México SA
Grandes empresarios no creen en el fin de la recesión
No conformarnos con un crecimiento de 2.5%
No conformarnos con un crecimiento de 2.5%
Carlos Fernández-Vega
Pues nada, que el más reciente chascarrillo de Felipe Calderón (fin de la recesión”) no provocó ni la más leve sonrisa del auditorio. Por el contrario, la constante de organismos políticos, sociales y empresariales fue una cordial invitación al inquilino de Los Pinos para que se abstenga de contar chistes y se ponga a trabajar, a dar resultados, ausentes en sus casi tres años de estancia en la residencia oficial.
Cómo estará el horno que ni siquiera los empresarios que mayor raja sacan del modelo económico impuesto en México casi tres décadas atrás se dicen satisfechos con los resultados en esos cerca de 30 años, y mucho menos con el balance que arroja la mitad del calderonato. Ni de lejos celebraron la frase de ocasión (“fin de la recesión”) pronunciada días atrás por el inquilino de Los Pinos. Por el contrario, la respuesta a la ocurrencia de Felipe Calderón fue clara: “no se espera una recuperación sustancial de la economía el próximo año, después de que la actividad cayó en la primera mitad de 2009 en una magnitud no vista en siete décadas… Hay que fortalecer la economía interna, hacer valer la rectoría del Estado, y la mejor manera de reducir la pobreza no pasa por la caridad sino por la creación de empleos. No se trata de sacrificar generaciones… No hay buena política económica si no hay desarrollo, distribución del ingreso y empleo” (Carlos Slim dixit).
Más allá fue el empresario Roberto González Barrera: “el sistema mexicano está agotado y ha producido pocos resultados en los últimos 25 años, con un crecimiento económico muy bajo y poca generación de empleos. El país necesita sostenerse por lo menos 20 años con tasas de crecimiento de entre 5 y 7 por ciento. No debemos conformarnos con un crecimiento del 2.5 por ciento, como el pronosticado para 2010… y las recientes medidas fiscales aprobadas por el Legislativo son transitorias y deben estar sujetas a una revisión”.
No es la primera vez que empresarios como los citados se manifiestan en ese tono. Por ejemplo, en febrero pasado el propio Slim soltó: “no quiero ser catastrofista, pero viene lo peor; ante el colapso económico el producto interno bruto se va a desplomar; va a haber desempleo como no lo hemos visto desde los años 30; van a quebrar muchas empresas chicas, medianas y grandes, van a cerrar comercios, se verán locales cerrados por todos lados, los inmuebles estarán vacíos. Será una situación muy delicada. No quiero ser catastrofista, pero hay que prepararse para prever, y después no estar llorando… No cabe duda de que el producto interno bruto mexicano se va a desplomar, se va a caer, va a ser negativo, ya desde el último trimestre del año pasado, no sabemos cuánto dure, pero va a ser muy fuerte el efecto. Ahí es donde yo digo: el producto interno bruto va a ser negativo, va a ser sustancialmente negativo por la caída del petróleo y de la exportación, entre otras cosas, y las consecuencias también internas”.
La respuesta oficial, con el porro Javier Lozano Alarcón al frente (el mismo que hoy encabeza la defenestración del SME y el chantaje entre los trabajadores electricistas para que cobren su liquidación con todo y pilón), fue feroz, pero a estas alturas la advertencia del empresario es contundente realidad. Que el modelo económico no sirve es otra contundente realidad, por mucho que el discurso oficial se aferre en su defensa: raquitismo en materia de crecimiento, poco empleo y de pésima calidad, famélicos salarios, inexistencia del Estado como regulador de la actividad económica, desempleo creciente, seguridad social en extinción, concentración del ingreso, expulsión de mano de obra, y pobres, muchos pobres.
En el balance de casi 30 años, la constante es que cada sucesor en Los Pinos reporta peores resultados: con José López Portillo, la tasa anual promedio de crecimiento económico fue de 6.55 por ciento. Inmediatamente después, en el gobierno se instaló el poder tecnocrático y se instauró un nuevo modelo, con los siguientes resultados: con Miguel de la Madrid dicha tasa fue de 0.34 por ciento; con Carlos Salinas de Gortari de 3.9 por ciento; con Ernesto Zedillo 3.5 por ciento, y con Vicente Fox de 2.2 por ciento. La tasa anual promedio de “crecimiento” económico en las cuatro administraciones neoliberales a duras penas alcanza 2.48 por ciento. Pero llegó Felipe Calderón y destrozó lo poco que quedaba en pie: en el mejor de los casos, y sólo en el mejor, la tasa anual promedio de “crecimiento” en su sexenio (si es que lo concluye) sería de 0.9 por ciento, aunque todo apunta a un espantoso cero por ciento. Así, el promedio anual en la etapa neoliberal sería de 1.98 por ciento. Del gobierno de Lázaro Cárdenas del Río al de José López Portillo la tasa anual de crecimiento económico en México promedió 6 por ciento, es decir, tres veces más que en los cinco neoliberales.
