24 sep 2009




Secretos del poder



Lydia Cacho
Plan B
24 de septiembre de 2009



¿Por qué le tenemos tanto miedo al poder en México? No solamente miedo a quienes ejercen el poder, sino al propio poder.

Parece que una parte de la sociedad no cree en la rendición de cuentas, cada vez encuentro a más gente enojada porque las y los periodistas criticamos a las instituciones que fallan en sus tareas. Hay una visión distorsionada de la ciudadanía sobre nuestros derechos, responsabilidades y su efecto transformador.

No imagino otra forma de cambiar como individua, o como país, si no soy capaz de analizar, de saber qué funciona y qué falla. Creo que las instituciones son imprescindibles para que un país marche bien. Por eso acudo a ellas para denunciar, para pagar impuestos.

Tengo claro que todas las personas que trabajan para el Estado, desde la Presidencia hasta los gobernadores, la Suprema Corte, el IFE, la PGR y Hacienda, son nuestras empleadas, y si México fuera una empresa una buena parte habría perdido su trabajo por falta de rendimiento, por incumplimiento de metas prometidas, por robar, por falsear información, por impedir la efectividad de sus colegas. Yo acudo a las instituciones porque es mi derecho y exijo transparencia porque es su obligación.

Hace casi una década fundé y presido un centro de atención a víctimas en Cancún; había un vacío y sentimos la responsabilidad de llenarlo, pero no tendría sentido si no trabajáramos paralelamente para mostrar las fallas y los aciertos de las instituciones responsables de asegurar la justicia y el bienestar. Una cosa no exime a la otra. La única manera de crear una cultura de derechos humanos es con instituciones sólidas, y sólo accediendo y exigiendo su efectividad y honestidad lo lograremos.

Como ciudadana a mí me toca no corromper y no sobornar, respetar las reglas y a las y los demás. No me toca gobernar ni someterme a quienes gobiernan, sino ser responsable y exigir un buen gobierno sin miedo a la venganza de los poderosos. Nuestros derechos civiles no son mudos ni sordos ni mancos, tienen vida y asumirlos tiene un costo. Tal vez el miedo esté en asumir ese costo.







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