12 sep 2008


¿Y si Calderón no termina su mandato?
Viernes, 12 Septiembre, 2008


¿Qué pasaría? ¿Colapsaría el país? ¿Se hundirían los mercados? ¿Reinarán la zozobra y el caos? ¿Habría en las calles más decapitados, más inseguridad, más violencia? ¿Serían las cosas todavía peor que ahora? ¿Qué pasaría, digo, es un decir, como decía César Vallejo de España en esos tiempos aciagos de la guerra civil, si cae Calderón? Si en un arranque de sensatez, dirían unos, de honestidad, dirían otros, de locura o cobardía dirían quizás los más, Felipe Calderón decide que, en efecto, ni puede más ni conviene al país que pueda más, ya que no tiene ni los arrestos ni la legitimidad, el espacio, el control suficiente y necesario para reunir el consenso que el país demanda para salir adelante. ¿Qué pasaría, digo, si este hombre que hoy está sentado “haiga sido como haiga sido” en la silla se hace a un lado?

No comparto la inquietud, la santa indignación de aquellos que creen que hablar de esta sola posibilidad: que Felipe Calderón no termine su mandato, es una especie de sacrilegio institucional, una invocación al caos, el desorden y la locura. Tampoco comparto el miedo histérico y además infundado a conjuras subversivas que esas mismas buenas conciencias expresan, inflamados de una aparente sobriedad o de patriotismo y buenas maneras, en la prensa escrita. No veo, para ser francos y he respirado la insurgencia desde cerca, en el EPR los tamaños para derrocar al gobierno. Le faltan base social, arrojo, fuerza militar y sobre todo doctrina y convicción. Lo suyo, fieles a “la guerra popular prolongada” –de ahí que no haya habido más incursiones guerrilleras–, es la sobrevivencia; la preservación de sus propias fuerzas sobre todo.

A López Obrador y su movimiento, por otro lado, y pese a lo mucho que se le quiere echar encima, el arrojo que pudiera bastarle para el esfuerzo insurgente, está lastrado por la institucionalidad que le sobra. No hay manifestación o mitin en que AMLO no insista –pese al esfuerzo por desvirtuar sus palabras– en el espíritu pacifico de sus movilizaciones. Se toma el Zócalo, sí, pero de 9 a 10 y luego lo cede a su adversario. Es preciso reconocer que la guerra sucia contra él no ha cesado y que sus efectos parecen haber permeado incluso entre los más lucidos. Hoy, más que nunca, por la debilidad extrema de Calderón, resulta, para muchos que olvidan aquella máxima de Reyes Heroles: “Lo que resiste apoya”; que López Obrador, pese a lo que diga en sentido contario y a su insistencia en los métodos de resistencia pacifica, es “un peligro para México”.

Tampoco se avizora la posibilidad siquiera de una asonada parlamentaria. Ya los partidos miran sólo las elecciones que se avecinan. A Calderón los unos, en el PRI, que lo han apoyado en tanto que lo utilizan para preparar su regreso y los otros que los han denostado, en el PRD y los otros partidos del FAP, en tanto que se desgarran en sus pugnas internas, están dispuestos a tolerarlo para sacar raja política de su eventual descrédito. Desdeñan las habilidades mediáticas del régimen. Ciegos y soberbios hacen menos su rating, construido, claro, con el dispendio incontrolado de recursos públicos. Ni hablar pues de, por lo menos, un voto de censura. Menos todavía de referéndum revocatorio.

Por eso insisto y lanzo la pregunta a los amigos lectores, a los colegas como Ciro Gómez Leyva que tanto han hablado del asunto, que han señalado con dedo flamígero las intentonas golpistas, que, más que eso, debo decirlo, me parecen puros arrebatos retóricos: ¿qué pasaría en este país, digo, es un decir y a estas alturas de la historia si el Presidente en turno, uno que está en el poder luego de unas elecciones evidentemente turbias y que con apenas un muy estrecho margen, no del todo claro como lo sostiene en su libro José Antonio Crespo, derrotó a su adversario, no termina su mandato?

Yo no creo que los votos y más aún cuando no está claro que hayan sido los suficientes, ni sean tan limpios como se dice, sean un cheque en blanco para los gobernantes. Estoy convencido de que la democracia no es una fatalidad con la que debemos cargar pese a todo y que los periodos para los que un mandatario es elegido están sujetos al cumplimiento efectivo de sus funciones. Al contrario; la democracia, si queremos que sea real, se valida día a día. Nada se cae, nada se derrumba si, gracias a un proceso de rendición de cuentas, se revoca un mandato. Ya lo dijo, refiriéndose al punzante asunto de la seguridad, Fernando Martí: “Si no pueden renuncien”.

Quizás, digo quizás, sea esa la noticia que el país necesita; porque necesitamos con urgencia una bocanada de aire fresco. Quizás si Calderón renuncia, digo, es un decir, muy otro habrá de ser su lugar en la historia.

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