y aclarar sobre este pasaje tan oscuro como el fatal pasillo en el que fueron apachurrados

Detrás de él estaban los nombres de los nueve niños y jóvenes de 13 a 29 años fallecidos junto a tres policías en el New’s Divine. No se trató de simple escenografía, el mensaje es que fueron seres humanos y no sólo una estadística de 12 muertos. Esos nombres enmarcaron el informe impecable pero también implacable que Emilio Álvarez Icaza, el ombudsman capitalino, ofreció sobre el drama vergonzante y doloroso de los días recientes.

Por eso las renuncias de Joel Ortega y Rodolfo Félix no pueden cerrar este capítulo. Hay todavía mucho que contar y aclarar sobre este pasaje tan oscuro como el fatal pasillo en el que fueron apachurrados por la muerte.

El caso New’s Divine debe permanecer abierto por dos razones: para que se haga justicia y para evitar otras tragedias en los cientos de New’s Divines —trampas mortales— que hay en esta ciudad marcada por los contrastes. Más allá de las falsas indignaciones, los oportunistas linchamientos mediáticos, el hipócrita desgarramiento de vestiduras y hasta los sesudos análisis de sus consecuencias políticas, es absolutamente necesario llegar al fondo de la verdad, con todas sus consecuencias. Las que fueren.

Y es que perviven una cauda de preguntas sin respuesta: ¿es Guillermo Zayas el único culpable o un simple chivo expiatorio? ¿De verdad, no incurrieron en ninguna responsabilidad los ahora ex procurador y ex secretario de Seguridad? ¿Es cierto que ambos intentaron entorpecer las investigaciones de la CDHDF, deformaron los hechos e incurrieron en falsedad de declaraciones? ¿Qué papel jugaron los otros funcionarios, subprocuradores, subsecretarios y mandos medios en toda esta crisis? ¿Qué medidas se compromete a adoptar el Gobierno del Distrito Federal para evitar nuevas tragedias?

Es probable que Marcelo Ebrard se ocupe de estos y otros cuestionamientos torales en su anunciado mensaje del próximo lunes. Pero mientras tanto, habrá que reconocerle: que por iniciativa propia fue él quien solicitó una investigación a la Comisión de Derechos Humanos del DF para no ser juez y parte con una indagatoria a modo de la Procuraduría a su cargo; que por primera vez hay consecuencias de un acto criminal de autoridad alguna a nivel federal o local; para quienes creen que 18 días fueron demasiado tiempo, habría que recordarles los años y hasta décadas de impunidad que han cumplido la ejecución de los Jaramillo en Morelos, el 2 de octubre en Tlatelolco, el 10 de junio de Corpus, Aguas Blancas, Acteal, Sicartsa y, más recientemente, Oaxaca y Atenco.

También aquí cabrían cuestionamientos: ¿ha habido algún castigo para los soldados asesinos en diversos puntos del territorio nacional? ¿Qué ha hecho el gobierno federal para que se haga justicia en Pasta de Conchos? ¿Qué hubo del trato inhumano a los globalifóbicos en Guadalajara? ¿Habrá alguna sanción para el alcalde torturador de León? Seguramente no.

La otra vertiente es también fundamental. Y se refiere a lo que vendrá, que es igualmente exigible al gobierno de Ebrard: ya no más la criminalización de nuestros jóvenes, particularmente los pobres; ya no más experimentos con los cuerpos policiacos; urge no sólo una reestructuración sino una reeducación de agentes y policías para desterrar la discriminación y la furia racial; merecemos órganos de seguridad y de procuración de justicia acordes a una ciudad extremadamente compleja pero extraordinariamente generosa. En memoria de nuestros muertos.

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