El contubernio Yunque-Calderón
Álvaro Delgado
México, D.F., 10 de diciembre (apro).- Hasta no hace muchos años, en realidad desde que adoptaron a Carlos Salinas como el principal mentor en economía y en política, a los panistas les eran repugnantes diversas fórmulas del oficialismo priista, como los “candidatos de unidad”, las “cargadas”, el “dedazo”, la “línea” y otros comportamientos descritos con esos terminajos, a los que contraponían su larga historia de normas y prácticas democráticas.
Pero al irse consolidando como receptáculo de la hemorragia priista, al extremo de igualarse y desplazar de esa condición al PRD, la cultura y el lenguaje del Partido Acción Nacional (PAN) se ha degradado hasta convertirse en lo que Carlos Castillo Peraza llamaba “una calca antipriista del PRI”, es decir, una “versión estrepitosa de una misma cultura que en nada altera la esencia de ésta”.
En efecto, si las fórmulas que solían ser patrimonio priista fueron ensayadas cuando Germán Martínez Cázares se convertía en el candidato único a la presidencia del PAN, en una desierta campaña que sin embargo oficialmente le costó un millón 300 mil pesos, este sábado 8 se impuso otra novedad en ese partido: la “votación soviética” de casi el ciento por ciento de los miembros del Consejo Nacional.
La inconveniente ausencia de un puñado de consejeros --uno de ellos, Juan José Rodríguez Prats, enfermó la víspera-- y la abstención de otros tantos lastimó lo que se perfilaba como una hermosa unanimidad en favor de Martínez, una vez hechos todos los amarres para el reparto del poder conforme a las cuotas de las que no son tribus, como entre los perredistas, sino feroces hordas que tienen colocado a ese partido en el primer lugar de riñas en el tribunal electoral.
Desde hace unos meses las cosas se fueron acomodando de tal forma que la ‘cuasiunanimidad’ en favor de Martínez obedeció al pacto que terminó de consolidarse la víspera, no con El Yunque --la organización secreta de extrema derecha que desde la campaña presidencial estaba ya jugando con Calderón y varios de cuyos integrantes están en la nómina--, sino con una parte de él, el grupo encabezado por Manuel Espino.
En efecto, tal como lo anticipó el guanajuatense Ricardo Sheffield, subsecretario de la Reforma Agraria y allegado a Juan Camilo Mouriño, la guerra no era ni es contra “El Yunque dogmático”, al que pertenece por ejemplo César Nava, secretario particular de Calderón, sino contra “el Yunque pragmático de Manuel Espino y su grupo” (El engaño: prédica y práctica del PAN).
La tensión que hubo entre Espino y Calderón, con sus respectivos grupos, durante los más recientes meses, obedeció no a una concepción ideológica contrapuesta o al menos distinta, sino a la disputa por los espacios de poder, y al final desembocó en un intercambio de impunidad, sello de quien se ostenta como titular del Ejecutivo federal:
Al amago de Calderón de proceder contra Espino por diversas irregularidades y aun delitos por negocios oscuros, un expediente integrado por la Procuraduría General de la República (PGR), el presidente saliente del PAN respondió con la amenaza de revelar abiertamente los entretelones nada higiénicos de la elección presidencial --entre ellas la aprobación de la “Ley Televisa”-- y sus más recientes pactos con gobernadores sátrapas como Mario Marín, Ulises Ruiz y Eugenio Hernández.
La insólita presentación que de Martínez hizo Carlos Abascal y la incorporación de otros representantes de El Yunque al Comité Ejecutivo Nacional, entre los 23 propuestos por el propio presidente entrante, sólo confirman el nivel del pacto, que pasó por el contubernio de la Santísima Trinidad: los gobernadores de Guanajuato, Juan Manuel Oliva; de Jalisco, Emilio González Márquez, y de Morelos, Marco Antonio Adame.
En suma, para el partido de la derecha el pacto entre Calderón y El Yunque en pleno resulta edificante, así sea con todo el sello del priismo que tanto les repugnaba y del que han abrevado con avidez, pero no es una buena noticia para los ciudadanos todos.
Más allá de los pactos internos en el PAN, que en todo caso resultan tan entendibles como los que se efectúan en cualquier partido político, lo grave es lo que dio lugar a todo esto: la consolidación de un jefe máximo en el partido de la derecha, que lo es sólo porque ostenta el más alto cargo gubernamental en México.
Al cúmulo de información que en este sentido se ha presentado en este espacio en varias entregas, y que está documentado también en el libro antes mencionado de la autoría de este articulista, se suman las numerosas justificaciones de Martínez sobre la relación con Calderón y el gobierno.
Una y otra vez dice garantizar que el PAN no se subordinará al gobierno y que él sabe decirle no a Calderón, a quien sin embargo obedeció para usar como hotel de paso, durante nueve meses, la Secretaría de la Función Pública (SFP) y después cumplir las tareas partidistas que le encomendó.
Y a explicación no pedida, relevo de pruebas.
Por cierto, conviene emplazar a Germán Martínez a que fije, en nombre de su partido, una posición ante el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) sobre la absolución de Mario Marín en la represión de la periodista Lydia Cacho.
Puede anticiparse, sin embargo, lo obvio: imitará a Calderón, su jefe, en el silencio, que es el lenguaje de la cobardía, o la justificación de que la ley es la ley.
Y la razón es sencilla: los pactos de impunidad de Calderón con los gobernadores priistas no sólo siguen, sino que se profundizarán.
Apuntes
A propósito de Germán Martínez y del sucio proceso de selección de tres consejeros del Instituto Federal Electoral (IFE), conviene recordar que se ufanaba de haber sido él, junto con Elba Esther Gordillo, los que impusieron a los miembros del Consejo General encabezado por Luis Carlos Ugalde. Martínez era diputado federal en octubre del 2003 y pactó la integración facciosa de la mano de Roberto Campa, operador de Gordillo y actual secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública por disposición de Calderón: “Yo puse a los consejeros electorales. Entre Roberto Campa y yo los amarramos.
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