16 may 2010


#JefeDiego: ¿Quién sigue? O la democratización del peligro





Federico Arreola


La perdida guerra de Felipe Calderón contra el narco ha llegado a la etapa previa al desastre: la del terrorismo.


Porque fue un acto terrorista, sin lugar a dudas, el ocurrido en un bar diseñado para los jóvenes de clase alta de Torreón, donde un grupo armado disparó contra los asistentes; hubo ahí 8 muertos y 18 heridos.


También, fue un acto terrorista el secuestro, hasta donde se sabe con lujo de violencia, del “jefe” Diego Fernández de Cevallos en su rancho de Querétaro. Por supuesto, solo la lógica del terror puede explicar lo que ha pasado con el ex senador panista.


Los casos mencionados son evidentemente una advertencia: los grupos mafiosos, cansados de pelear a diario entre ellos y contra las fuerzas armadas, han decidido presionar para lograr un alto al fuego por la vía de atentar contra inocentes, como en Torreón, y contra líderes políticos y empresariales, como en la hacienda del Jefe Diego y como en el incidente de hace una semana en Monterrey, del que hoy se ocupa Pancho Villa en su columna (http://sdpnoticias.com/sdp/columna/pancho-villa-panchovillaxxi/2010/05/16/1045272): el intento de secuestro de parte del crimen organizado, con el apoyo de la llamada Policía Regia, en perjuicio del hijo de uno de los hombres de negocios más poderoso de México. Este muchacho la libró por muy poco y porque tuvo mucha suerte. Lo que resultó claro es que, frente al poder de la mafia, no es suficiente viajar por las calles de nuestras ciudades en coche blindado vigilado por escoltas armados en otros vehículos.


¿Quién sigue? Cualquier persona que se quede a vivir en México. Ya nadie está seguro. A partir del sábado es peligroso acudir a los eventos masivos. Y ahora, ni hablar, el riesgo se ha democratizado: hasta los poderosos están en la mira.

Mal destino el mexicano. Estamos celebrando las fiestas del centenario y del bicentenario de dos grandes guerras civiles creando las condiciones para que se consolide una tercera que, a juzgar por sus primeras estadísticas, luce tan brutal como cualquiera de las anteriores.




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