19 may 2012


La hora de la verdad

Epigmenio Ibarra


No hay plazo que no se cumpla. Finalmente Josefina Vázquez Mota, los panistas que la siguen y quienes, hasta ahora y sin partido, están decididos a votar por ella tendrán que tomar una decisión.

Es evidente que su candidatura no da para más. Su franco declive habrá de hacerse aún más pronunciado en los próximos días. No es ella quien cerrará el paso a Enrique Peña Nieto. Al contrario.

Si, pese a la evidencia, Josefina persiste en la carrera, además de irse a un vergonzoso tercer lugar será el escalón sobre el que se monten el PRI y Peña Nieto para la restauración del régimen autoritario.

Triste y trágico será para los panistas honestos y patriotas que sus votos solo sirvan para que regresen a la Presidencia aquellos a los que, en 2000, prometió Fox sacar a patadas de Los Pinos.

Toda una historia de lucha por la democracia se verá entonces traicionada. Inútil habrá sido el empeño de panistas ilustres, luchadores por la democracia, como Manuel Clouthier.

Puede Josefina, con un acto de honestidad y valentía, recuperar los principios de su partido. Principios que Diego Fernández de Cevallos, Vicente Fox y Felipe Calderón atropellaron.

Vergonzoso sería que, a cambio de impunidad para los gobernantes actuales, Vázquez Mota, cuyas posibilidades de ganar son nulas, terminara como alfil de la campaña de Peña Nieto. Refrendar la complicidad con los priistas es, a estas alturas, una traición que el PAN puede pagar con su propia existencia.

Difícil será que sobreviva como alternativa democrática viable si termina haciendo el trabajo sucio para Peña Nieto.

En esa dirección se mueven, precisamente, los integrantes del equipo de campaña de Vázquez Mota. En la línea de Los Pinos, y sabiendo que su candidata no es competitiva, han decidido meter las manos al fango y enderezar sus estrategias de guerra sucia contra López Obrador.

Los ataques contra Peña Nieto demostraron ser tan ineficientes como superficiales. Esa era una contienda puramente escenográfica.

La realidad es que el candidato de Felipe Calderón no era Ernesto Cordero, sino Enrique Peña Nieto.
Debe Josefina Vázquez Mota decidir ahora —y mandar una franca señal a sus simpatizantes— si permite que se la utilice otra vez o si, por el contrario, se presta y presta a México un servicio histórico.

Debe, pues, Josefina Vázquez Mota sumarse a la tarea patriótica de detener el regreso al pasado de este México herido.

Nada obtendrá Josefina, más allá de la vergüenza de haber contribuido a que México se hunda en el autoritarismo, si continúa en la contienda.

Dos proyectos se enfrentan en las urnas y ella debe decidir si está a favor de la transformación profunda que México necesita o si, por el contrario, se pronuncia por aquellos que, por décadas nos han saqueado.

Llamar a sus seguidores a votar por Andrés Manuel López Obrador. Sumar fuerzas con los que pretenden salvar a México de ese vergonzoso e incomprensible retorno al pasado es un acto de patriotismo y racionalidad.

No importa lo que digan las encuestas, ella, frente al espejo, sabe que sus posibilidades se reducen dramáticamente.

No se trata de un problema de competencia personal, sino del legado de ineficiencia criminal y guerra que, muy a su pesar estoy seguro, ella terminó encarnando.

Nada le dice al votante su discurso. Menos le dicen sus múltiples errores. Va cuesta abajo y no hace falta que nadie se lo diga. Ella lo sabe.
Va cuesta abajo, además, porque, como en el dominó juega contra dos enemigos y un traidor. Felipe Calderón y antes Vicente Fox han pasado 12 años fortaleciendo al PRI, preparando su regreso.

Ninguna posibilidad hubieran tenido esos que hundieron al país en la miseria, la impunidad y la corrupción si esos dos mandatarios panistas, traicionando el mandato recibido en las urnas, no les hubieran tendido la mano.

Dinero, influencia, espacio político; una verdadera plataforma para recuperar la Presidencia de la República construyeron Fox y Calderón para los priistas.

No se trata solo de los errores cometidos, que son muchos y pesan. Se trata fundamentalmente de una franca y sucia complicidad, establecida, desde la Presidencia de la República con aquellos a los que era su deber someter ante la justicia.

Porque de eso, precisamente, es de lo que hablamos; de que un partido que ha cometido incontables delitos vuelva, impune y legitimado, por sus fueros.

¿Quiere eso sobre su conciencia Josefina Vázquez Mota? ¿Quieren eso los que, al votar por ella, harán un servicio a Peña Nieto? No lo sé.

Lo cierto es que estamos ante la hora de la verdad. Honestidad, valentía y patriotismo se necesitan para detener a la maquinaria del revolucionario institucional.

Si Josefina da un paso al frente eso será posible. Si a ella la acompañan los que por el PAN quieren votar no llegará a Los Pinos Enrique Peña Nieto.

Es el momento de sumar fuerzas. No hay derrota que pese cuando se salva, con un gesto valiente, a un país entero de caer de nuevo en el pasado.

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