13 ago 2008

13/AGOSTO/2008

PLAZA PÚBLICA

El Gobierno de los peores

MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

Periòdico A.M.

El estado de Puebla padece un Gobierno inescrupuloso por dondequiera que se le vea. La más reciente de las proezas de su gobernador Mario Marín haría reír de no ser por su gravedad intrínseca y lo que significa. Con un discurso ampuloso, lleno de lugares comunes, el ‘Gober Precioso’ despachó 15 vehículos con destino a todos los municipios poblanos. Se presumía que cargaban libros y otros materiales para la educación de casi dos millones de escolares. Pero los vehículos estaban vacíos. Fue sólo un montaje para el lucimiento del Ejecutivo local. (Reforma, 12 de agosto).

Podría tratarse de algo peor. Podría ser que los 11 millones de ejemplares supuestamente listos para ser entregados antes del próximo lunes, en que comienza un nuevo curso escolar, ni siquiera hayan sido impresos. Y podría ser que se asegure que lo fueron para justificar la aplicación de una partida presupuestal que al final de cuentas tenga otro destino. Podría ser, en suma, que la simulación practicada por el sonriente Gobernador esconda actos de corrupción. Con él todo puede ser. Marín encarna a la perfección la kakistocracia que nos sofoca, el Gobierno de los peores.

Conocí esa palabra en escritos de Michelangelo Bovero, dilecto discípulo de Norberto Bobbio. Apareció primero en un texto publicado por Este País, en abril de 1996, luego en una colaboración de Bovero al volumen colectivo Estrategias y Propuestas Para la Reforma del Estado, aparecido en 2001. Y al año siguiente el propio autor lo desarrolló en su libro Una Gramática de la Democracia. El Gobierno de los Peores. Bovero aplicó esa palabra, que implica una desgracia para toda sociedad, a su propio País, cuando como ahora mismo gobernaba a Italia Silvio Berlusconi, que ya era socialmente dañino como magnate de los medios y el deporte y lo es en mayor medida hoy, cuando tiene en sus manos el destino de los italianos.

De acuerdo con Bovero, Italia “inventó un tipo de Gobierno plutocrático-demagógico-autoritario basado principalmente en la idiotización mediática de grandes masas de electores. El primer producto, como se sabe, ha tenido gran éxito; el segundo puede ser considerado, desde mi punto de vista, una forma extrema, y precoz, de realización de ese modelo político degenerado que he bautizado como kakistocracia –el Gobierno de los peores—hacia el cual en formas y medidas distintas parecen encaminarse las llamadas democracias reales”.

El filósofo argentino José Luis García Venturini había aplicado ese mismo término a la realidad de su País en 1975, cuando la República Argentina vivía el desgobierno de Isabelita Perón y el terror estatal de la triple A, preámbulo de la dictadura militar que a partir del año siguiente asolaría a aquella Nación. García Venturini argumentó a favor de esa palabra contra el localismo chantocracia. Según su visión el chanta (del lunfardo porteño) es sólo un embaucador, un embustero, un macaneador, que no hace lo que dice. En cambio, el kakistócrata es sórdido, sucio, vil, incapaz, innoble, perverso, nocivo, funesto. Para justificar la adjetivación, García Venturini recordó que kakistos es el superlativo de kakos, malo en griego, por lo que la kakistocracia es el Gobierno de los peores.

Expresé mi temor ante la kakistocracia en marzo de 2002, días después de la elección de Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo para encabezar al PRI. Al conjeturar, como confirmó la realidad años después, que Madrazo había sido elegido al mismo tiempo líder de su partido y candidato presidencial, supuse entonces que “un triunfo de Madrazo en la elección de 2006 significaría el franco ingreso de nuestro País al régimen kakistocrático”.

El priísta no fue elegido, pero no nos libramos de la consecuencia que en mi previsión de 2002 atribuí a la en aquel momento posible victoria de Madrazo. La elección presidencial, formalmente legal (expresada en un fallo de la justicia electoral inatacable pero inacatable) careció de legitimidad según se supo desde el principio y ha podido comprobarse en cuanto se ahonda en el estudio del fenómeno. Así lo prueba José Antonio Crespo en un libro magistral –2006, Hablan las Actas—que ayer fue discutido en un seminario de alto rango intelectual en el propio IFE, Crespo o su editor fueron benévolos al poner como subtítulo a la obra Las Debilidades de la Autoridad Electoral Mexicana, porque no se exhibe allí sólo una condición endeble sino algo más, que Crespo califica sin ambages como un fraude cometido por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, que en vez de declarar nula la elección declaró sin base presidente a Felipe Calderón.

Entre los muchos factores que trucaron los comicios de hace dos años, la intervención de Elba Ester Gordillo a favor del PAN, y el oneroso pago de las facturas políticas correspondientes son síntomas de la kakistocracia que nos va envolviendo de modo que parecería inexorable. Otra de sus expresiones es el impune abuso del poder de gobernadores priístas que disfrutan, para mal de sus gobernados, la libertad en que los dejó la pérdida del poder presidencial de su partido. Los más de ellos son ahora son dueños de su territorio, merecedores de los adjetivos enumerados por García Venturini. El grotesco montaje de Marín, para hacerse pasar por eficaz servidor de sus gobernados en materia educativa es posible, como el resto de su censurable desempeño, por su propio descaro y la complicidad del Gobierno federal, que tiende también a la kakistocracia.





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