Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
03 de noviembre de 2009
La noche de los muertos vivientes
Pa’ mí que todos están políticamente muertos. Los 628, que es la suma de diputados y senadores de este país. Clínicamente muertos. Por causas muy diversas, pero muertos todos: unos con la nuca quebrada de tanto agachar la cabeza; otros con las panzas reventadas por las grandes comilonas con sus colegas de gula; los de más allá del puro coraje rabioso; y algunos de parálisis cardíacas al enterarse de los premios ganados. Hubo incluso, poquitos, los que se murieron de vergüenza.
Lo peor del caso es que todos estos zombies seguirán por la vida como si no hubiera pasado nada. Como si a los que los elegimos se nos fuera a olvidar tan fácilmente. Por lo pronto ahí está el saldo de restos mortales: a cargar todos con los aumentos del 15 al 16 por ciento de IVA; 28 al 30 por ciento del ISR; y del 2 al 3 a cada vez más raquíticos y democráticos depósitos en efectivo. Agréguele los incrementos a bebidas, cigarros, teléfonos y tele pagada. El resultado es un frankensteiniano amasijo de parches tan terroríficos que dan miedo. Aunque nada comparable al terror que escalofrió a nuestros legisladores siempre que se trataba de poner en mortaja de juicio los intereses del gobierno o del gran capital. Ahí sí que les temblaban pellejos y huesos hasta la degradación del ridículo.
Así que al final, todos se plegaron a la presión del gobierno federal de recaudar más a como diera lugar. Los del PAN porque viven hincados y en penitencia. Y los del PRI porque se salieron corriendo del velorio asustados con el petate del muerto. A los que se sientan del lado izquierdo, ni los dejaron pasar al huateque.
En suma, un congreso muerto de muerte prematura. Conformado ahora por centenares de fantasmas de sí mismos. Almas en pena, sin gloria y condenadas al purgatorio en el vasto panteón de la mediocridad.
“¡Voy, voy —diría el gran Chava Flores— ni que fuera para tanto…murió, murió y murió!”. Así que echémosle los últimos responsos a este Congreso de pusilánimes y sepamos de una vez por todas que con los muertos ya no se cuenta.
Y ni modo, a buscarle por otros lados: en los espacios de la sociedad civil; las organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales; la presión a los medios de comunicación; los foros académicos que establecen todavía un México posible y porqué no, las movilizaciones callejeras.
En pocas palabras, la construcción de un futuro transparente y luminoso, lejos de la oscuridad y hediondez de esta nueva tumba colectiva.
Detrás de la Noticia
03 de noviembre de 2009
La noche de los muertos vivientes
Pa’ mí que todos están políticamente muertos. Los 628, que es la suma de diputados y senadores de este país. Clínicamente muertos. Por causas muy diversas, pero muertos todos: unos con la nuca quebrada de tanto agachar la cabeza; otros con las panzas reventadas por las grandes comilonas con sus colegas de gula; los de más allá del puro coraje rabioso; y algunos de parálisis cardíacas al enterarse de los premios ganados. Hubo incluso, poquitos, los que se murieron de vergüenza.
Lo peor del caso es que todos estos zombies seguirán por la vida como si no hubiera pasado nada. Como si a los que los elegimos se nos fuera a olvidar tan fácilmente. Por lo pronto ahí está el saldo de restos mortales: a cargar todos con los aumentos del 15 al 16 por ciento de IVA; 28 al 30 por ciento del ISR; y del 2 al 3 a cada vez más raquíticos y democráticos depósitos en efectivo. Agréguele los incrementos a bebidas, cigarros, teléfonos y tele pagada. El resultado es un frankensteiniano amasijo de parches tan terroríficos que dan miedo. Aunque nada comparable al terror que escalofrió a nuestros legisladores siempre que se trataba de poner en mortaja de juicio los intereses del gobierno o del gran capital. Ahí sí que les temblaban pellejos y huesos hasta la degradación del ridículo.
Así que al final, todos se plegaron a la presión del gobierno federal de recaudar más a como diera lugar. Los del PAN porque viven hincados y en penitencia. Y los del PRI porque se salieron corriendo del velorio asustados con el petate del muerto. A los que se sientan del lado izquierdo, ni los dejaron pasar al huateque.
En suma, un congreso muerto de muerte prematura. Conformado ahora por centenares de fantasmas de sí mismos. Almas en pena, sin gloria y condenadas al purgatorio en el vasto panteón de la mediocridad.
“¡Voy, voy —diría el gran Chava Flores— ni que fuera para tanto…murió, murió y murió!”. Así que echémosle los últimos responsos a este Congreso de pusilánimes y sepamos de una vez por todas que con los muertos ya no se cuenta.
Y ni modo, a buscarle por otros lados: en los espacios de la sociedad civil; las organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales; la presión a los medios de comunicación; los foros académicos que establecen todavía un México posible y porqué no, las movilizaciones callejeras.
En pocas palabras, la construcción de un futuro transparente y luminoso, lejos de la oscuridad y hediondez de esta nueva tumba colectiva.
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