16 ago 2009


E D I T O R I A L


Precisiones, imprecisiones y distorsiones


En conferencia de prensa conjunta con el presidente uruguayo, Tabaré Vázquez, el titular del Ejecutivo federal de nuestro país, Felipe Calderón Hinojosa, criticó un encabezado publicado en la primera plana de este diario en su edición de ayer, en el que se afirma: Apoya el Ejecutivo mexicano bases de EU en Colombia”; asimismo, el gobernante externó una insinuación realmente improcedente –atinada o no, es lo de menos– sobre la preferencia partidista de la reportera.

De acuerdo con la versión estenográfica de lo dicho por Calderón en la capital colombiana, información a la cual hacía referencia el encabezado en cuestión, es cierto que el declarante no otorgó, literalmente, su “apoyo” a las bases militares que Estados Unidos controla en territorio colombiano. Habría sido más preciso, ciertamente, consignar que el titular del Ejecutivo federal justificó la existencia de esos enclaves, que externó su “respeto” al presidente Álvaro Uribe en su decisión de permitirlo o que, “sin que esto tenga una puntualización sobre el tema”, abogó por la construcción de “los mecanismos para garantizar la seguridad de nuestros pueblos” y por combatir al crimen organizado “de manera organizada y comprometida a nivel internacional”, en referencia inocultable a las bases mencionadas. En la expresión de tales posturas, Calderón marcó distancia respecto de la actitud de la mayor parte de los gobernantes sudamericanos, que es de claro rechazo al establecimiento de los enclaves militares en Colombia.

La Jornada pudo haber cometido una imprecisión de lenguaje en la medida en que el término “apoyo” estuvo ausente del discurso calderonista, pero considera correcto el sentido del encabezado, en la medida en que el declarante ofreció a sus interlocutores elementos de respaldo –genéricos y específicos– a la decisión de Uribe.

Por lo demás, a la pregunta sobre sus expectativas tras la caída electoral de su partido, el PAN, y de la próxima configuración del Legislativo, el gobernante respondió a la enviada de este diario: “En términos de caída electoral, más que la de mi partido, más bien el fenómeno significativo es la caída de otro partido, no sé si sea el suyo, el PRD”. La insinuación no sólo resulta inapropiada porque sugiere parcialidad en el desempeño profesional de la reportera –y conlleva, con ello, una descalificación implícita–, sino también porque pone de manifiesto una visceralidad que no es, no puede ser, una característica positiva en el desempeño del máximo cargo público del país.

En la misma conferencia de prensa, Calderón Hinojosa tuvo otras expresiones desafortunadas, como homologar los acuerdos de cooperación militar o los ejercicios castrenses que naciones como Rusia e Irán han firmado o llevado a cabo con algunos países latinoamericanos con el intervencionismo estadunidense en la región. Su llamado a juzgar ambos fenómenos con “parámetros homogéneos” revela una desmesura tan patente como la que hay entre las ventas de armas rusas a Venezuela –o, peor aún, los acuerdos de cooperación signados por ese país y el gobierno de Teherán– con el injerencismo político, diplomático, económico y militar de Washington en la zona, el cual ha sido padecido, con consecuencias trágicas, por nuestro país –y por casi todas las otras naciones de América– en diversos momentos de su historia.

Parece un tanto extraño el afán de homologar la venta de 24 aeronaves de combate de Moscú a Caracas y la realización de maniobras militares conjuntas en un par de ocasiones, por un lado, con las decenas de golpes de Estado, las guerras genocidas, las conformaciones de gobiernos títeres y las intervenciones, descaradas o subrepticias, pero sistemáticas, que la superpotencia estadunidense ha organizado y realizado, a lo largo de más de siglo y medio, en las naciones situadas al sur del río Bravo, por el otro. En cuanto a atribuir al régimen iraní un propósito injerencista relevante o significativo en América Latina, y trazar un paralelismo entre esa idea y la realidad de la proyección continental del poderío estadunidense, es claro que tal ejercicio carece de sustentos en la historia y en la realidad.



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