Astillero
Autogoles (y otras trampas)
Acteal: impunidad victoriosa
La familia michoacana juega
Acteal: impunidad victoriosa
La familia michoacana juega
Julio Hernández López
El lateral derecho metió gol en su propia meta: dijo adiós infantil a las trampas, en un acto de dibujos con escolares, sin darse cuenta que el pasado adulto le alcanzaba, con un expediente 0.58% en la mano. Di no a las trampas, peroraba el especialista testimonial, y luego iba entrando en ebullición oratoria para denunciar la corrupción, la transa, la opacidad, la malvada voracidad desde el poder. ¡Autogol!, podrían haber coreado, entusiasmados, los muchos miembros de ese equipo de Los Finos que, vivos y difuntos, han hecho demostración olímpica de salto de leyes, lanzamiento de negocios propios, maratón de saqueo y exhibición de cinismo. Felipe guerrillero, revolucionario, que incendió con su oratoria el atril al preguntar, él, el político de las manos limpias (del que ayer se conoció una nueva amenaza de muerte en su contra, ahora mediante una cartulina, supuestamente escrita por alguien que habría querido hacer entender que sería el mero Chapo, pegada en el edificio de un diario de Culiacán): “¿Qué pasa, por ejemplo, con la pobreza, si en lugar de que el dinero que con mucho esfuerzo pagan los mexicanos a través de impuestos, en lugar de irse a ayudar a la gente más pobre, la que no tiene qué comer, se va a un funcionario corrupto, se va a algún gobernante que se queda con todo, con parte de ese dinero?: el país es más pobre porque esa gente sigue sufriendo”. A un lado, aplaudían el secretario particular de Educación Pública, Alonso Lujambio (ocupa ese cargo en relación con la jefa Elba Esther, ejemplo casi religioso de aversión a la trampa y las corruptelas) y el actual secretario tapadera de la Función Pública, que al igual que sus más famosos antecesores, Germán Martínez y Francisco Barrio, jamás hicieron nada para limpiar la ratonera denominada alta burocracia. Así, como si nada, pasecito a la red, tirititito para anotar en la propia portería.
Cuatro a uno quedó el partido jugado ayer en la cancha de la Suprema (Corta de Justicia), a cuyo final fue entregada la copa de la Tragicómica Impunidad (Tri). Así como un día antes habían eludido el chocar con el durísimo equipo del fuero militar, y prefirieron la graciosa huída de no entrar al fondo del asunto y cascarear con la pelota de lo procesal, ahora los exageradamente bien pagados pateadores doctorales de la legalidad repitieron el planteamiento táctico y no decidieron lo sustancial del caso Acteal sino lo accesorio (no se juzgó la inocencia o la culpabilidad de los presos, sino el curso procesal en sí), aunque con ello cumplieron las expectativas de los apostadores oficialistas que consiguieron la liberación de algunos (20, por lo pronto) de los detenidos por la masacre chiapaneca de finales del siglo pasado y establecieron la hazaña deportiva de concentrar presuntos ánimos justicieros en un caso de específico interés de segmentos de poder pripanista mientras el país hierve de similares o peores aberraciones procesales. Los pizarrones electrónicos del estadio de lo increíble mostraban resultados extravagantes: un asesinato masivo quedaba sin culpables oficiales que, sin embargo, llevaban más de una década en prisión y ahora estarán libres. Ernesto Zedillo, Emilio Chuayfett y Julio César Ruiz Ferro aplauden, desde las cómodas tribunas, mientras el zapatismo anota en su lista un agravio más que recibe y, desde una paciencia largamente sostenida, asoma la pregunta de qué debe hacer ese movimiento social en el cuadro de descomposición nacional que hoy se vive.
