16 dic 2007

El Despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti
jaorpin@yahoo.com.mx

Hacia 2008: ¿crisis del inmovilismo?



Temporada de pavos. Al llegar la hora de desplumar guajolotes acostumbramos “cortes y previsiones” evaluar el año que termina y pronosticar el siguiente. Por lo general, estos curiosos ejercicios se centran en el Poder Ejecutivo ¡Mejor será observar el conjunto! Ver a la sociedad mexicana con sus 110 millones de habitantes (amén de otros 20 que buscan destino afuera), sus complicadas estructuras y en la corona las instituciones y las clases rectoras. Este mural muestra dos caracteres negativos: el raquítico crecimiento económico y la monstruosa desigualdad social. Ningún estudio serio se atrevería a desafiar estas observaciones.

Si nos atenemos a una visión dinámica nos daremos cuenta que hoy estamos peor que hace 10 años. La causa son decisiones erróneas o perversas y la incapacidad de rectificar del gobierno y de la elite en las décadas recientes. Y algo peor, si nos comparamos con lo que sucedía hace 40 años o hace 100, las cosas se vuelven aún más negativas. En 1907, en el apogeo del porfiriato, o en 1967, en el del PRI, había una injusta distribución del ingreso pero la economía prosperaba. En ambos casos existía una inconformidad que crecía peligrosamente. Hoy no crecemos y tampoco repartimos mejor.

Lo que es peor, ni en el pasado sexenio ni al iniciarse éste se han tomado las medidas indispensables que nos permitan crecer y empezar a redistribuir. Habrá quien diga que el cuadro no es tan malo en la política: transitamos de un régimen autoritario a una incipiente democracia. Me temo que tal afirmación provocaría, si no sonrisas irónicas, sí carcajadas en mis lectores; el actual gobierno impuesto por un fraude electoral no ha podido “legitimarse” en el ejercicio. El resto de las instituciones, empezando por la Suprema Corte, el Congreso, los gobernadores, están en uno de sus puntos más bajos de credibilidad.

Ante este cuadro sólo un irresponsable podría sentirse complacido. Máxime cuando los indicios de descontento abarcan no una pequeña fracción de inconformes, sino a millones. Como a principios de siglo y al final de los sesentas, la gente está despertando. Esto se debe a que siente en carne viva los efectos de la opresión en su vida cotidiana y en su destino y el de sus hijos. Al terminar 2007 los mexicanos debemos sentirnos preocupados. Nadie desea el derrumbe, pero seguir en la ruta del inmovilismo podría acercarnos a una crisis mayor.

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