Refundación del PRD, un primer paso
Octavio Rodríguez Araujo
Hace poco fuimos invitados por el senador Alfonso Sánchez Anaya, coordinador de la Comisión de Reforma para la Refundación del PRD. La idea fue que participáramos como ponentes en esa primera reunión con tal propósito. Asistimos Enrique Dussel, Miguel Ángel Granados Chapa, Armando Rendón Corona, Carlos Payán Velver, Axel Didriksson y quien esto escribe. Arnaldo no pudo asistir.
Se nos pidió que opináramos sobre el PRD y la situación que lo llevó a obtener tan baja votación en las elecciones del pasado 5 de julio. Entre el público estaban representantes de las distintas corrientes del partido (tribus). Al parecer los periodistas llegaron un poco tarde, pues leí los principales periódicos al día siguiente y sólo La Jornada y Milenio diario mencionaron el acto, con base en entrevistas, no en lo que ahí se dijo en el pleno. Es una lástima, pues a mi juicio fue importante y estuvo lleno de matices reveladores. Y es también una lástima porque el público y las bases del PRD deberían conocer la opinión de los invitados para opinar con absoluta libertad y sin problemas de tiempo. Tal vez los organizadores del acto reproduzcan lo dicho y se publique en un cuadernito o, por lo menos, en Internet para que pueda ser leído por todos los interesados en las reformas para la refundación del partido del sol azteca.
Lo que más me sorprendió de lo que ahí dijimos fue la sintonía de razonamientos y los énfasis que les dimos, sin habernos puesto de acuerdo. Desde luego, los intelectuales invitados, unos miembros del PRD y otros no, como es mi caso, no pensamos lo mismo sobre muchas materias, es decir, tenemos diferencias. Sin embargo, coincidimos en el enfoque que dimos a nuestras opiniones sobre el partido, su situación actual, las posibles causas de ésta y la perspectiva que tiene para ser refundado, si acaso sus dirigentes y sus bases lo quieren de verdad rehacer y convertir en lo que se espera que sea.
No puedo citar aquí todo lo que se dijo, pero el primero en hablar (Dussel) abrió el tema invitando a repensar la función de la izquierda en México poniendo el acento en la ética política del partido como condición para su reforma. “Si no hay ética en la función del partido –dijo–, no podrá reformarse.” Los demás nos referimos a lo mismo, con las palabras de cada quien, e incluso se mencionaron muestras de acciones laudables (Granados), aunque fueran muy pocas y aisladas, pero también ejemplos de ausencia de toda ética (Payán) en ciertas circunstancias en que el partido tenía que ser un dechado de virtudes para la sociedad y para sus propios militantes en particular.
Como a mí me tocó al final, se me facilitó mi intervención, pues retomé algunos puntos que se habían mencionado o sugerido y otros que quise agregar. En síntesis dije que una cosa eran los principios y el programa del partido, que pocos conocen o están interesados en conocer, y otra la imagen que presenta el PRD por su vida como organización política, por sus procesos internos y en los cargos de elección cuando los ocupan sus candidatos triunfantes. Agregué que aunque los principios y el programa del partido fueran perfectos, si las acciones no lo son de nada sirven los primeros, pues lo que hacen los dirigentes, de cualquier jerarquía, y quienes ocupan cargos o puestos de elección es lo que se lee en los periódicos y lo que registran los medios en general. Y el resultado no es positivo ni lo ha sido a lo largo de 20 años, como lo probaba el hecho de que no hubiera habido elogios.
Añadí que los dos aspectos son muy importantes, pues el programa y los principios nos dicen o nos deben decir qué hacer y cómo hacerlo para lograr los propósitos enunciados en los documentos, en tanto que las acciones nos dicen si hay coherencia entre lo que hacen los dirigentes y los militantes, y lo que se supone que deben hacer de acuerdo con sus fundamentos ideológico-políticos y sus propósitos. Si no existe dicha coherencia algo no está bien y los documentos se convierten en puro bla, bla, bla, y en una mera formalidad que no se cumple ni interesa cumplir. Una tomada de pelo, para decirlo brevemente. Si los documentos de un partido lo diferencian de otros, la conducta de los dirigentes y de los militantes también debe ser diferente y, sobre todo, un ejemplo para el país. Pero esto no sucede.
Si bien Robert Michels escribió hace más de cien años que en todo partido político su dirección habría de convertirse en una oligarquía (gobierno o poder de pocos), y todo parece indicar que tenía razón, esto no quiere decir que nos conformemos con ello y que no se le pueda exigir a esa dirección que no actúe como tal y que deje de imponer a sus representados sus caprichos, sus intereses, su arbitrio personal o de grupo.
Lo que se está intentado ahora, cuando se habla de reformas para la refundación del PRD, podría ser un buen principio para romper la ley de hierro de las oligarquías de Michels. Sé que parece ingenuo de mi parte, pero prefiero ser y parecer ingenuo que un escéptico total y cruzarme de brazos, como han hecho muchos que se dicen de izquierda, incluso socialista, pero no hacen nada para promover los cambios necesarios que necesita el país.
¿Podrá cambiar la cúpula partidaria y ser modelo para los demás? Tal vez no, pero dentro de mi optimismo pienso que si hay presión de la base del PRD y de quienes sólo simpatizamos con las corrientes de izquierda, algo se podrá lograr. Su dirección actual y sus militantes más influyentes están emplazados a propiciar la participación de la base y establecer las condiciones democráticas necesarias para que dicha participación se pueda dar. Si no lo hacen, estarán perdidos y ya, desde ahora, sabremos que 12 por ciento de la votación total, en 2009, será menor en 2012 y que nos gobernará el PRI. Luego no se desgarren las vestiduras. Éste es el momento de refundar su partido y hacerlo bien. Que conste que quiero ser optimista.
