8 abr 2010






Los asesinos de Paulette






Las secuelas y el tinte político
• El show ¿debe continuar?

No hay legado más valioso, mi estimado, que la honradez. En México hay un serio problema de discriminación en todas sus modalidades, tonos, colores y formas. La discriminación a las personas con discapacidades (ahora las llaman capacidades diferentes) es una innegable realidad que pega en el ánimo, sobre todo cuando se trata de niños. Programas, planes, esquemas y estrategias altruistas han estado en el centro del gran problema pero ¿qué sucede cuando la discriminación nace, se forma y sucede dentro del seno familiar?

Mejor aún, my friend, ¿y si esa familia es una de clase media alta, con ciertas relaciones divertidas de poder, de negocios, de amistades y con ese distintivo grado de frivolidad social…? Sin duda debe haber varios pero en este específico caso se llegó al límite de la mezquindad, de la miseria humana, de la mentira y de la simulación.

El caso es, of course, el de la pequeña Paulette, quien tuvo una suerte de discapacidad que desencadenó el alejamiento, el abandono, la desidia, el desinterés y en una de ésas, la pena… social de ambos padres. Una niña que creció con el amor y el cuidado... de las nanas, que en esta atractiva época se han convertido en el sustituto de madres que no trabajan, que van a los gimnasios, que beben, que se revientan, que ingieren antidepresivos y cuyos maridos trabajan y se alejan formándose una fractura que deviene en problemas matrimoniales y en una disfuncionalidad familiar.

Paulette no estuvo en el radar del cariño de los padres que han hecho un execrable circo alrededor de la neblina de su desaparición e imperdonable muerte. Esa muerte que develó la putrefacción de la indiferencia familiar y la hipocresía que hoy pesa como pequeña lápida en las conciencias de los protagonistas de la macabra historia.

Una triste historia que fue desarrollada por la incapacidad de los funcionarios de Bazbaz, que no sólo empinaron la credibilidad de la autoridad mexiquense sino mostraron el horror de la discriminación hacia una inocente criatura. El escalofriante capítulo comenzó por la actitud de la misma autoridad hacia la figura de la madre que pasó de los trastornos de personalidad, a ser indiciada, arraigada e imputada públicamente desencadenando un linchamiento social, un escándalo mediático al que se sumó la execrable figura paterna. Se habló de asfixia, de tentativa de homicidio hasta que apareció el cuerpo… que le dio el tiro de gracia a la torpeza. El cadáver, que con el paso de los días demuestra que pudo haber estado todo el tiempo en ese lugar... sin ser descubierto. Una pequeña con discapacidad motora que acaso se rodó de la cama o no pudo salir de ella y al caer boca abajo, con la cinta en su boca por razones de su invalidez y que sumado a su discapacidad motora, mi estimado, no logró librar la asfixia de su propio peso.

El quid radica en el inédito teatro de la procuraduría y del titular de la pericial, Mario Carrasco, quien le manejó verdades a medias a Bazbaz: que si los sabuesos, que si la revisión del inmueble, de la recámara y de lo que se consideró en un principio como una escena de un crimen que fue alterada en un desaseo jurídico-pericial digno de Animal Planet.

La aparición del cadáver sólo arroja dos hipótesis: fue sembrado o siempre estuvo ahí, pero con el paso de los días la investigación científica va develando, por las huellas de lividez en el cuerpo de la niña… que tal vez estuvo siempre ahí. Ahí como testigo mudo del circo mexiquense.

Ahí donde en la arena de las tres pistas Paulette se convirtió en la madeja de intereses, de vilezas, tragicomedia, histeria, farsa y show. Mucho show. En escena la madre que no lloraba, el repugnante padre acusador, el dolor de las nanas, la amiga del reventón, el amante del gimnasio, los amigos poderosos, las hermanas, la familia. Una novela sin final feliz. Sin un asesino(a) que haga las portadas, la nota justificando la absoluta ineficiencia de la autoridad y la inmundicia familiar que ahora además, busca venganza.

Chingón.

Al final, posiblemente Paulette (q.e.p.d) murió por la indiferencia, la soledad, el aislamiento y abandono. El procurador debe entregar cuentas claras, la verdad de los hechos, despedir al equipo pericial y todos los involucrados en el mierdero de investigación. Levantar el tiradero, donde faltan aún los atractivos tintes políticos y esperar las secuelas de su temerario arrojo acusador.

Y los padres de Paulette, my friend, vivir con la conciencia recordándoles su imperdonable miseria humana.

gomezalce@aol.com










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