Sociedad narca
josé gil olmos
josé gil olmos
MEXICO, D.F., 27 de agosto (apro).- La “sociedad narca” es un término que pocas veces se ha escuchado pero con mucho tino define una situación y una condición que se vive en todo el país: la integración del poder del narcotráfico como forma de vida en la sociedad y, aún más, como parte del Estado y del sector político.
En su último libro, La Reina del Pacífico, el periodista Julio Scherer García descubre este término en su larga entrevista con Sandra Ávila Beltrán, bautizada así por el gobierno de Felipe Calderón en un intento por justificar su lucha contra el narcotráfico pretendiendo vestir a esta mujer, nacida en Tijuana, como “el enlace más peligroso” que hay entre los cárteles de México y Colombia, algo que, en realidad, está muy lejos de ser cierto.
A lo largo del libro, el lector puede ir descubriendo el significado profundo de este término que retrata muy bien el enorme poder que el narcotráfico ha alcanzado entre la sociedad civil y política en nuestro país.
“En la sociedad narca la riqueza como que brota –describe Sandra Ávila-- un día eres pobre y al siguiente millonario. Pero cómo se hace el dinero sólo lo saben los que lo hacen. Tú no los escuchas a propósito ni averiguas qué tan serias podrían ser las relaciones entre ellos. Pero si adviertes que de pronto lucen brillantes y piedras preciosas, mujeres de alto vuelo, que compran residencias que habitan y abandonan casi al mismo día, que se hacen dueños de edificios u hospitales, como en Guadalajara, o un hotel, como en Mazatlán, lleno de flores. Yo no sé cómo se arreglan con las autoridades, pero se arreglan. Un día cambian de estilo y se vuelven echadores. Te enteras de reuniones discretas, cerca del misterio, pero no más. Vas sabiendo sin saber que vas sabiendo. Y un día sabes. ¿Cómo es eso? No sé. Pero sé que es así”.
Añade: “La sociedad narca es dura, cruel y en su propio espacio es una sociedad en sí misma. No hay código que valga la pena en la disputa por el poder. Tampoco hay leyes que resuelvan las disputas y no se ve autoridad que pudiera imponerse al caos que va y viene, siempre presente y haciéndose sentir”.
En tanto, Scherer señala: “Escuchando a la señora me he ido haciendo una idea acerca de la sociedad narca: es expansiva y su dinero está por todos lados”.
Visto así, la “sociedad narca” es aquella que está impregnada por el poder de los carteles de la droga, por el dinero de los barones de los estupefacientes, que se hacen presentes en todos los sectores y en todos los niveles de gobierno, sin que nadie los detenga.
La “sociedad narca” está formada por las familias de los capos de la doga, pero también por sus amigos, por los políticos con los que se asocian, por los gobernantes que los protege o que, incluso, se dedican al mismo negocio; por los militares que los solapan detrás de las montañas de dinero que son capaces de amasar en poco tiempo; por los banqueros que cierran los ojos para no ver la entrada de millones de dólares a sus sistemas financieros; por los ediles que compran desde que son candidatos; por algunos periodistas que se emplean como voceros; por algunos empresarios a los que sólo les importan sus negocios, y por los policías y jueces que juegan a la justicia cuando en realidad sirven para legalizar la impunidad.
El narcotráfico se ha hecho cultura en nuestro país. La “sociedad narca” tiene a sus santos --Malverde y la Santa Muerte--, su propia música, sus ídolos y héroes y su moneda establecida por el precio del kilo de estupefaciente. Tiene su territorio y sus propias reglas de autogobierno. Tiene a su ejército –Los Zetas--, y a sus propias autoridades. En fin, en medio del Estado mexicano se ha erigido en un pequeño y poderoso estado que controla muchos de los hilos del poder a nivel nacional.
La falta de entendimiento de los alcances del problema por parte del gobierno de Felipe Calderón es lo que lo ha hecho caer derrotado ante el enorme poder del narco y hacer notar el error cometido de utilizar la fuerza militar cuando la propia Constitución lo impide.
Ya lo hemos dicho: para empezar una verdadera lucha contra este metapoder es necesario tomar acciones que les duela, no deteniendo algunos cabecillas que luego escapan como fue el “Chapo”, sino decomisando el dinero que ganan y que lo meten a lavar en el sistema financiero y bancario.
Al mismo tiempo, actuando contra los policías y sus jefes que se emplean a los diferentes narcos, a los gobernadores y presidentes municipales que se hacen socios, a los policías y jueces cómplices, a los militares que juegan doble juego.
Calderón se engaña a si mismo, no a la sociedad, cuando dice que “ahora si” va con todo para acabar con el crimen organizado –narco, secuestradores, etcétera-- pues al hacerlo a través de los mismos mecanismos policiacos, legales y militares, está repitiendo el mismo error de antes.
Sólo con la caída de un gobernador o presidente municipal, que los hay, involucrados en el crimen organizado, sólo con la detención de algunos militares o banqueros que solapan, o con la caída de un alto funcionario al servicio de los jefes del narcotráfico, es como la sociedad podrá ver que el combate va en serio.
Mientras tanto, si no se actúa de fondo, la “sociedad narca” se seguirá reproduciendo y extendiendo cada vez más y con ella su poder será imbatible para cualquier gobierno. Este es el verdadero interés de la sociedad, no la reforma de Pemex. Así lo veremos con claridad el próximo fin de semana cuando se realicen las dos marchas programadas precisamente bajo estos dos temas.