A partir del Plan Global de Desarrollo 1980-1982 (desde Miguel de la Madrid se denominó Plan Nacional de Desarrollo), todos los inquilinos de Los Pinos le pusieron número a la promesa. Así, José López Portillo se comprometió a lograr una tasa de crecimiento del PIB de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982, pero sólo alcanzó 5.7 (con todo, nunca superada por sus sucesores); MMH “garantizó” 5.5 por ciento anual, pero a duras penas llegó a 0.34 por ciento; Carlos Salinas de Gortari ofreció 6 por ciento anual, pero sólo concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que cuando menos llegaría a 5 por ciento, aunque no pasó de 3.5; Vicente Fox juró y perjuró que sería 7 por ciento anual, pero de milagro reportó 2.2 por ciento. Y llegó Felipe Calderón, quien comprometió 5 por ciento anual, pero si bien van las cosas (milagro incluido) no pasará de 0.9 por ciento anual, aunque todo apunta a cero por ciento, de cualquier suerte un sexenio perdido.
Las rebanadas del pastel
Eso sí, en su momento cada uno de los inquilinos de los Pinos prometió para el país y sus habitantes un futuro venturoso: “crecimiento alto y sostenido”, “dotar a los mexicanos de empleo y los mínimos de bienestar” (JLP); “recuperar la capacidad de crecimiento” (MMH); “acceder a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero” (CSG); “combatir el desigual desarrollo del país” (EZ); y “actuar con inteligencia y sensibilidad” (¡lo dijo Fox!). A Calderón anótese lo que se ocurra, porque de cualquier forma incumplirá. Y a la vuelta de casi 30 años, 2 por ciento de “crecimiento” y más de 50 por ciento de los mexicanos en pobreza.
cfvmexico_sa@hotmail.com - mexicosa@infinitum.com.mx
Pues nada, que el más reciente chascarrillo de Felipe Calderón (fin de la recesión”) no provocó ni la más leve sonrisa del auditorio. Por el contrario, la constante de organismos políticos, sociales y empresariales fue una cordial invitación al inquilino de Los Pinos para que se abstenga de contar chistes y se ponga a trabajar, a dar resultados, ausentes en sus casi tres años de estancia en la residencia oficial.
Cómo estará el horno que ni siquiera los empresarios que mayor raja sacan del modelo económico impuesto en México casi tres décadas atrás se dicen satisfechos con los resultados en esos cerca de 30 años, y mucho menos con el balance que arroja la mitad del calderonato. Ni de lejos celebraron la frase de ocasión (“fin de la recesión”) pronunciada días atrás por el inquilino de Los Pinos. Por el contrario, la respuesta a la ocurrencia de Felipe Calderón fue clara: “no se espera una recuperación sustancial de la economía el próximo año, después de que la actividad cayó en la primera mitad de 2009 en una magnitud no vista en siete décadas… Hay que fortalecer la economía interna, hacer valer la rectoría del Estado, y la mejor manera de reducir la pobreza no pasa por la caridad sino por la creación de empleos. No se trata de sacrificar generaciones… No hay buena política económica si no hay desarrollo, distribución del ingreso y empleo” (Carlos Slim dixit).
Más allá fue el empresario Roberto González Barrera: “el sistema mexicano está agotado y ha producido pocos resultados en los últimos 25 años, con un crecimiento económico muy bajo y poca generación de empleos. El país necesita sostenerse por lo menos 20 años con tasas de crecimiento de entre 5 y 7 por ciento. No debemos conformarnos con un crecimiento del 2.5 por ciento, como el pronosticado para 2010… y las recientes medidas fiscales aprobadas por el Legislativo son transitorias y deben estar sujetas a una revisión”.
