MÉXICO, D.F., 30 de agosto (apro).- Fastidiados por la defensa de Manuel Gómez Morín en la tribuna de la Cámara de Diputados, que alegaba su triunfo como candidato del Partido Acción Nacional (PAN) en el segundo distrito de Chihuahua, los priistas comenzaron a abuchearlo y uno de ellos gritó: “¡Ya estamos cansados!”
--¿Está muy cansado el señor diputado? --preguntó el fundador del PAN.
--¡Sí, estoy cansado!
--¡Viera usted qué cansado está el pueblo de México!
Esta respuesta de Gómez Morín al priista, que aconteció en 1946 --siete años después de la fundación del PAN--, puede darse a Felipe Calderón, quien se dice “cansado” de la exigencia de que sean respetados los derechos humanos en la sangrienta “guerra” contra el narcotráfico, una demanda legítima que él –prepotente-- define como “cantaleta”.
“A cada rato vienen a decir que las violaciones a derechos humanos del Ejército y una serie de cantaletas que también ya empiezan a cansar, que no son ciertas, porque se respeta la dignidad de los criminales, y se les pone ante el juez y todo”, censuró Calderón en charla con Joaquín López-Dóriga, uno de los presentadores del oficialismo.
No debe pasar desapercibida esta expresión, porque denota no sólo el talante irascible de Calderón, algo bien conocido, sino la impaciencia que precede a la represión abierta, una vez que ha sido empleada la selectiva en muchos casos.
Salvo sus incondicionales por razones de ideología o empleo, los mexicanos están cansados de la violencia y la inseguridad incontenible en todo el territorio nacional, originadas por la “guerra” que Calderón improvisó para encubrir su ilegitimidad.
Tan improvisada fue esta lanzada que sólo hasta ahora, tras cuatro años de fracaso, se sugieren algunas medidas, improvisadas también, que pretenden atacar el lavado de dinero producto del crimen.
Los mexicanos están cansados –hartos-- de impunidad, corrupción, prepotencia, mediocridad, abulia, opacidad y mentiras que identifican a un gobierno al que le restan más de dos años de pesadilla.
Los mexicanos están fastidiados de que, en cambio, se despilfarren los recursos públicos en festejos frívolos y contrarios a fomentar valores que dan cohesión a la sociedad, como el bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución.
La sociedad está cansada, además, de que se confunda la rendición de cuentas con el culto a la personalidad, como lo hace ahora Calderón con motivo del cuarto informe de su infecundo gobierno, y que invada la privacidad de los mexicanos con llamadas telefónicas a cualquier hora.
¿Cuánto cuesta a los mexicanos verle a Calderón la sonrisita que luce en sus imágenes que difunde la televisión, el cine, Internet y los medios impresos? Muchos millones de pesos, aunque lo podremos saber una vez que, si cumple con la ley, envíe un informe al respecto a la Cámara de Diputados.
No hay que olvidar que, hasta mayo de este año, Calderón destinó casi 17 mil millones de pesos en difusión gubernamental, entre ella la de su propia imagen. Es decir, ha gastado aproximadamente 5 mil millones de pesos en cada uno de los tres años y medio de su gestión.
Estos 17 mil millones de pesos fueron los que Vicente Fox, fanático de la propaganda, destinó en todo su sexenio, a razón de 3 mil millones de pesos anuales en promedio, la mayoría dirigidos --como ahora Calderón— a las empresas de televisión, particularmente Televisa.
Este dispendio, del que están cansados los mexicanos, es una vileza.
Y todavía se ríe…
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