9 feb 2011




La manta








José Gil Olmos



MÉXICO, D.F., 9 de febrero (apro).- Todo comenzó cuando el jueves 3 un grupo de legisladores subió a la tribuna de la Cámara de Diputados y desplegó una manta que aludía el presunto alcoholismo de Felipe Calderón.

La imagen llegó de inmediato a Los Pinos y el jefe del Ejecutivo estalló en cólera. Su ira creció cuando al día siguiente le reportaron que la periodista Carmen Aristegui lanzó al aire una pregunta a la Presidencia de la República para que respondiera si el presidente tenía o no problemas con el consumo de alcohol. La mecha se encendió.

Conocido de tiempo atrás por su ánimo explosivo, Calderón pidió la cabeza de la principal conductora de noticias de la empresa de medios MVS, que a pesar de emitir un comunicado con el argumento de que el despido se debió a una violación a su código de ética (la difusión de rumores), no pudo ocultar que fue presionada desde la residencia oficial de Los Pinos para que actuara como lo hizo, pues de otra manera estarían en peligro sus concesiones de radio y televisión.

El sábado 5 hubo una junta entre los dueños (la familia Vargas) y los directivos de la empresa para definir el destino de Aristegui. La decisión fue unánime: ordenar a la conductora de noticias disculparse públicamente o rescindir su contrato de inmediato.

La decisión, sin embargo, ya estaba tomada. Las presiones desde Los Pinos y los intereses de mantener el negocio se sobrepusieron al noticiero y Aristegui, entonces, salía sobrando. Así se lo anunciaron a Calderón ese mismo día.

La vocera de Presidencia, Alejandra de la Sota, quiso hacer un deslinde al asegurar que no habían interferido en lo absoluto para que MVS tomara la decisión que tomó.

Si embargo cayó en un desliz, pues aunque quisieron disfrazar la decisión como empresarial y ética, en realidad fue política y económica. “Es una decisión que tomó la empresa y nos la comunicaron una vez que fue tomada. Durante el fin de semana ejecutivos de MVS confirmaron su decisión de terminar el contrato laboral con Aristegui por haber incumplido el código de ética que había firmado con la empresa”, agregó.

De acuerdo con la periodista Lydia Cacho, el despido de Aristegui habría sido por negarse a leer al aire una carta de disculpa escrita directamente en Los Pinos, luego de que solicitó que contestaran si Felipe Calderón tenía o no problemas de alcoholismo.

El domingo 6 se conoció el destino de Aristegui a través de las redes sociales. De acuerdo con mensajes en Twitter de Lydia Cacho, integrantes del staff de Carmen Aristegui confirmaron esa noche la versión.

"Me confirma staff de #Aristegui. Presidencia exigió que Carmen leyera carta de disculpa a Calderón. Vargas se dobló, Carmen NO", escribió Cacho en Twitter.

"Hablé por teléfono con ellas: staff de #Aristegui. La carta de disculpa fue escrita en Los Pinos, Carmen no accedió a leerla al aire", agregó en otro mensaje.

El pecado de Aristegui fue reportar en su noticiero lo ocurrido en San Lázaro el jueves 3, cuando los diputados Gerardo Fernández Noroña, Jaime Cárdenas y Mario Di Constanzo, entre otros, desplegaron una manta con el rostro descompuesto de Calderón y con la leyenda: “¿Tú dejarías a un borracho conducir tu automóvil? ¿Verdad que no? ¿Entonces por qué dejas que maneje tu país?”.

Al aire, la conductora simplemente dijo: “No es la primera vez que se habla de este tema, de un presunto alcoholismo de Felipe Calderón. Si usted es usuario de las redes sociales, por ejemplo, pues en ese circuito de comunicación de la sociedad mexicana es frecuente ver expresiones que aluden a esa circunstancia que no podemos corroborar (...)

“Debería realmente la propia Presidencia de la República dar una respuesta clara, nítida, formal al respecto. No hay nada de ofensivo –me parece– cuando alguien, si es que fuera el caso, atravesara por un problema de esta naturaleza (...)

“¿Tiene o no Felipe Calderón problemas de alcoholismo? Esto merece, insisto, una respuesta seria, formal y oficial de la propia Presidencia de la República.”

El tema del presunto alcoholismo de Calderón ha permeado a los medios políticos desde que era coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, en el año 2000. Su afición, principalmente al tequila, fue reconocida en 2003, cuando pasó a ser secretario de Energía y era cliente asiduo al restaurante bar La Barraca Orca, que estaba enfrente de su oficina y donde, junto con su jefe de prensa, Maximiliano Cortazar, ya tenían una mesa especial con su nombre registrado en las sillas.

En 2006, principalmente en el cierre de campaña de Jalisco, y en ese mismo estado, cuando se festejó su triunfo, fue visto por la prensa en una situación etílica que le impedía dar un discurso.

En 2007, al cabo del primer año en el gobierno, la revista Contralínea documentó, a través del IFAI y de facturas, que la presidencia había hecho un gasto oneroso en la compra de botellas de alcohol.

En su edición 178 del 18 de abril de 2010, consignó lo siguiente: “De enero de 2007 a noviembre del año pasado, la Oficina de la Presidencia desembolsó 685 mil 837 pesos en alcohol. El producto más socorrido fue el tequila, del que se adquirieron 999 botellas de las marcas Don Julio y José Cuervo Reserva de la Familia, cuyo costo es de 865 pesos por botella.

“La Presidencia también compró 516 botellas de vino tinto, 269 de whisky, 147 de licores, 130 de ron, 83 de vino blanco, 60 de brandy, 48 de coñac, 44 de vino oporto y 19 de vodka.

“El 2 de enero de 2007, un mes después de que Felipe Calderón Hinojosa tomara posesión de la Presidencia de la República, la dependencia adquirió 3 mil 862 pesos en bebidas alcohólicas. En total fueron 16 botellas, entre licor de café Baileys, vino oporto Ferreira Tawny, whisky Chivas Regal y Johnnie Walker Etiqueta Negra, vino blanco L.A. Cetto Fumé Blanc y una botella de tequila José Cuervo Reserva de la Familia. Ese mismo día, Calderón Hinojosa dio un mensaje al gabinete de seguridad en la residencia oficial de Los Pinos”.

La pregunta de Carmen Aristegui toma sentido si se consideran estos hechos y datos corroborables. No se trata de un rumor, sino de una preocupación fundada, sobre todo porque se trata del jefe del Ejecutivo.




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