1. La situación caótica de México es cada día más grave en lo social y en lo económico, y a la violencia generada no por los narcos sino por el gobierno calderonista (en particular en los estados gobernados por el PRI y el PRD), se suceden nuevas amenazas, como la iniciativa para instaurar un Estado policiaco o la cancelación del derecho de las mujeres a disponer de su cuerpo, y ahora para instaurar por decreto un gobierno de componenda PAN-PRI.
2. El desencuentro del PAN con el PRI, los dos partidos de la derecha, aliados para imponer en 2006 por la vía del fraude a Calderón en la silla presidencial, se está tratando de arreglarlo por medio de una serie de iniciativas de varios priístas, atrás de las cuales se ve la mano de Carlos Salinas de Gortari, y que dejan traslucir una oferta del PRI al PAN para instaurar un gobierno homogéneo de ultraderecha, a fin de seguirle cancelando derechos a los mexicanos.
3. El desencuentro actual entre el gobierno panista y el PRI lo caracterizó mejor que nadie Enrique Peña Nieto al ser entrevistado por Ciro Gómez Leyva en Milenio Televisión el martes 27, en donde por lo menos en cuatro ocasiones el ex gobernador mexiquense reiteró con simpleza, al más puro estilo salinista, que el gobierno rompió su alianza con el PRI al impulsar a mediados de 2010 las alianzas PAN-PRD, que iban precisamente contra el PRI. El agravio del priísmo con Felipe Calderón no es por lo tanto por hundir a México en un baño de sangre para facilitar el desmantelamiento del Estado nacional, por abdicar de la voluntad soberana de México para hacer viable el control de la seguridad interna por agencias de Washington, por pisotear la Constitución para entregar el petróleo y los recursos estratégicos a las trasnacionales, por forjar un entramado de corrupción sin paralelo entre sus allegados o por hacer nulos los derechos sociales de los mexicanos, medidas que en mayor o menor medida han avalado los priístas. Es por pretender liquidar históricamente al PRI.
4. En otras palabras: lo que Salinas y el PRI reclaman a Calderón no es su traición a México y a la Constitución que protestó guardar, sino su traición al PRI, al lanzarse desbocado en 2010 y 2011 en la vía que definieron en los años 80 los asesores de Ronald Reagan y George Bush e hizo suya la ultraderecha mexicana: la de buscar el exterminio del PRI, por ser el emblema del Estado intervencionista, y terminarlo como una alternativa, lo que ha sido desde entonces el deseo más profundo del fanático ultraderechista y cerril que es Felipe Calderón, por mucho que haya sido el PRI el que en 2005-2006 lo instaló en la silla presidencial y lo cobijó en sus primeros años de supuesto “gobierno”.
5. La alternancia acordada en 1989 se produjo en México en 1997 y en 2000, al montarse la “clase política” sobre las demandas del pueblo que exigía una verdadera y real democratización, y se concretó en acuerdos oscuros, no escritos e impulsados desde Washington, sin el consenso del pueblo, para que el PRI entregara temporal y no definitivamente el gobierno al PAN (todo ello para cerrarle el camino a las fuerzas populares), acuerdos que según los priístas Calderón busca ahora desconocer.
6. La segunda fase de esta oferta está implícita en las declaraciones hechas por Humberto Moreira (presidente del CEN del PRI) el lunes 26, al recordarle a Calderón que con Cordero o con Josefina el PAN tendrá que salir de Los Pinos y está destinado a ser la tercera fuerza política en el Congreso, luego de su fracaso histórico, ya que el verdadero oponente a vencer por los dos partidos de la derecha –el PAN y el PRI– es Andrés Manuel López Obrador, al que Calderón ha buscado en vano disminuir con la manipulación grosera de los medios, terminando por lo visto por creerse sus propias mentiras.
7. La encuesta del Gabinete de Comunicación Estratégica sobre las preferencias en el PRD, difundida el miércoles 28 por Milenio Diario, que da 62 por ciento a López Obrador contra 27 por ciento a Ebrard, no hace más que confirmar lo que todo mundo sabe, de ahí la cólera de panistas y chuchos perredistas al evidenciarse que sólo mediante un fraude descomunal podrían imponer a Ebrard como abanderado “de la izquierda” para que fungiera malgré lui como comparsa de la derecha. De ahí la insistencia de Moreira en que las dos fuerzas de la derecha neoliberal entiendan cuál es “la competencia real”.
8. La tercera y última iniciativa que precisa el sentido de la oferta de Carlos Salinas de Gortari al gobierno panista en desastre es la expresada por el senador Manlio Fabio Beltrones, quien en diversas ocasiones en el curso del mes de septiembre ha propuesto que esa “coalición” deba “institucionalizarse”, nada menos que estableciendo en la Constitución General de la República el principio de la alianza forzosa y permanente en una legislatura de dos fuerzas políticas que puedan constituir una mayoría permanente, lo que a su juicio evitaría lo que llama “la ingobernabilidad” y “la balcanización” al configurarse un respaldo mecánico e incondicional al Ejecutivo, lo que de paso evitaría las querellas, como todas las que Calderón ha generado en su torpe afán de establecer un presidencialismo absolutista y centralizador en detrimento del Congreso y de las entidades.
9. La oferta de Beltrones y del PRI busca en todo caso crear las condiciones para que el gobierno panista pudiera tener un fin de sexenio menos conflictivo (con el apoyo del PRI), y de paso se moderara la alienación desbocada de Calderón de seguir tratando de imponer a la malagueña a su delfín en Los Pinos, pero sobre todo se sentaran, a espaldas y contra del pueblo, las bases autoritarias (ya constitucionalizadas) de una supuesta Presidencia del PRI con el respaldo de los factores de poder que sostienen hasta ahora al PAN: los halcones del Pentágono y el sector integrista de la jerarquía católica, obsedidos ambos en mantener a Acción Nacional en Los Pinos.
10. Las amenazas para los derechos de los mexicanos van a ser cada vez mayores a lo largo de la coyuntura electoral (ya que la derecha en el poder cree que muchas de sus iniciativas van a pasar inadvertidas), y por ello el clamor de “¡Ya basta!” debe ir sostenido por una movilización cada vez más importante y por la decisión de las mayorías de impedir que tras el 2012 las minorías oligárquicas sigan disponiendo del país.