27 mar 2007

Ricardo Monreal en Milenio:

Un segundo piso para la izquierda

Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva han sido puntuales y puntales en el monitoreo del movimiento de López Obrador. Específicamente en ese contraflujo del desencanto que la protesta poselectoral generó en diversos sectores de la sociedad.

Pero la realidad es la realidad y ayer ambos coincidieron en su valoración sobre la Convención Nacional Democrática y el papel de AMLO. “Fue un buen fin de semana para la CND. En primer lugar, porque nos demostró a los escépticos que el liderazgo de AMLO sigue ahí. No en los rangos de otros tiempos, pero el tabasqueño reapareció en la capital con más vitalidad y parque del que algunos suponíamos”, diagnosticó Ciro.

“Si bien López Obrador y el perredismo siguen teniendo su principal santuario en la capital del país, no puede soslayarse el hecho de que en la demostración de ayer participaron feligreses de Quintana Roo, Durango, Zacatecas, Veracruz, Oaxaca, Sinaloa y del Estado de México, ni es poca cosa que también marcharan sindicalistas independientes y universitarios… como sea, ‘El Peje vive y la lucha sigue’. Suponer lo contrario es apostar a perder”, concluyó Carlos Marín.

“Es su voto duro”, dirán los rudos. “No vuelve a juntar 15 millones de votos”, dirán los miopes. “Va de salida”, dirán los de la entrada. “No hace sombra”, dirán los asoleados por el sol azteca. El hecho es que uno de cada tres votantes sigue pensando que el 2 de julio hubo fraude. Y uno de cada cuatro volvería a votar por la fórmula AMLO-CPBT.

Que el PAN tiene ahora más simpatizantes que hace ocho meses. ¿Por qué no somete entonces a algún tipo de consulta ciudadana las decisiones de política económica de su gobierno, la ley del ISSSTE, la política de seguridad pública, la concesión de carreteras y alguna de sus acciones privatizadoras futuras?

La CND es la mejor prueba de que el movimiento ciudadano y López Obrador siguen allí. Ni los yerros propios –que por supuesto los hubo–, pero ante todo ni el cerco informativo, ni el avasallamiento legislativo, ni los libros blancos sobre el 2 de julio han podido sepultarlo, marginarlo, olvidarlo. Esto es más que un voto duro. Es un voto refractario, blindado y resistente. Resistencia, en efecto, es el nombre del juego. Resistencia es la matriz de la izquierda social. Resistencia es la materia prima de una oposición electoral seria y creíble. Resistencia es el resorte para seguir adelante.

¿Basta con la sola resistencia? No, por supuesto. Hace falta construir allí donde intentaron demoler. Cimentar allí donde sólo se abrió una zanja. Enyesar las fisuras. Reforzar las columnas. Elevar lo que ahora se mueve a ras de tierra… Un segundo piso para la izquierda mexicana. Hacia allá apuntó la CND.

Un segundo piso que permita transitar a las izquierdas (electoral, parlamentaria, social y a la propia revolucionaria) en una misma dirección; sin atropellarse y con respeto a sus propios límites de velocidad, pero enfilados hacia el mismo punto cardinal.

Un segundo piso programático, donde confluyan las banderas de ayer con las causas de hoy. La libertad de las personas con la seguridad de la sociedad. La igualdad esencial de todos con el derecho específico a la diferencia. La rectoría del Estado y la autoría del mercado. El Estado Social y el Estado de Derecho. Lo local-nacional con lo global-universal. La soberanía del todo con la autonomía de sus partes. La gobernabilidad y el pluralismo. La manufactura y la mentefactura. La educación pública y la educación de calidad.

Un segundo piso organizativo que permita el libre tránsito –sin casetas de cobro y con muchos puentes peatonales bien terminados– a 60% de los ciudadanos que no tiene partido ni corriente ni tribu, pero sí está decidido a participar en torno a una causa, a una red y a una acción concreta. Las amas de casa que quieren tarifas de luz más económicas, los jóvenes que quieren educación y no marginación, las mujeres que pugnan por igualdad de derechos laborales, los migrantes que luchan por sus derechos allá y acá, entre otros.

Un segundo piso transgeneracional, que le abra paso a una segunda y tercera generación de jóvenes de edad y de ideas; transterritorial, que una y comunique al norte con el centro y el sur de México; transversal, que dé sentido de pertenencia, no de separación, a los indígenas, a los trabajadores del campo y la ciudad, a los profesionistas, a los empresarios, a los intelectuales. En suma, un segundo piso que vea hacia el frente… el Frente Amplio Progresista.

Ciro y Marín tienen razón. Hay que dar por vivo a AMLO.

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