6 jun 2010


El Despertar


No vendrá desde arriba





José Agustín Ortiz Pinchetti


El cambio que el país necesita no vendrá de las elites. Sólo un movimiento popular fuertemente articulado con ideas y estrategias claras puede cambiar nuestra trayectoria hacia abajo.

Las elites mexicanas son una densa trama de grandes burócratas, jefes de la partidocracia propietarios de monopolios y sus clientelas militares, jerarcas religiosos e intelectuales más o menos orgánicos. Se ha cristalizado. La movilidad de mediados del siglo XX se detuvo. La concentración del ingreso y las oportunidades aumentó. Las elites han impedido la modernización y han hecho naufragar la transición a la democracia. Gran parte del viejo régimen sigue intacto y ahora nos van a proponer su restauración.

Pero el país necesita con urgencia reformas. La violencia, el crimen organizado, el estancamiento de la economía, la descomposición de las instituciones forman un conjunto decadente. El futuro es oscuro. Nada se hace para conjurar los peligros. Las reformas legales no llegan por los intereses de la clase política, los sindicatos y los monopolios. La derecha propone ahondar en políticas experimentadas durante 30 años con pésimos resultados.

¿Por qué no reaccionan las elites? La mayoría de ellos son inteligentes. No pueden negar que nos acercamos al precipicio, pero están cómodamente situados en sus nichos. Conservan lujos, destinos, prioridades hábitos y vicios. Sus restaurantes están repletos. Viajan al extranjero y se mueven como trapecistas de un puesto a otro sin perder estatus. No quieren competencia. Hay que ver qué bien les va a los monopolios en la Bolsa de Valores. Los sufrimientos de las clases populares y la caída de la clase media les tienen sin cuidado. Sucede que la crisis no los ha mordido lo suficiente. Algunos de ellos han sufrido actos de violencia y todos viven en una sensación de deterioro, pero aceptan un derrumbe lento con tal de que ellos sigan viviendo bien. Sólo un hecho espectacular, un sabotaje, magnicidio o secuestros políticos los sacudiría como en 1994. En este sentido hay que leer la desaparición de Diego Fernández de Cevallos. Cabe el riesgo de que si estos fenómenos se dan, las clases dirigentes se atrincheren aún más.

Valdría la pena indagar cómo un gran movimiento popular con propósitos definidos y muy bien organizado podría ser el verdadero portador de futuro.

jaorpin@hotmail.com




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