Pero antes, dos cosas. La primera. El Siglo de Torreón publicó esta semana una encuesta, a la que respondieron mil 843 personas, con una sola pregunta: “¿a quién le gustaría ver en la carrera presidencial?” Los resultados fueron estos: a Enrique Peña Nieto, 508 (27.6 por ciento); a Andrés Manuel López Obrador, 235 (12.8); a Josefina Vázquez Mota, 224 (12.2); a Beatriz Paredes, 171 (9.3); a Santiago Creel, 160 (9.0); a Marcelo Ebrard, 130 (7.1). Y por último, a otro, 409 (22.2).
Segunda. Hace tres días, en la blanca Mérida, durante una comida de viejos amigos, a la que asistieron priístas, perredistas y panistas (y este columnista gorrón), con el objetivo estratégico de saborear tacos de venado y chilmole de cerdo (en el restaurante La Hacienda de San Antonio, que dirige y anima el trovador y humorista Roberto Ardila Xic), un militante del partido de Beatriz Paredes, que detesta a Peña Nieto, dijo con genuina preocupación: “Hay que tener mucho cuidado con López Obrador. En el DF tiene millones de votos y puede volver a dar la sorpresa”.
Moraleja doble: tres años después de un incesante linchamiento mediático, López Obrador sigue siendo la única opción de verdadero cambio. Así lo perciben millones de capitalinos y, a la vez, pequeños grupos de personas en ciudades tan distantes y distintas como Mérida y Torreón. Esto explica por qué, en el sorprendente inicio de 2010, todos los partidos políticos –léase PRI-PAN-PRD-PT-C y demás– se han unido a la coalición encabezada por Felipe Calderón, los medios al servicio del régimen, la oligarquía y la alta burocracia, para sacar al político tabasqueño, de una vez por todas, de la lucha electoral.
O si no, ¿cómo se interpreta lo siguiente? Desde el 20 de noviembre de 2006, cuando tomó posesión en el Zócalo como presidente del “gobierno legítimo de México”, López Obrador emprendió una gira por los 2 mil 90 municipios constitucionales del país y los más de 400 municipios de usos y costumbres de Oaxaca, para formar comités y estructuras locales de organización, orientadas básicamente a la lucha electoral. En ese esfuerzo, el tabasqueño desplegó inagotable energía física y una tenacidad sin parangón, a lo largo de 2007, 2008 y 2009, años en los que, asimismo, condujo batallas tan duras e importantes como la defensa de Pemex.
Bien, ya están los comités municipales del gobierno legítimo en funcionamiento y creciendo. El esfuerzo no fue en vano, al contrario. Y llega el año electoral de 2010, en que se disputarán 12 gubernaturas. Pero entonces, los partidos que supuestamente responden (o respondían) a las expectativas del movimiento obradorista, le dan la espalda, lanzándose en pos de una absurda y saboteadora alianza con los partidos de la ultraderecha neoliberal, que ha saqueado y destruido el país. ¿Alguien puede entender, o por lo menos tratar de explicar, semejante disparate? ¿O simplemente hemos llegado al final del camino?
En las bases de la resistencia civil pacífica, por fortuna, abundan quienes, como Machado, saben que cuando se acaba el camino se hace camino al andar. Así lo demostraron los pejecomités de Tamaulipas, al manifestarse contra Lino Korrodi –el ex cerebro financiero de la campaña electoral foxista, de quien Jaime Martínez Veloz escribiera años ha: “si este hombre no es un gángster, qué desperdicio de cara”– para invitarlo a rechazar la candidatura al gobierno de ese estado que le había ofrecido Jesús Ortega. Pronto veremos cómo reaccionan los de Hidalgo, cuando les digan que “su” abanderada será la recontrafoxista Xóchitl Gálvez.
Pero volvamos a Quintana Roo, donde Gregorio Sánchez, el fanático religioso que gobierna al “pueblo de Dios” (véase el Desfiladero del 16/1/10), recibió ayer dos noticias. La buena, que el obispo de la prelatura Cancún-Chetumal, monseñor Pedro Pablo Elizondo, fue al Vaticano y logró que el papa Benedicto XVI bendijera los planos del parque bicentenario que Greg intenta construir en la reserva ecológica del Ombligo Verde. La mala, que ayer mismo, un juzgado civil canceló la obra, atendiendo una demanda legal interpuesta por los diputados Javier Geovani Gamboa y Francisco Amaro Betancourt, de los distritos locales 12 y 13.
Tulio Arroyo Marroquín, presidente de la organización ecologista Ombligo Verde, dijo a Desfiladero que Greg pretende financiar su “parque bicentenario, sede de los poderes divinos y terrenales”, mediante la privatización de 3.5 kilómetros de “áreas verdes y equipamiento urbano” del malecón de Cancún, que el alcalde aspira a vender a la empresa Roca Capital SA de CV, a un tercio de su valor, con la anuencia del director del Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), Miguel Gómez Mont, emparentado, claro está, con el secretario de Gobernación calderónico, por lo que el bisne, estimado en 20.4 millones de dólares, deduce este columnista, podría salpicar muy, muy, muy arriba.
Sin embargo, el asunto se ventila en la sala constitucional y administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Quintana Roo, donde pesa otra denuncia contra Greg porque trató de cambiar ilegalmente el uso de suelo del malecón, a fin de hacerlo apto para la construcción de condominios, que arruinarían la laguna natural de Nichupté.
Pregunta. ¿Este precursor de la teocracia (“gobierno de Dios”), enemigo de la ecología y amante de los negocios oscuros, será el candidato del movimiento de López Obrador en Quintana Roo? Por lo pronto, ya se tomó la foto en compañía de Manuel Camacho Solís, el siempre afable y decorativo Alejandro Encinas y los dirigentes del PRD-PT-C, quienes esperan ansiosos a que de un momento a otro se les una el PAN.
Respuesta. La fuerza del PRI en Quintana Roo es tan extensa y profunda que Greg no tiene la menor oportunidad de alzarse con la victoria. Obtendrá, sin embargo, una votación aceptable y los partidos recibirán buenas prebendas. Finalizado el sainete, el candidato de Dios quedará bien posicionado para buscar una senaduría en 2012. Y todos los políticos involucrados en la jugada brindarán con champaña. Pero habrá otras consecuencias: el desencanto afectará a las bases de la resistencia civil pacífica y el desgaste será, sobre todo, para Andrés Manuel.
Lo que suceda en Quintana Roo bien puede establecer un paradigma para el resto de los estados donde habrá elecciones este año. El PRI las ganará, de todas todas, el movimiento se debilitará y López Obrador se verá en la necesidad de replantear muchas cosas. Antes o después se pondrá de manifiesto que entre los individuos como entre las naciones, cuando se acaba el camino no hay más remedio que seguir haciendo camino al andar.
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