15 oct 2010


¡Viva Chile, mierda!



Jorge Camil


Con ese grito nacional de victoria, un Sebastián Piñera emocionado invitó a los presentes a entonar el himno nacional chileno cuando se rescató al último minero. En ese momento, para mí, el mito de que Vicente Fox fue en sus tiempos de vendedor de cocacolas un empresario ejecutivo se derrumbó frente al verdadero liderazgo mostrado por el presidente Piñera en Copiapó. Fox y Piñera, ambos con antecedentes empresariales, enfrentaron catástrofes similares: Fox en Pasta de Conchos y Piñera en la mina San José. Sólo que en el caso de México la catástrofe terminó en tragedia, con la muerte de los 65 mineros. En Chile, por el contrario, los 33 mineros atrapados a 700 metros de profundidad fueron buscados, encontrados con vida y salvados con una rudimentaria cápsula que, auxiliada por una polea, subió a los mineros, uno por uno, hasta la superficie. Florencio Ávalos, el primer rescatado, fue recibido como un conquistador: un Cristóbal Colón, un Neil Armstrong que representaba en ese momento a la raza humana venciendo a la adversidad. ¡En pleno siglo XXI el hombre seguía conquistando el mundo!

Mientras se planeaba el rescate el gobierno chileno les dio ayuda médica y equipo de comunicaciones (uno de ellos presenció el nacimiento de su hija). En el caso de México ni Fox ni su esposa metieron las manos. Con la actitud escapista que caracterizó al régimen (¿y yo, por qué?) aceptaron sumisos la cómoda decisión de los dueños de la mina de darse por vencidos a los cinco días de la explosión. Ahí comenzaron las justificaciones. Se dijo (seguramente por motivos económicos) que el rescate era imposible, y que el tiempo transcurrido, aunado a la profundidad a la que se encontraban los mineros (150 metros contra 700 en Chile), no daba esperanzas de vida (se mencionó además que la peligrosa acumulación de gases podría ocasionar otra explosión durante el rescate). En ese momento debería haber actuado el gobierno. ¡Los dieron por muertos con la complicidad del gobierno mexicano!

Fox jamás visitó el sitio de la tragedia ni se reunió con los familiares durante la angustiosa espera. Piñera, en cambio, visitó y acompañó a los familiares diariamente. Se convirtió en un familiar más que los alentaba a no perder la esperanza. (Evo Morales viajó a Chile para presenciar el rescate del único boliviano involucrado.) Durante la conferencia de prensa conjunta que Morales y Piñera ofrecieron a los medios, éste aseguró que esperaría al pie de la mina hasta que fuera rescatado el último de los 33 mineros. Piñera dijo entonces una frase que debería avergonzar a Vicente Fox: “Un presidente debe estar siempre al pie del cañón”.

En la noche en que los mineros chilenos comenzaron a ser rescatados Piñera convivió largas horas con los familiares, sentado en el suelo, tomando café y cantando con ellos canciones populares. Se trataba de vencer el miedo y la ansiedad que se apoderaban de todos. Hoy, el rescate de los mineros chilenos es un triunfo del gobierno de Piñera, de sus ingenieros y de los militares que diseñaron y ejecutaron la operación bajo su mando; también de las familias que confiaron en sus líderes y en la entereza de sus parientes atrapados por 69 días.

Como en un thriller, en el que sin decirlo todos nos imaginábamos lo que podría salir mal, el mundo se detuvo unos instantes: ¿resistiría el cable que sostenía la cápsula? ¿Se provocaría una explosión por la fricción de la cápsula contra la roca en la última etapa? Nada de eso ocurrió.

El momento en que la cápsula bajó finalmente hasta el fondo de la mina con uno de los rescatistas en su interior, surgieron aplausos y estrofas del himno nacional; el mundo entero aguardaba. Parecía que Chile enviaba un hombre al espacio, un nuevo Neil Armstrong en busca de la Luna. Y cuando el primer minero surgió sano y salvo, el presidente Piñera se convirtió en un líder internacional admirado por todos. Se jugó la presidencia y ganó.

Dicen que una imagen vale más que mil palabras, y por eso el abrazo que Florencio Ávalos (el primer minero rescatado) le dio al presidente Piñera dio la vuelta al mundo: fue un abrazo de dos hermanos, de dos seres humanos unidos por la felicidad, y por el orgullo de haber evitado una tragedia.

Aquí no hubo consideraciones mediáticas de qué pasaría con la imagen del presidente si el salvamento fracasaba, o de cómo afectaría la credibilidad del gobierno y las siguientes elecciones si se derrumbaba la cueva durante el rescate; se trataba de hacer lo imposible por salvar vidas humanas. Los mexicanos deberíamos sentirnos avergonzados por la falta de solidaridad mostrada por el gobierno de Fox con nuestros mineros.

En México cedimos la responsabilidad del rescate a los dueños de la mina, quienes los buscaron solamente cinco días. En Chile los rescataron tras 69 días de esfuerzos y de angustiosa espera. Por eso Piñera es hoy un líder de estatura mundial, mientras Vicente Fox organiza conciertos de Elton John en el rancho San Cristóbal, y vende boletos caros de 9 mil pesos. Frente a la euforia chilena los mexicanos debemos preguntar: “Fox, ¿y los mineros mexicanos?”

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