Caso Acteal No Tiene Ma…
Los días 18 y 19 de diciembre de 1997 el entonces presidente Ernesto Zedillo efectuó una visita oficial a Nicaragua. Ante la televisión nicaragüense; en cadena nacional Zedillo declaró que no había una guerrilla en México. Refiriéndose al EZLN, afirmó que a principios de 1994 había aparecido “un grupo” de manera violenta, pero que “las condiciones sociales actuales” habían mejorado y esos hechos no volverían a ocurrir.
Tres días después, el 22 de diciembre, en el municipio de Chenalhó, en Acteal, se concentraron los desplazados conocidos como las Abejas, simpatizantes del EZLN, temerosos ante los rumores de que se preparaba un ataque en su contra por parte de uno de los grupos paramilitares entrenados por la policía estatal bajo las órdenes del presidente municipal priísta de Chenalhó Jacinto Arias Cruz, quién actuaba con consentimiento del gobernador del Estado, Julio César Ruiz Ferro. De ello tenía conocimiento tanto el secretario de Gobernación, Emilio Chuaiffet Chemor, como el presidente Zedillo.
Para evitar el enfrentamiento con ese grupo paramilitar, muchos hombres se retiraron al monte y sólo quedaron en su mayoría mujeres (algunas de ellas embarazadas), niños y ancianos. Se concentraron desde muy temprano en la ermita del lugar, un galerón de madera con techo de lámina y piso de tierra.
A las 10:30 de la mañana se encontraban rezando, cuando comenzaron los disparos. Al lugar llegaron los agresores que portaban armas largas de uso exclusivo del ejército, uniformes color negro y pasamontañas. Eran individuos de las comunidades de Los Chorros, Puebla, Chimix, Quextic, Pechiquil y Canolal, que se habían transportado en camiones de tres toneladas. Comenzaron a disparar sin previo aviso sobre la población indefensa, a mansalva, por la espalda, contra la multitud arrodillada; al intentar huir, la gente iba cayendo en el camino y en la barranca. Durante seis horas el contingente paramilitar disparó, literalmente cazó y ultimó a varias decenas de víctimas.
El informe presentado por la Cruz Roja la mañana del siguiente día arrojó un total de 45 cadáveres, ninguno de los cuales significaba en vida ningún peligro para los paramilitares: un bebé, 14 niños, 21 mujeres y nueve hombres. Aparte de los 45 muertos, la agresión dejó además 25 heridos y cinco desaparecidos.
Todo el aparato gubernamental, federal, estatal y municipal, en complicidad con las instancias de procuración y administración de justicia decidió tomar como ‘chivos expiatorios' a 57 indígenas tzotziles inculpándolos bajo el motivo de “riñas entre indios”. Después de tenerlos 11 años en prisión, hoy la Suprema Corte decide dejarlos libres porque “ la PGR fabricó pruebas y testigos” en su contra. Solo puede venir a la mente una sola frase: ¡Que poca madre!
Los días 18 y 19 de diciembre de 1997 el entonces presidente Ernesto Zedillo efectuó una visita oficial a Nicaragua. Ante la televisión nicaragüense; en cadena nacional Zedillo declaró que no había una guerrilla en México. Refiriéndose al EZLN, afirmó que a principios de 1994 había aparecido “un grupo” de manera violenta, pero que “las condiciones sociales actuales” habían mejorado y esos hechos no volverían a ocurrir.
Tres días después, el 22 de diciembre, en el municipio de Chenalhó, en Acteal, se concentraron los desplazados conocidos como las Abejas, simpatizantes del EZLN, temerosos ante los rumores de que se preparaba un ataque en su contra por parte de uno de los grupos paramilitares entrenados por la policía estatal bajo las órdenes del presidente municipal priísta de Chenalhó Jacinto Arias Cruz, quién actuaba con consentimiento del gobernador del Estado, Julio César Ruiz Ferro. De ello tenía conocimiento tanto el secretario de Gobernación, Emilio Chuaiffet Chemor, como el presidente Zedillo.
Para evitar el enfrentamiento con ese grupo paramilitar, muchos hombres se retiraron al monte y sólo quedaron en su mayoría mujeres (algunas de ellas embarazadas), niños y ancianos. Se concentraron desde muy temprano en la ermita del lugar, un galerón de madera con techo de lámina y piso de tierra.
A las 10:30 de la mañana se encontraban rezando, cuando comenzaron los disparos. Al lugar llegaron los agresores que portaban armas largas de uso exclusivo del ejército, uniformes color negro y pasamontañas. Eran individuos de las comunidades de Los Chorros, Puebla, Chimix, Quextic, Pechiquil y Canolal, que se habían transportado en camiones de tres toneladas. Comenzaron a disparar sin previo aviso sobre la población indefensa, a mansalva, por la espalda, contra la multitud arrodillada; al intentar huir, la gente iba cayendo en el camino y en la barranca. Durante seis horas el contingente paramilitar disparó, literalmente cazó y ultimó a varias decenas de víctimas.
El informe presentado por la Cruz Roja la mañana del siguiente día arrojó un total de 45 cadáveres, ninguno de los cuales significaba en vida ningún peligro para los paramilitares: un bebé, 14 niños, 21 mujeres y nueve hombres. Aparte de los 45 muertos, la agresión dejó además 25 heridos y cinco desaparecidos.
Todo el aparato gubernamental, federal, estatal y municipal, en complicidad con las instancias de procuración y administración de justicia decidió tomar como ‘chivos expiatorios' a 57 indígenas tzotziles inculpándolos bajo el motivo de “riñas entre indios”. Después de tenerlos 11 años en prisión, hoy la Suprema Corte decide dejarlos libres porque “ la PGR fabricó pruebas y testigos” en su contra. Solo puede venir a la mente una sola frase: ¡Que poca madre!
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