26 ene 2007

Pasos equivocados
Rafael Segovia

Nota original:


El Presidente, a estas alturas, o sea empezando su mandato, ya debe tener conciencia de sus fracasos. Heredados o creados por él, son fracasos. No logra tomar las riendas del poder y, cuando las toma, más valiera que se estuviera al margen de las actividades de gobierno. Incluso pedirle a un miembro de su gobierno que se encargue de alguna tarea no parece ser lo más indicado dadas las consecuencias alcanzadas.

El caso de la tortilla es el primer escándalo de este gobierno. Publicada la negociación con bombo y platillo, no pasan dos semanas sin que se hunda todo lo pactado. El precio sigue con su carrera alcista y, sin pecar de pesimista, podemos asegurar que el país se acerca a una situación donde el hambre amenaza a la parte más pobre de la población.

Cuando las tortillas rondan los 10 pesos el kilo y el salario mínimo se aferra a los 50 pesos diarios, quien vive de este tipo de retribución puede comprar cinco kilos de tortillas al día y nada más. No puede distraer un centavo para alquiler de una casa, vestido, transporte, otros alimentos. Se comerá sus tortillas y basta para satisfacción del triunfador de las elecciones y de la negociación sobre el precio del insumo básico de la alimentación del mexicano, y para satisfacción también de las organizaciones empresariales, aterradas por una posible negociación sobre el salario mínimo, capaz de desquiciar la economía nacional.

Una situación así no puede tener una duración aceptable más que cumpliendo con una serie de condiciones todas falsas, empezando por la información. El Presidente no puede hablar sobre las condiciones de vida de la mayoría de la población que, resumiendo, podemos considerarlas inaceptables, no sólo por el precio de las tortillas, sino por la cauda de desastres presentes en la educación, en la seguridad, en los energéticos, en todo cuanto constituye la base de la vida del mexicano. Se puede ganar si Fox logra ser presidente de la Internacional católico-oportunista, cosa que parece no hacer gracia al Vaticano, pero llena de satisfacción al Yunque y el señor Espino. Se puede ganar sólo si las maniobras de Fox logran consolidar a una derecha cada día más amenazada. Se puede ganar si pierde y en toda la línea Calderón. Se va a perder porque en el equipo calderoniano no hay uno solo que sepa hablar y explicar qué está pasando, sin destrozar de paso al presidente de la República.

Entregar 15 capos de diferentes cárteles a Estados Unidos es la confesión de un fracaso. Esos 15 señores han sido extraditados porque el gobierno mexicano es incapaz de tenerlos en la cárcel sin que le hagan la vida imposible. Es, nos cuenta el procurador de Justicia, la manera de asegurar la tranquilidad de la República. Mientras estén aquí van a hacer cuanto les venga en gana sin que él pueda intervenir. Las razones aducidas para explicar esta situación tienen un nombre, uno solo, la corrupción, una corrupción que ha invadido hasta el último resorte del gobierno. No digamos la justicia, sino la seguridad, los cuerpos represivos, el lavado de dinero, los bancos, los sindicatos y otras organizaciones. Todo, absolutamente todo, conoce el fenómeno de la corrupción. Se acepta como un mal inevitable, por no escribir necesario, es el lubricante capaz de hacer funcionar una máquina corroída por el dinero negro y el blanco, por el de dentro y el de fuera.

El PAN se presentó desde su fundación como el partido de la honestidad, la defensa de la unidad nacional, la afirmación de la soberanía, la libertad de pensamiento. No hizo sino defender lo mismo que el Partido de la Revolución Mexicana y mostrar así que desde la oposición todo es fácil, empezando por las promesas. Lo que fue un escarnio permanente fue el dinero entregado por López Obrador a las personas piadosamente llamadas de la tercera edad. Lo mismo que ahora hace este gobierno con el subsidio para el consumo de energía de los pobres. Lo mismo en todo menos en lo más esperado, la unidad. Los conflictos entre panistas superan todo cuanto se podía suponer. Han adquirido un tono de animadversión único, superior incluso a los conflictos dentro del PRI de algunas elecciones que generaron escisiones consideradas el anuncio de la muerte de este partido. Es difícil prever si el PAN va a dividirse o si un hermano mayor, español por añadidura, va a intervenir discretamente en la bronca, para restablecer el orden entre los miembros de la hermandad demócrata-cristiana, botín disputado, entre otros bienes, entre los hombres de Fox y Espino y los de Calderón y Mouriño. Esta falta de tranquilidad en el corazón de la derecha puede llevarla al infarto. El perdedor está señalado de antemano: será el Presidente actual por ser el único que tiene responsabilidades que cumplir. Desde su aislamiento siente cómo el mundo entero se cierra ante él. Berlín es un caso más, que viene a sumarse a la antipatía de que goza en este continente, donde la derecha ya no encuentra un rincón donde acomodarse.

Se ha perdido el respeto, así fuera hipócrita en muchas ocasiones, de que gozó el gobierno mexicano y de manera especial su Presidente. Sin perder de vista la distancia imperante entre la política interna y la externa durante los 70 años del PRI, México tuvo una imagen en el mundo ancho y ajeno que se ha perdido. Felipe Calderón no parece poder recuperarla.

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