15 ene 2007

EL PELIGRO DE NO CAMBIAR ESTRATEGIA

El peligro de no cambiar estrategia


Rogelio Ramírez de la O
15 de enero de 2007

Los pocos anuncios oficiales de políticas públicas sugieren que el diagnóstico oficial es que las cosas están bien, aparte de la seguridad, y que con la continuidad de las políticas y estrategia en vigor y de no cambiar nada fundamental, el país saldrá adelante en crecimiento, empleo y estabilidad. Por lo visto, a partir de este diagnóstico se hizo la selección de la mayor parte del gabinete. La visión alternativa es que muchas situaciones que han surgido de esas políticas están en su límite desde hace ya mucho tiempo. Por lo tanto, van a requerir una cirugía mayor, más aun cuando las condiciones externas han cambiado tanto. Si no se corrige la actual visión de complacencia, habrá un desplome de la confianza.

El proyecto de Presupuesto no contenía una propuesta de reducción de tamaño del gobierno, como México lo requiere, dada la poca utilidad de gran parte de la burocracia, así como la insuficiencia de ingresos para pagarles. Es más, el mismo análisis del proyecto oficial indicó que el gasto saltó en los últimos seis años endos puntos porcentuales del PIB, cuando el ingreso tributario no petrolero cayó un punto porcentual. El deterioro de la balanza fiscal no petrolera es de alrededor de tres puntos del PIB.

La confianza no cayó porque milagrosamente en los últimos seis años los altos precios del petróleo cubrieron la diferencia entre el mayor gasto y el menor ingreso no petrolero. Pero ya está en marcha un debilitamiento de precios, un invierno de altas temperaturas en el norte del planeta y una desaceleración económica en Estados Unidos.

Por ello fue frustrante ver que las proyecciones de finanzas públicas mostraban una reducción del ingreso presupuestal petrolero por 50 mil millones de pesos entre 2006 y el proyecto original para 2007, y a pesar de ello se proponía mantener la inercia del gasto con un aumento de 10 mil millones. Tal aumento no es tan pequeño como parece, pues los gastos de 2006 fueron irresponsablemente altos. De ahí que el gasto estimado oficialmente para 2006 fuera 238 mil millones de pesos superior a los presupuestado. Desde el año pasado era así obligado regresar el gasto total a un nivel sostenible bajo las nuevas condiciones.

Y aun así, el Congreso aumentó los gastos del proyecto en otros 26 mil millones. Hay que aclarar en descargo del Congreso que éste no está a cargo de la operación del Presupuesto y por ello no es el poder idóneo para proponer un plan de reestructuración de las finanzas públicas como el que hace falta. La responsabilidad de ese plan recae fundamentalmente en el gobierno.

También la estimación de menor ingreso petrolero es en extremo optimista, ya que sólo por exportaciones la caída de los precios sería mayor que la mostrada como caída total del ingreso petrolero. Sin ser claro cómo dicho ingreso caería tan poco, a los pocos días saltó el precio de la tortilla, como resultado del mayor precio del maíz.

Este aumento es tan fuerte que sus efectos no se van a poder contener con las medidas tímidamente anunciadas de moderación de precios en las cadenas comerciales. La mitad más pobre de la población utiliza 9% de su ingreso en tortilla solamente. Sin embargo, como el origen del aumento está en el maíz, el impacto vía costos se trasladará con toda rapidez a la carne, el pollo, el huevo y otros productos. Eso puede dar al traste con la meta de inflación del Banco de México.

Tampoco sobre este tema hemos visto una reacción gubernamental que indique una estrategia adecuada para el problema. Los productores justificadamente indican que debemos fomentar el aumento de producción de maíz. También dicen que todo lo que suena a apoyo gubernamental para la producción es mal visto por el gobierno, porque suena a subsidio. Agregan que, sin embargo, los granos que compramos en otros países están apoyados por sus gobiernos.

Al interior del gobierno la respuesta fue entre académica e improvisada. Lo académico fue el recordatorio de que el control de precios eventualmente conduce a escasez y que por ello no debe haber ningún control. Lo improvisado fue adelantar los cupos de importación para garantizar la oferta, como si el problema fuera la falta de importaciones y no el precio. Después de ahí no ha habido mayor reacción.

En el lenguaje oficial de este año, en contraste con el lenguaje de la campaña, se ha escuchado muy poco la palabra "crecimiento". Se mencionan los apoyos a las pequeñas y medianas empresas (Pymes) como prioritarios, pero sin agregar más. No se conoce ningún planteamiento de crédito para estas empresas por la banca comercial, cuando en contraste el crédito al consumo crece sin freno.

Tampoco se menciona ninguna estrategia concreta contra los altos precios de los insumos energéticos.

Es claro el contraste entre una realidad que cambia día con día y que desafía la visión del gobierno de que las cosas están razonablemente bien. Según éste, la propuesta de Presupuesto fue la idónea. La reducción de precios de petróleo ya está calculada y no harán falta recortes. Y lo importante era que el Presupuesto se aprobara por unanimidad.

La confianza puede resultar muy frágil. Mantenerla requiere que el lenguaje y las posturas oficiales sean consistentes con las condiciones económicas vistas objetivamente. Sólo así se pueden reconocer restricciones que no han sido incorporadas a la estrategia vigente: que el precio del petróleo puede caer aun más. Que, aun si no cayera más, el gasto público en los niveles actuales es insostenible. Que una propuesta realista de reforma fiscal debe ser precedida de un recorte serio a la burocracia y a su gasto, y no debe descansar en el IVA. Finalmente, que las políticas de continuidad ni siquiera son las óptimas para países que muestran gran progreso, dada la naturaleza dinámica de los fenómenos económicos.

rograo@gmail.com

Analista económico

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