E D I T O R I A L
Calderón: intenciones y vacío
En su discurso ayer en Palacio Nacional con motivo del tercer Informe de gobierno, el titular del Ejecutivo federal, Felipe Calderón Hinojosa, tras reivindicar algunas de las acciones de su administración en el último año, llamó a emprender cambios profundos” en beneficio del país y por encima de las diferencias políticas. A renglón seguido, delineó un decálogo de reformas en materia de combate a la pobreza, salud, educación, racionalización de las finanzas públicas, sector energético, telecomunicaciones, política laboral, desregulación, seguridad pública y política electoral, las cuales, según dijo, serán parte central de la agenda del gobierno durante el resto de su mandato.
Lo que en otro momento pudo haber sido la enunciación de medidas pertinentes –que hubiesen incluso ayudado a restañar en alguna medida la imagen de la presente administración, deficitaria de legitimidad desde su origen–, adquirió, en el discurso de ayer, un tono errático y tardío: la mayoría de las enmiendas que planteó Calderón, más otras de mayor calado, tendrían que haber sido discutidas y promovidas a inicios del actual sexenio, cuando la situación en los rubros enunciados era menos apremiante que ahora, y cuando se pudo haber hecho algo por frenar los deterioros económicos, sociales e institucionales que ha padecido el país en los últimos meses.
Por añadidura, el grueso de las medidas enumeradas por el jefe del Ejecutivo chocan con actitudes que él mismo y sus colaboradores han asumido en el pasado reciente, lo cual obliga a preguntarse hasta qué punto está dispuesto a “romper con las inercias” y emprender los virajes correspondientes: convoca a combatir la pobreza, pero no explica cómo pretende que esto se haga realidad o si sólo se mantendrá la tendencia gubernamental de dejar fuera a los pobres de los conteos estadísticos; llama a garantizar el pleno acceso a la salud, pero no asume una postura crítica respecto de los vicios del actual sistema sanitario, los cuales quedaron plenamente exhibidos durante el pasado brote de influenza humana; ofrece mejorar la educación, pero ha mantenido una alianza política con la dirigencia corrupta y antidemocrática que controla el magisterio y que constituye un lastre fundamental para el mejoramiento de la enseñanza a cargo del Estado; exhorta a hacer un manejo “austero y racional” de las finanzas públicas, pero su gobierno ha mantenido un régimen de dispendio que se refleja hoy mismo en los recursos empleados para publicitar, por distintos medios, el tercer Informe; propone “rescatar” el sector energético, pero ha porfiado, en el pasado reciente, en un intento por privar a la nación de los filones más redituables de la industria petrolera, y subraya la importancia de mostrar “pleno respeto a la autonomía sindical”, pero hasta ahora ha mantenido la estructura de control corporativo que heredó del priísmo y un constante entrometimiento en la vida interna de los gremios.
En el ámbito de la seguridad, el jefe del Ejecutivo manifestó su intención de ampliar y profundizar la lucha contra el crimen organizado que se desarrolla en distintos puntos del territorio nacional, pero omitió que precisamente esas estrategias han contribuido a hundir al país en una espiral de violencia sin precedente. Habría sido deseable escuchar, en cambio, un compromiso efectivo con la corrección de los rezagos sociales y la descomposición institucional que subyacen al surgimiento de las expresiones delictivas.
Por lo demás, es obvio que medidas como las referidas tendrían que haber ido acompañadas, desde un principio, de acciones que indujeran un viraje en el modelo económico vigente, el cual está asociado con el desmantelamiento del sector estatal, la aniquilación de los mecanismos de bienestar social, el abandono de los sistemas de salud y educación a cargo del Estado, y en general con la génesis de muchas de las carencias referidas en el propio discurso presidencial.
En suma, lo expresado por Calderón deja ver una respuesta por demás extemporánea e insuficiente ante problemáticas inveteradas, y no presenta elementos novedosos ni alentadores ante las añejas demandas populares de seguridad, equidad y bienestar social.
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