26 feb 2010




El no al no






63 intelectuales y políticos en receso nos llaman a aprobar las reformas propuestas por Calderón y convocan a decir no al no. Hemos tenido éxito en el no a la privatización de la industria petrolera, al encarcelamiento de los consumidores de drogas, a la facultad de los agentes de policía de invadir cualquier domicilio, entre otros difíciles trances negativos. Pero hemos sido aplastados por el sí en el aumento de impuestos en plena recesión, los sub ejercicios presupuestales en obras públicas, la incomunicación de reos por sólo mencionar algunas derrotas.

En un país que se dice democrático el no forma parte indispensable del sistema. ¡Cuántos no hicieron falta para impedir dictaduras y guerras! ¡Cuántos no faltaron en Estados Unidos para detener a Reagan y a Bush! Ahora, cuando Calderón propone que el Ejecutivo pueda suspender garantías cuando se le antoje, ¿habría que decir que sí con tal de bajarse de la lista de la generación del no? ¿Tendríamos también que apoyar la idea de Calderón de que el presidente legisle por decreto bajo la llamada afirmativa ficta?

La pluralidad no es inmovilismo. Éste es producto de una mala manera de conducir la lucha política, de ausencia de liderazgo. ¿Qué hizo Calderón frente a la crisis? Realizó con el PRI una vergonzante y vergonzosa coalición parlamentaria para aumentar las cargas impositivas y dejar a los oligarcas sin pagar impuestos.

Los abajofirmantes contra el no sólo dicen sí al proyecto de Calderón pero ignoran otras propuestas. ¿No están de acuerdo con el referéndum facultativo popular para que los ciudadanos puedan votar las leyes objetadas? ¿No están de acuerdo con el derecho ciudadano de revocar el mandato de los gobernantes? ¿Tampoco aceptan el plebiscito como instrumento con el que la mayoría pueda resolver los conflictos sobre temas de la administración pública?

No sé de dónde sacan los abajofirmantes que es mejor que el voto negativo sea determinante en una elección. Esto es lo que apoyan al exigir que se admita la segunda vuelta presidencial. Pero, además, la gobernabilidad, como le llaman a eso, carece de sentido cuando permite que el voto negativo se imponga en las urnas. Es mucho mejor que se gobierne con un programa apoyado en el voto positivo. Lo que se busca es la fabricación artificial de una mayoría absoluta sin importar cómo sea la sociedad. La propuesta de Calderón es peor porque es un plan con maña: propone que la elección de legisladores se lleve a cabo al mismo tiempo que la segunda vuelta presidencial, con lo cual los partidos que no se ubiquen en la disputa final quedarían borrados en el Congreso. Esto último no existe en ninguna parte del mundo.

¿Los abajofirmantes no están de acuerdo con la autonomía del Ministerio Público y de la Auditoría Superior de la Federación, con acción penal para esta última? ¿Tampoco están de acuerdo con que exista juicio político operante y se puedan remover a los altos funcionarios ineptos y abusivos? ¿Acaso no es necesario acabar con ese sainete llamado desafuero para que los legisladores, gobernantes y ministros de la Corte que sean acusados de algún delito comparezcan ante la justicia como cualquier otra persona?

La propuesta de Calderón que aumenta derechos ciudadanos es la relativa a las candidaturas independientes, la cual figura en el programa del PRD desde hace muchos años, pero con acceso gratuito a radio y televisión y con financiamiento público.

Los abajofirmantes nos lanzan una petición. Dicen, “Amigos(?) legisladores: aprueben las reformas y demos inicio al debate de fondo: ¿qué futuro queremos para México?” Cualquiera podría pensar que las cosas son al revés. Primero se abre el debate y luego se vota. Quizá por esto el manifiesto “No a la generación del no” apoya sin argumentos los puntos presentados por Calderón e ignora por completo las propuestas de los demás partidos. ¿Así se mejora un país?

pgomez@milenio.com








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