5 sep 2010


El Despertar

Cómo sortear la tormenta





José Agustín Ortiz Pinchetti


Hace cuatro años, en el inicio turbulento de este sexenio, Ernesto Marcos, después de examinar los indicadores económicos, pronosticó que nos esperaba la tormenta perfecta. Ya estamos en ella. La acumulación de errores y omisiones de ocho malos gobiernos sucesivos llevan a un atrapamiento perfecto. No podemos crecer y no creceremos. Calderón es un mal timonel; no podrá sacarnos del aprieto. La decadencia se hace cada día más profunda y la violencia, el desorden y la rapacidad aumentarán. Mientras los grandes hombres públicos están preparándose para 2012, la gente común y corriente tendrá que pensar qué puede hacer por sí misma y por México.’

A escala individual, las opciones son múltiples. Si usted es lo suficientemente joven y valiente para atreverse a dejar el país (lo han hecho 600 mil al año hacia Estados Unidos), puede buscar oportunidades afuera, pero vaya con cuidado porque podría caer del sartén a la lumbre.

Podría optar por no hacer nada: quedarse, sobre todo si está bien, y olvidarse de aquello de “yo soy yo y mis circunstancias y si no salvo a mis circunstancias no me salvaré yo”. ¿Por qué no creer en la abrumadora propaganda del gobierno y festejar los aniversarios? No asumir ninguna responsabilidad. Contentarse con leer los periódicos, oír y ver los noticiarios y especular todo el día. Yo le llamaría: nadar de muertito.

Si usted tiene buen nivel e interés en la cosa pública puede participar en innumerables seminarios y foros. Nosotros organizamos en la UIA un ejercicio de prospectiva a principios de año. Llegamos a la conclusión de que las cosas estaban mal y continuarían mal. No preveíamos ataques guerrilleros. (Hoy no estoy tan optimista) o una insurrección generalizada (la sigo viendo improbable).

Participar de modo directo. Sería lo lógico porque sólo desde el poder se pueden cambiar las cosas. No conozco otra iniciativa, excepto la que encabeza AMLO, y como estoy involucrado me considero en aptitud de hablar de ella. Tiene varias ventajas: la principal es que nos saca de la neurosis contemplativa, es pacífica y legal. No exige cuotas ni obediencia ciega. Su mayor virtud está en su humildad, objetividad y pragmatismo. No se propone voltear el país al revés, quiere transformarlo transfiriendo el poder de la elite a la gente común y corriente, ¡poca cosa! Incluso los 10 puntos de su propuesta son expresión del sentido común, de aquellas cosas en que todos estamos de acuerdo. Lo más audaz es plantear una revolución de las conciencias, dotar a la política de ética y espiritualidad. Suena demasiado viejo o demasiado adelantado. Pero no hay duda de que el país está hambriento y sediento de rectitud y generosidad.

jaorpin@hotmail.com



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