11 ago 2009



A 15 años del TLC




Marco Rascón


¿Por qué la izquierda mexicana en su conjunto no puede o no ha querido hacer un balance de las consecuencias del Tratado de Libre Comercio (TLC) para México?

En las variadas agendas, y a todos los niveles sociales e institucionales, este tema es soslayado, pese a que sigue rigiendo el centro de la realidad económica, migratoria, laboral, financiera, cultural y de seguridad en México con efectos desastrosos para nuestra nación.

Carlos Salinas de Gortari, quien se presentó en su libro más reciente como “antineoliberal” y “antipopulista”, combatiente contra los conceptos del Consenso de Washington, afirmó que por no estar “al tamaño y poderío estadunidense”, “se optó (…) por un tratado comercial y no uno de integración política”, justificando que en los términos del tratado no se incluyera ni el tema laboral ni el migratorio. Hoy, pese al desastre que quedó de país, Carlos Salinas se pasea ufano ante la aceptación tácita de todas las fuerzas políticas del país que han asumido la integración plena con América del Norte y el deslinde con el resto de América Latina.

Ya desde la campaña electoral de 2006, en la plataforma electoral del bloque electoral de izquierda, contenido en los 50 puntos del Proyecto Alternativo de Nación (PAN), nunca existió la palabra “Latinoamérica” y ni siquiera un solo sinónimo. No obstante, bajo el esquema del TLC se estructuró toda la política agraria del país, abriendo la puerta a la privatización del ejido, compensado supuestamente con flujos de inversión y presupuestos al campo, que, por lo que hoy se sabe, terminaron en manos de los mismos terratenientes vinculados con la estructura política y el narcotráfico. Los campesinos no nada más fueron arruinados, sino obligados a emigrar, abriendo el ciclo del ingreso de las remesas por encima de la actividad turística y otras más que representaban parte de la economía interna.










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