No es la primera vez que empresarios como los citados se manifiestan en ese tono. Por ejemplo, en febrero pasado el propio Slim soltó: “no quiero ser catastrofista, pero viene lo peor; ante el colapso económico el producto interno bruto se va a desplomar; va a haber desempleo como no lo hemos visto desde los años 30; van a quebrar muchas empresas chicas, medianas y grandes, van a cerrar comercios, se verán locales cerrados por todos lados, los inmuebles estarán vacíos. Será una situación muy delicada. No quiero ser catastrofista, pero hay que prepararse para prever, y después no estar llorando… No cabe duda de que el producto interno bruto mexicano se va a desplomar, se va a caer, va a ser negativo, ya desde el último trimestre del año pasado, no sabemos cuánto dure, pero va a ser muy fuerte el efecto. Ahí es donde yo digo: el producto interno bruto va a ser negativo, va a ser sustancialmente negativo por la caída del petróleo y de la exportación, entre otras cosas, y las consecuencias también internas”.
La respuesta oficial, con el porro Javier Lozano Alarcón al frente (el mismo que hoy encabeza la defenestración del SME y el chantaje entre los trabajadores electricistas para que cobren su liquidación con todo y pilón), fue feroz, pero a estas alturas la advertencia del empresario es contundente realidad. Que el modelo económico no sirve es otra contundente realidad, por mucho que el discurso oficial se aferre en su defensa: raquitismo en materia de crecimiento, poco empleo y de pésima calidad, famélicos salarios, inexistencia del Estado como regulador de la actividad económica, desempleo creciente, seguridad social en extinción, concentración del ingreso, expulsión de mano de obra, y pobres, muchos pobres.
En el balance de casi 30 años, la constante es que cada sucesor en Los Pinos reporta peores resultados: con José López Portillo, la tasa anual promedio de crecimiento económico fue de 6.55 por ciento. Inmediatamente después, en el gobierno se instaló el poder tecnocrático y se instauró un nuevo modelo, con los siguientes resultados: con Miguel de la Madrid dicha tasa fue de 0.34 por ciento; con Carlos Salinas de Gortari de 3.9 por ciento; con Ernesto Zedillo 3.5 por ciento, y con Vicente Fox de 2.2 por ciento. La tasa anual promedio de “crecimiento” económico en las cuatro administraciones neoliberales a duras penas alcanza 2.48 por ciento. Pero llegó Felipe Calderón y destrozó lo poco que quedaba en pie: en el mejor de los casos, y sólo en el mejor, la tasa anual promedio de “crecimiento” en su sexenio (si es que lo concluye) sería de 0.9 por ciento, aunque todo apunta a un espantoso cero por ciento. Así, el promedio anual en la etapa neoliberal sería de 1.98 por ciento. Del gobierno de Lázaro Cárdenas del Río al de José López Portillo la tasa anual de crecimiento económico en México promedió 6 por ciento, es decir, tres veces más que en los cinco neoliberales.
A partir del Plan Global de Desarrollo 1980-1982 (desde Miguel de la Madrid se denominó Plan Nacional de Desarrollo), todos los inquilinos de Los Pinos le pusieron número a la promesa. Así, José López Portillo se comprometió a lograr una tasa de crecimiento del PIB de 8 por ciento anual entre 1980 y 1982, pero sólo alcanzó 5.7 (con todo, nunca superada por sus sucesores); MMH “garantizó” 5.5 por ciento anual, pero a duras penas llegó a 0.34 por ciento; Carlos Salinas de Gortari ofreció 6 por ciento anual, pero sólo concretó 3.9; Ernesto Zedillo aseguró que cuando menos llegaría a 5 por ciento, aunque no pasó de 3.5; Vicente Fox juró y perjuró que sería 7 por ciento anual, pero de milagro reportó 2.2 por ciento. Y llegó Felipe Calderón, quien comprometió 5 por ciento anual, pero si bien van las cosas (milagro incluido) no pasará de 0.9 por ciento anual, aunque todo apunta a cero por ciento, de cualquier suerte un sexenio perdido.
Las rebanadas del pastel
Eso sí, en su momento cada uno de los inquilinos de los Pinos prometió para el país y sus habitantes un futuro venturoso: “crecimiento alto y sostenido”, “dotar a los mexicanos de empleo y los mínimos de bienestar” (JLP); “recuperar la capacidad de crecimiento” (MMH); “acceder a un horizonte de progreso personal y familiar que no sea efímero” (CSG); “combatir el desigual desarrollo del país” (EZ); y “actuar con inteligencia y sensibilidad” (¡lo dijo Fox!). A Calderón anótese lo que se ocurra, porque de cualquier forma incumplirá. Y a la vuelta de casi 30 años, 2 por ciento de “crecimiento” y más de 50 por ciento de los mexicanos en pobreza.
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