En la cancha electoral, el michoacano presuntamente merecedor de tarjeta roja judicial, Julio César Godoy, ni siquiera recibió alguna amonestación o indicación de parte del fallido árbitro PGR que le acusaba de realizar jugadas prohibidas con el equipo denominado La Familia, así que la mesa de registro, conocida como tribunal electoral federal, dio por válida la inscripción del presunto narcovolante para que participe en el torneo trianual San Lázaro. Tanta alharaca circunstancial para que los manejadores del gran dedo mediático ni siquiera precisaran algo contra el zarandeado hermano de Leonel, el director técnico de los Monarcas familiares de aquel estado. Otra michoacana, Luisa María de nombre, entró de cambio a la cancha del PAN, políticamente enfangada y con muy poco pasto legislativo. Cesalderón Nava, el nuevo comisionado de Los Finos para encargarse del equipo en riesgo de aún mayor descenso, vio que no entraba al campo de juego Javier Corral, un chihuahuense originalmente considerado para participar como delantero en una comisión de análisis y reflexión sobre las muy escandalosas derrotas recientes del Futbol Club PAN y, entonces, genial, sorprendente, imprevisible, el citado entrenador Nava decidió que para suplir a quien renunciaba a ese encargo podía incorporar a la hermana de Felipe Calderón Club, Luisa María, que en estas temporadas recientes se había hecho cargo directamente de la sucursal blanquiazul en Michoacán (La familia ya había tenido antes a Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita, como coordinador de estrategias en el mismo CEN del PAN).
Y ya para cerrar la bonita jornada deportiva del día, se anunció que era Hidalgo el ganador de la tramposa función de box que con ganas de que triunfara Guanajuato había organizado la antes mencionada casa de apuestas Los Finos, cuyo gerente general aprovechó la oportunidad para visitar, con ánimos de conseguir una franquicia, la colonia Colombia donde se está desarrollando un modernísimo sistema de renta de bases militares para clientes gringos con ganas de practicar el excursionismo armado en Sudamérica y, especialmente, en Venezuela.
Y, mientras Alejandro Encinas ha ganado, con el apoyo de Nueva Izquierda, una coordinación acotada de los diputados federales perredistas, y Juanito sigue coqueteando con la posibilidad de quedarse como jefe delegacional porque considera que el triunfo en Iztapalapa fue 60 por ciento por sí mismo, 20 de Brugada y 20 de AMLO, ¡hasta mañana, en esta columna de sanos comentarios deportivos!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
El lateral derecho metió gol en su propia meta: dijo adiós infantil a las trampas, en un acto de dibujos con escolares, sin darse cuenta que el pasado adulto le alcanzaba, con un expediente 0.58% en la mano. Di no a las trampas, peroraba el especialista testimonial, y luego iba entrando en ebullición oratoria para denunciar la corrupción, la transa, la opacidad, la malvada voracidad desde el poder. ¡Autogol!, podrían haber coreado, entusiasmados, los muchos miembros de ese equipo de Los Finos que, vivos y difuntos, han hecho demostración olímpica de salto de leyes, lanzamiento de negocios propios, maratón de saqueo y exhibición de cinismo. Felipe guerrillero, revolucionario, que incendió con su oratoria el atril al preguntar, él, el político de las manos limpias (del que ayer se conoció una nueva amenaza de muerte en su contra, ahora mediante una cartulina, supuestamente escrita por alguien que habría querido hacer entender que sería el mero Chapo, pegada en el edificio de un diario de Culiacán): “¿Qué pasa, por ejemplo, con la pobreza, si en lugar de que el dinero que con mucho esfuerzo pagan los mexicanos a través de impuestos, en lugar de irse a ayudar a la gente más pobre, la que no tiene qué comer, se va a un funcionario corrupto, se va a algún gobernante que se queda con todo, con parte de ese dinero?: el país es más pobre porque esa gente sigue sufriendo”. A un lado, aplaudían el secretario particular de Educación Pública, Alonso Lujambio (ocupa ese cargo en relación con la jefa Elba Esther, ejemplo casi religioso de aversión a la trampa y las corruptelas) y el actual secretario tapadera de la Función Pública, que al igual que sus más famosos antecesores, Germán Martínez y Francisco Barrio, jamás hicieron nada para limpiar la ratonera denominada alta burocracia. Así, como si nada, pasecito a la red, tirititito para anotar en la propia portería.