En su último libro, La Reina del Pacífico, el periodista Julio Scherer García descubre este término en su larga entrevista con Sandra Ávila Beltrán, bautizada así por el gobierno de Felipe Calderón en un intento por justificar su lucha contra el narcotráfico pretendiendo vestir a esta mujer, nacida en Tijuana, como “el enlace más peligroso” que hay entre los cárteles de México y Colombia, algo que, en realidad, está muy lejos de ser cierto.
A lo largo del libro, el lector puede ir descubriendo el significado profundo de este término que retrata muy bien el enorme poder que el narcotráfico ha alcanzado entre la sociedad civil y política en nuestro país.
“En la sociedad narca la riqueza como que brota –describe Sandra Ávila-- un día eres pobre y al siguiente millonario. Pero cómo se hace el dinero sólo lo saben los que lo hacen. Tú no los escuchas a propósito ni averiguas qué tan serias podrían ser las relaciones entre ellos. Pero si adviertes que de pronto lucen brillantes y piedras preciosas, mujeres de alto vuelo, que compran residencias que habitan y abandonan casi al mismo día, que se hacen dueños de edificios u hospitales, como en Guadalajara, o un hotel, como en Mazatlán, lleno de flores. Yo no sé cómo se arreglan con las autoridades, pero se arreglan. Un día cambian de estilo y se vuelven echadores. Te enteras de reuniones discretas, cerca del misterio, pero no más. Vas sabiendo sin saber que vas sabiendo. Y un día sabes. ¿Cómo es eso? No sé. Pero sé que es así”.
Añade: “La sociedad narca es dura, cruel y en su propio espacio es una sociedad en sí misma. No hay código que valga la pena en la disputa por el poder. Tampoco hay leyes que resuelvan las disputas y no se ve autoridad que pudiera imponerse al caos que va y viene, siempre presente y haciéndose sentir”.
En tanto, Scherer señala: “Escuchando a la señora me he ido haciendo una idea acerca de la sociedad narca: es expansiva y su dinero está por todos lados”.
Visto así, la “sociedad narca” es aquella que está impregnada por el poder de los carteles de la droga, por el dinero de los barones de los estupefacientes, que se hacen presentes en todos los sectores y en todos los niveles de gobierno, sin que nadie los detenga.
La “sociedad narca” está formada por las familias de los capos de la doga, pero también por sus amigos, por los políticos con los que se asocian, por los gobernantes que los protege o que, incluso, se dedican al mismo negocio; por los militares que los solapan detrás de las montañas de dinero que son capaces de amasar en poco tiempo; por los banqueros que cierran los ojos para no ver la entrada de millones de dólares a sus sistemas financieros; por los ediles que compran desde que son candidatos; por algunos periodistas que se emplean como voceros; por algunos empresarios a los que sólo les importan sus negocios, y por los policías y jueces que juegan a la justicia cuando en realidad sirven para legalizar la impunidad.
El narcotráfico se ha hecho cultura en nuestro país. La “sociedad narca” tiene a sus santos --Malverde y la Santa Muerte--, su propia música, sus ídolos y héroes y su moneda establecida por el precio del kilo de estupefaciente. Tiene su territorio y sus propias reglas de autogobierno. Tiene a su ejército –Los Zetas--, y a sus propias autoridades. En fin, en medio del Estado mexicano se ha erigido en un pequeño y poderoso estado que controla muchos de los hilos del poder a nivel nacional.
La falta de entendimiento de los alcances del problema por parte del gobierno de Felipe Calderón es lo que lo ha hecho caer derrotado ante el enorme poder del narco y hacer notar el error cometido de utilizar la fuerza militar cuando la propia Constitución lo impide.
Ya lo hemos dicho: para empezar una verdadera lucha contra este metapoder es necesario tomar acciones que les duela, no deteniendo algunos cabecillas que luego escapan como fue el “Chapo”, sino decomisando el dinero que ganan y que lo meten a lavar en el sistema financiero y bancario.
Al mismo tiempo, actuando contra los policías y sus jefes que se emplean a los diferentes narcos, a los gobernadores y presidentes municipales que se hacen socios, a los policías y jueces cómplices, a los militares que juegan doble juego.
Calderón se engaña a si mismo, no a la sociedad, cuando dice que “ahora si” va con todo para acabar con el crimen organizado –narco, secuestradores, etcétera-- pues al hacerlo a través de los mismos mecanismos policiacos, legales y militares, está repitiendo el mismo error de antes.
Sólo con la caída de un gobernador o presidente municipal, que los hay, involucrados en el crimen organizado, sólo con la detención de algunos militares o banqueros que solapan, o con la caída de un alto funcionario al servicio de los jefes del narcotráfico, es como la sociedad podrá ver que el combate va en serio.
Mientras tanto, si no se actúa de fondo, la “sociedad narca” se seguirá reproduciendo y extendiendo cada vez más y con ella su poder será imbatible para cualquier gobierno. Este es el verdadero interés de la sociedad, no la reforma de Pemex. Así lo veremos con claridad el próximo fin de semana cuando se realicen las dos marchas programadas precisamente bajo estos dos temas.
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