Respuesta a Adela Micha sobre la fábrica de mentiras que es Televisa
Federico Arreola.
23 de Noviembre, 2009
El domingo, respondiendo a algunas críticas que le lancé, Adela Micha dijo en tuiter que yo participé muchas veces mucho tiempo en programas de Televisa, sobre todo en el suyo, con total libertad. Le respondo aquí:
Me acerqué a Televisa antes de las elecciones presidenciales del año 2000.
Recuerdo que un recién estrenado ejecutivo de la televisora, Ramón Alberto Garza, que había sido director editorial de El Norte y Reforma, me amenazó en el aeropuerto capitalino con echarme encima todo el peso de la empresa presidida por Emilio Azcárraga Jean si yo seguía criticándolo.
Eso me molestó mucho, por lo que de inmediato llamé a Joaquín López-Dóriga para quejarme. No conocía a nadie más en Televisa. Joaquín, práctico, me sugirió que tratara el asunto con Azcárraga y con Bernardo Gómez y me consiguió una cita con ellos.
El mismo día del incidente con Ramón Alberto estuve frente a Emilio y Bernardo, les pedí que pusieran en orden a su funcionario, se apenaron, me aseguraron que el estilo de Televisa no era el chantaje y la amenaza y me dieron una larga explicación acerca de la que era la nueva política editorial de la compañía.
En pocas palabras diré que el objetivo que ellos me plantearon era lograr lo que la vieja Televisa, la presidida por “El Tigre” Emilio Azcárraga Milmo, nunca tuvo: credibilidad.
Emilio y Bernardo se veían muy entusiasmados en practicar un periodismo distinto, objetivo, crítico, plural. Y me pareció que así lo hicieron durante un tiempo, sobre todo en las campañas electorales presidenciales de 2000: no favorecieron al candidato del gobierno, Francisco Labastida, del PRI, sobre los de oposición, Vicente Fox, del PAN, y Cuauhtémoc Cárdenas, del PRD.
Durante mucho tiempo elogié a la nueva Televisa y hasta la consideré un factor de democratización.
Mientras fue jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador tuvo buena relación con Televisa, sobre todo con Bernardo Gómez, con quien, así lo creo, llegó a hacer una buena amistad.
Un día, en los tiempos de los videoescándalos o del desafuero, entraron en conflicto Bernardo y Andrés Manuel, lo que motivó que este último no invitara al vicepresidente de Televisa a la inauguración del segundo piso del Periférico. Bernardo me lo comentó y me pidió que interviniera para López Obrador cambiara su actitud. Hablé con AMLO, le dije que no tenía caso su conflicto con Bernardo Gómez, me escuchó y dio instrucciones a su secretaria, Laurita, de que lo comunicara con el número dos de la televisora, quien de esa manera fue convocado a la apertura del segundo piso.
Tiempo después, muy molesto por la política editorial de Milenio relacionada con el desafuero, el entonces presidente Vicente Fox citó al dueño de ese periódico, Francisco González, y le dijo que yo trabajaba para López Obrador. Una de las pruebas que Fox ofreció era que yo había intervenido para que Bernardo Gómez acudiera a la inauguración del segundo piso, lo que era cierto. La otra prueba que Fox presentó era una tontería: que yo había convencido a Emilio Azcárraga de regalarle publicidad a AMLO.
Cuando dejé Milenio por las presiones de Fox (hubo muchas otras cosas que contaré en otro momento), López Obrador me invitó a ser uno de los coordinadores de su campaña. Una de las primeras personas que me llamó por ese motivo fue Carmen Aristegui, quien me pidió participar en un debate en su programa de W Radio con Juan Ignacio Zavala, cuñado de Felipe Calderón, y César Augusto Santiago, del PRI.
El debate en W Radio con Zavala y César Augusto llamó la atención de mucha gente, sobre todo de Bernardo Gómez, quien me pidió que lo ayudara a llevarlo a Televisa, específicamente al noticiero de Brozo. Bernardo quería que dejáramos a Aristegui. Acepté ir a la televisión, pero sin abandonar el programa de radio de Carmen.
Hubo un problema que impidió que fuéramos con Brozo. Si bien el PRI aceptó de inmediato que César Augusto participara en el debate en Televisa, el PAN dijo que ya no lo iba a representar Juan Ignacio Zavala, sino Germán Martínez. En mi caso, López Obrador le dijo a Bernardo Gómez que prefería que yo no participara, que lo hiciera en mi lugar Marcelo Ebrard.
De eso me enteré en la oficina de Bernardo, quien me dijo que su error había sido consultar a los candidatos presidenciales. Según Gómez, Televisa no estaba interesada en ofrecer tiempo a los partidos, sino simplemente quería el mismo debate del noticiero de Aristegui. Me pidió que llamara a AMLO y tratara de convencerlo. Lo hice, y Andrés Manuel me ordenó que no participara en Televisa porque existía la posibilidad, le había comentado alguien, de que se tratara de una trampa. Colgué el celular, le dije a Bernardo que no iba yo a participar y llamé de nuevo a AMLO: “Andrés, te informo que he cumplido tu instrucción. Ahora te informo que renuncio a tu campaña, no me gusta que me limiten tanto”. No me interesaba ir a Televisa, pero simplemente ejercí mi derecho de no aceptar algo que no me parecía. Yo no era el vocero de López Obrador, por lo tanto no hablaba en su nombre. Estuve varios días ausente de la campaña hasta que AMLO me dijo que volviera, que hiciera lo que yo quisiera. Regresé. La verdad de las cosas es que no funciono en ambientes restringidos.
Supongo que Bernardo Gómez se dio cuenta de eso, porque volvió a invitarme. Acepté otra vez, pero le dije que con Brozo no, que no me latía este tipo. Sugerí el noticiario de Adela Micha. Bernardo le pidió a Adela que nos abriera un espacio, y ella lo hizo con mucho gusto.
Estuve varias veces con Adela en Televisa. Con libertad, sí. Después del fraude de julio de 2006, cuando estábamos en el plantón de Reforma, Adela pensó que ella seguía siendo libre para hacer periodismo en la televisora. Me llamó una de sus asistentes para convocarme de nuevo al debate con el cuñado de Calderón y con el priista César Augusto puesto que, era obvio, el problema electoral seguía sin resolverse. Unas horas más tarde me llamaron de nuevo de parte de Adela para decirme que siempre no, que a Adela ya no le habían dado permiso.
Si Televisa cambió su política editorial para bien antes del año 2000, a partir de julio de 2006 volvió a ser lo que fue en los tiempos de “El Tigre Azcárraga”: Una fábrica de mentiras. La especialidad de esta televisora es ahora, como en la época priista, calumniar a la oposición. Todo el mundo lo sabe porque, desgraciadamente, todavía todo el mundo ve Televisa.
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