Ricardo Rocha
Detrás de la Noticia
12 de noviembre de 2009
Refundar la República II
Yo no sé si será casualidad o causalidad, pero a partir del llamado del rector Narro se ha venido dando en cascada una serie de declaraciones de actores protagónicos de la vida nacional. Palabras más, palabras menos, todos apuntan en el mismo sentido: las cosas ya no pueden seguir así; el riesgo de quiebre es gigantesco; el país está cancelando su futuro.
Miguel Alemán Velasco, político, empresario y analista sensible de la realidad nacional, acaba de decir que los hombres de negocios no están preocupados por la crisis financiera para la cual siempre habrá recetas. Lo que les inquieta es la crisis social y el porvenir del país. Hombre de aviones, explica que es como si voláramos a mitad del Atlántico, con la disyuntiva de volver atrás o hacer lo que han hecho otras naciones para completar el vuelo.
En el mismo foro empresarial, Carlos Slim Helú —el más importante empresario latinoamericano y uno de los más influyentes del mundo— señaló que “urge evitar el sacrificio de las próximas generaciones”; que nuestros gobiernos se han limitado a seguir los ajustes dictados desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en vez de elaborar planes de desarrollo propios; que para combatir eficazmente la pobreza —más allá de la asistencia social— se requiere inversión, actividad económica y creación de empleos; incorporar a los pobres a la clase media con desarrollo de capital humano, educación, salud y nutrición; en pocas palabras, “una visión integral, ambiciosa, fuerte, con rumbo claro y de largo plazo”. ¿Refundar la República?
Por eso preocupa e irrita que desde el gobierno federal digan que la crisis ya pasó y que la recuperación ha comenzado. No sólo por lo falso de estas afirmaciones, sino porque se manda el mensaje de que el país ya está bien y que así puede seguir por los siglos de los siglos. Cuando lo que nos quedan son los años de los años, si acaso.
Menos mal que comienzan a multiplicarse las voces que en volúmenes cada vez más altos expresan abiertamente la necesidad de reencauzar la marcha de la nación. Y en sentido contrario, son más reducidos los argumentos de quienes piensan que México todavía aguanta, que la liga puede seguirse estirando, que al fin y al cabo todos somos idiotas y además dejados. De los que juegan con fuego sobre un terreno minado a riesgo de una explosión social de grandes proporciones y sobre todo irreversible.
Por eso, hay que insistir en que es la hora de la verdad. Que estamos cruzando el punto de no retorno. Y que es absolutamente necesaria una convocatoria amplia e incluyente para un gran acuerdo nacional a fin de cambiar rumbo y destino.
Y si me apuran, es igualmente indispensable una gran y generosa reconciliación nacional. En la que dejemos de vernos con las etiquetas de buenos y malos que nos hemos colocado en la frente unos a otros. Total, que cada quien sabe bien lo que ha hecho y ha dejado de hacer por este país. Y que le queda todavía una última oportunidad para compensarlo.
En suma, una esperanzadora, inteligente y colectiva mirada al futuro. Que ya está aquí, enfrente.
Detrás de la Noticia
12 de noviembre de 2009
Refundar la República II
Yo no sé si será casualidad o causalidad, pero a partir del llamado del rector Narro se ha venido dando en cascada una serie de declaraciones de actores protagónicos de la vida nacional. Palabras más, palabras menos, todos apuntan en el mismo sentido: las cosas ya no pueden seguir así; el riesgo de quiebre es gigantesco; el país está cancelando su futuro.
Miguel Alemán Velasco, político, empresario y analista sensible de la realidad nacional, acaba de decir que los hombres de negocios no están preocupados por la crisis financiera para la cual siempre habrá recetas. Lo que les inquieta es la crisis social y el porvenir del país. Hombre de aviones, explica que es como si voláramos a mitad del Atlántico, con la disyuntiva de volver atrás o hacer lo que han hecho otras naciones para completar el vuelo.
En el mismo foro empresarial, Carlos Slim Helú —el más importante empresario latinoamericano y uno de los más influyentes del mundo— señaló que “urge evitar el sacrificio de las próximas generaciones”; que nuestros gobiernos se han limitado a seguir los ajustes dictados desde el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional en vez de elaborar planes de desarrollo propios; que para combatir eficazmente la pobreza —más allá de la asistencia social— se requiere inversión, actividad económica y creación de empleos; incorporar a los pobres a la clase media con desarrollo de capital humano, educación, salud y nutrición; en pocas palabras, “una visión integral, ambiciosa, fuerte, con rumbo claro y de largo plazo”. ¿Refundar la República?
Por eso preocupa e irrita que desde el gobierno federal digan que la crisis ya pasó y que la recuperación ha comenzado. No sólo por lo falso de estas afirmaciones, sino porque se manda el mensaje de que el país ya está bien y que así puede seguir por los siglos de los siglos. Cuando lo que nos quedan son los años de los años, si acaso.
Menos mal que comienzan a multiplicarse las voces que en volúmenes cada vez más altos expresan abiertamente la necesidad de reencauzar la marcha de la nación. Y en sentido contrario, son más reducidos los argumentos de quienes piensan que México todavía aguanta, que la liga puede seguirse estirando, que al fin y al cabo todos somos idiotas y además dejados. De los que juegan con fuego sobre un terreno minado a riesgo de una explosión social de grandes proporciones y sobre todo irreversible.
Por eso, hay que insistir en que es la hora de la verdad. Que estamos cruzando el punto de no retorno. Y que es absolutamente necesaria una convocatoria amplia e incluyente para un gran acuerdo nacional a fin de cambiar rumbo y destino.
Y si me apuran, es igualmente indispensable una gran y generosa reconciliación nacional. En la que dejemos de vernos con las etiquetas de buenos y malos que nos hemos colocado en la frente unos a otros. Total, que cada quien sabe bien lo que ha hecho y ha dejado de hacer por este país. Y que le queda todavía una última oportunidad para compensarlo.
En suma, una esperanzadora, inteligente y colectiva mirada al futuro. Que ya está aquí, enfrente.
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