Cuatro a uno quedó el partido jugado ayer en la cancha de la Suprema (Corta de Justicia), a cuyo final fue entregada la copa de la Tragicómica Impunidad (Tri). Así como un día antes habían eludido el chocar con el durísimo equipo del fuero militar, y prefirieron la graciosa huída de no entrar al fondo del asunto y cascarear con la pelota de lo procesal, ahora los exageradamente bien pagados pateadores doctorales de la legalidad repitieron el planteamiento táctico y no decidieron lo sustancial del caso Acteal sino lo accesorio (no se juzgó la inocencia o la culpabilidad de los presos, sino el curso procesal en sí), aunque con ello cumplieron las expectativas de los apostadores oficialistas que consiguieron la liberación de algunos (20, por lo pronto) de los detenidos por la masacre chiapaneca de finales del siglo pasado y establecieron la hazaña deportiva de concentrar presuntos ánimos justicieros en un caso de específico interés de segmentos de poder pripanista mientras el país hierve de similares o peores aberraciones procesales. Los pizarrones electrónicos del estadio de lo increíble mostraban resultados extravagantes: un asesinato masivo quedaba sin culpables oficiales que, sin embargo, llevaban más de una década en prisión y ahora estarán libres. Ernesto Zedillo, Emilio Chuayfett y Julio César Ruiz Ferro aplauden, desde las cómodas tribunas, mientras el zapatismo anota en su lista un agravio más que recibe y, desde una paciencia largamente sostenida, asoma la pregunta de qué debe hacer ese movimiento social en el cuadro de descomposición nacional que hoy se vive.
En la cancha electoral, el michoacano presuntamente merecedor de tarjeta roja judicial, Julio César Godoy, ni siquiera recibió alguna amonestación o indicación de parte del fallido árbitro PGR que le acusaba de realizar jugadas prohibidas con el equipo denominado La Familia, así que la mesa de registro, conocida como tribunal electoral federal, dio por válida la inscripción del presunto narcovolante para que participe en el torneo trianual San Lázaro. Tanta alharaca circunstancial para que los manejadores del gran dedo mediático ni siquiera precisaran algo contra el zarandeado hermano de Leonel, el director técnico de los Monarcas familiares de aquel estado. Otra michoacana, Luisa María de nombre, entró de cambio a la cancha del PAN, políticamente enfangada y con muy poco pasto legislativo. Cesalderón Nava, el nuevo comisionado de Los Finos para encargarse del equipo en riesgo de aún mayor descenso, vio que no entraba al campo de juego Javier Corral, un chihuahuense originalmente considerado para participar como delantero en una comisión de análisis y reflexión sobre las muy escandalosas derrotas recientes del Futbol Club PAN y, entonces, genial, sorprendente, imprevisible, el citado entrenador Nava decidió que para suplir a quien renunciaba a ese encargo podía incorporar a la hermana de Felipe Calderón Club, Luisa María, que en estas temporadas recientes se había hecho cargo directamente de la sucursal blanquiazul en Michoacán (La familia ya había tenido antes a Juan Ignacio Zavala, hermano de Margarita, como coordinador de estrategias en el mismo CEN del PAN).
Y ya para cerrar la bonita jornada deportiva del día, se anunció que era Hidalgo el ganador de la tramposa función de box que con ganas de que triunfara Guanajuato había organizado la antes mencionada casa de apuestas Los Finos, cuyo gerente general aprovechó la oportunidad para visitar, con ánimos de conseguir una franquicia, la colonia Colombia donde se está desarrollando un modernísimo sistema de renta de bases militares para clientes gringos con ganas de practicar el excursionismo armado en Sudamérica y, especialmente, en Venezuela.
Y, mientras Alejandro Encinas ha ganado, con el apoyo de Nueva Izquierda, una coordinación acotada de los diputados federales perredistas, y Juanito sigue coqueteando con la posibilidad de quedarse como jefe delegacional porque considera que el triunfo en Iztapalapa fue 60 por ciento por sí mismo, 20 de Brugada y 20 de AMLO, ¡hasta mañana, en esta columna de sanos comentarios deportivos!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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