Se nos pidió que opináramos sobre el PRD y la situación que lo llevó a obtener tan baja votación en las elecciones del pasado 5 de julio. Entre el público estaban representantes de las distintas corrientes del partido (tribus). Al parecer los periodistas llegaron un poco tarde, pues leí los principales periódicos al día siguiente y sólo La Jornada y Milenio diario mencionaron el acto, con base en entrevistas, no en lo que ahí se dijo en el pleno. Es una lástima, pues a mi juicio fue importante y estuvo lleno de matices reveladores. Y es también una lástima porque el público y las bases del PRD deberían conocer la opinión de los invitados para opinar con absoluta libertad y sin problemas de tiempo. Tal vez los organizadores del acto reproduzcan lo dicho y se publique en un cuadernito o, por lo menos, en Internet para que pueda ser leído por todos los interesados en las reformas para la refundación del partido del sol azteca.
Lo que más me sorprendió de lo que ahí dijimos fue la sintonía de razonamientos y los énfasis que les dimos, sin habernos puesto de acuerdo. Desde luego, los intelectuales invitados, unos miembros del PRD y otros no, como es mi caso, no pensamos lo mismo sobre muchas materias, es decir, tenemos diferencias. Sin embargo, coincidimos en el enfoque que dimos a nuestras opiniones sobre el partido, su situación actual, las posibles causas de ésta y la perspectiva que tiene para ser refundado, si acaso sus dirigentes y sus bases lo quieren de verdad rehacer y convertir en lo que se espera que sea.
No puedo citar aquí todo lo que se dijo, pero el primero en hablar (Dussel) abrió el tema invitando a repensar la función de la izquierda en México poniendo el acento en la ética política del partido como condición para su reforma. “Si no hay ética en la función del partido –dijo–, no podrá reformarse.” Los demás nos referimos a lo mismo, con las palabras de cada quien, e incluso se mencionaron muestras de acciones laudables (Granados), aunque fueran muy pocas y aisladas, pero también ejemplos de ausencia de toda ética (Payán) en ciertas circunstancias en que el partido tenía que ser un dechado de virtudes para la sociedad y para sus propios militantes en particular.
Como a mí me tocó al final, se me facilitó mi intervención, pues retomé algunos puntos que se habían mencionado o sugerido y otros que quise agregar. En síntesis dije que una cosa eran los principios y el programa del partido, que pocos conocen o están interesados en conocer, y otra la imagen que presenta el PRD por su vida como organización política, por sus procesos internos y en los cargos de elección cuando los ocupan sus candidatos triunfantes. Agregué que aunque los principios y el programa del partido fueran perfectos, si las acciones no lo son de nada sirven los primeros, pues lo que hacen los dirigentes, de cualquier jerarquía, y quienes ocupan cargos o puestos de elección es lo que se lee en los periódicos y lo que registran los medios en general. Y el resultado no es positivo ni lo ha sido a lo largo de 20 años, como lo probaba el hecho de que no hubiera habido elogios.
Añadí que los dos aspectos son muy importantes, pues el programa y los principios nos dicen o nos deben decir qué hacer y cómo hacerlo para lograr los propósitos enunciados en los documentos, en tanto que las acciones nos dicen si hay coherencia entre lo que hacen los dirigentes y los militantes, y lo que se supone que deben hacer de acuerdo con sus fundamentos ideológico-políticos y sus propósitos. Si no existe dicha coherencia algo no está bien y los documentos se convierten en puro bla, bla, bla, y en una mera formalidad que no se cumple ni interesa cumplir. Una tomada de pelo, para decirlo brevemente. Si los documentos de un partido lo diferencian de otros, la conducta de los dirigentes y de los militantes también debe ser diferente y, sobre todo, un ejemplo para el país. Pero esto no sucede.
Si bien Robert Michels escribió hace más de cien años que en todo partido político su dirección habría de convertirse en una oligarquía (gobierno o poder de pocos), y todo parece indicar que tenía razón, esto no quiere decir que nos conformemos con ello y que no se le pueda exigir a esa dirección que no actúe como tal y que deje de imponer a sus representados sus caprichos, sus intereses, su arbitrio personal o de grupo.
Lo que se está intentado ahora, cuando se habla de reformas para la refundación del PRD, podría ser un buen principio para romper la ley de hierro de las oligarquías de Michels. Sé que parece ingenuo de mi parte, pero prefiero ser y parecer ingenuo que un escéptico total y cruzarme de brazos, como han hecho muchos que se dicen de izquierda, incluso socialista, pero no hacen nada para promover los cambios necesarios que necesita el país.
¿Podrá cambiar la cúpula partidaria y ser modelo para los demás? Tal vez no, pero dentro de mi optimismo pienso que si hay presión de la base del PRD y de quienes sólo simpatizamos con las corrientes de izquierda, algo se podrá lograr. Su dirección actual y sus militantes más influyentes están emplazados a propiciar la participación de la base y establecer las condiciones democráticas necesarias para que dicha participación se pueda dar. Si no lo hacen, estarán perdidos y ya, desde ahora, sabremos que 12 por ciento de la votación total, en 2009, será menor en 2012 y que nos gobernará el PRI. Luego no se desgarren las vestiduras. Éste es el momento de refundar su partido y hacerlo bien. Que conste que quiero ser optimista.
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