19 ago 2008

Astillero
Julio Hernández López
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El gran teatro

■ Libretos lucrativos

■ Marcelo a la foto


El día del cumpleaños de su jefe complaciente, el secretario afanoso tuvo a bien pronunciar una frase de oro (o de petróleo, para no desentonar con los privilegiados contratos familiares): en materia de seguridad pública no se debe lucrar políticamente. Lo dijo el oneroso titular de Gobernación mientras en Los Pinos el festejado ocupante de ese solar recibía al padre de un adolescente asesinado, cuyo caso ha sido utilizado con intensidad para crear un ambiente social de indignación por asuntos criminales que desplace o atenúe el tema central de la defensa del petróleo como bien público. Retórica sin sustento mientras continúa el montaje de la obra de ilusionismo denominada Consejo Nacional de Seguridad Pública (que de nada servirá, como de nada sirvieron las anteriores) y mientras se avivan las veladoras de Iluminemos México con que se pretende contrastar una movilización nocturna en demanda de verdadera seguridad pública, con las concentraciones dominicales que significarán el inicio de la segunda fase de la resistencia civil contra la maquillada privatización petrolera.

El país arde y decenas de mexicanos mueren diariamente, pero la politización del caso Martí sólo tiene ojos para ese expediente. En Creel han muerto jóvenes estudiantes y un pequeño, pero sus infortunios no son difundidos estremecedoramente por las televisoras nacionales ni hay indignación de voceros de organizaciones utilizables para centrar el enojo social en objetivos específicos. El tema políticamente lucrativo es el del secuestro en el Distrito Federal, no el del resto del país y sus miles de muertes por una discutible guerra contra el narcotráfico, que, según señaló ayer el gobernador priísta de Chihuahua, no ha sido lo eficaz que se había anunciado, a pesar del uso del Ejército y con un saldo oscuro de violaciones a los derechos humanos. El punto es empujar al indeciso Marcelo a la encrucijada que le lleve finalmente a sentarse a la mesa con quien tachaba de ilegítimo (en sus términos, con su agenda, en su Palacio) o atenerse al linchamiento mediático que pretenderá culparle de que no funcionen bien los planes que de cualquier manera no funcionarán porque, en realidad, esas reuniones de fantasmas gobernantes sólo han producido discursos y promesas, intocadas como siguen las causas verdaderas del desbordamiento de la delincuencia.

La campaña de manipulación y engaño es tan fuerte que el jefe del Gobierno capitalino zigzaguea, deseoso de recibir las menores pérdidas políticas que le sea posible. Primero se declarò ampliamente convencido de que debe estar en toda reunión sobre el tema de seguridad pública donde se atendieran las exigencias ciudadanas recientes. Luego reconsideró sus palabras iniciales y dijo que analizará la agenda del día de la fotografía panorámica con Calderón para decidir si asiste o se reserva para cuando se realice la “cumbre” que él planteó. Ebrard sabe que al compartir escenario con el panista al que no reconoce legitimidad como presidente de la República quedará como un político sin palabra (pues nadie le obligó a comprometerse a no hacer tratos públicos con Calderón) y que será breve el periodo de elogios envenenados en los mismos medios que otras veces le atacan por el mismo sistema de consignas.

Pero finalmente el indeciso ha optado por la salida de mejor rentabilidad inmediata. Irá a la sesión del Consejo de Seguridad Pública porque de esa manera ganará imagen de civilizado, dialogador e independiente de pejismo alguno. El secretario federal de seguridad pública le convenció de las bondades de la reunión a la que él, Ebrard, será llevado como pieza exótica de cacería en función de circo de morbo. La sesión de El hijo pródigo ganará espacios y comentarios. La marcha ciudadana que busca iluminar México ha ganado un devoto en busca de luz. Y la suma de factores de distracción u obstrucción tratará de consolidar un clima adverso a las movilizaciones contra la privatización del petróleo. “Eso ya no es tema. Está rebasado. Son obsesiones de unos cuantos fanáticos”, dirán los voceros con lucro. Porque lo importante es la seguridad pública, los rituales del poder, las fotografías panorámicas de los reconciliados a distancia. Lo demás (el petróleo y los negocios privatizados) ha de ser lo de menos.

Los partidos políticos siguen, en tanto, sus rutinas olímpicas. Los perredistas naufragan, unos por creer que asidos al control del membrete tendrán autoridad y fuerza; otros, por aferrarse a la estructura que les ha sido expropiada e incluso por llegar a la desesperación de proponer que un Chucho (Lazarucho) de apellido Cárdenas pudiese ser una solución aceptable. Convergencia y el Partido del Trabajo, sobre todo éste, esperan el desenlace del pleito que dejará a unos lo negro y a otros lo amarillo. En el PRI, los poderes reales (Beltrones y Gamboa) le ceden tribuna y reflectores a la presidenta formal, Beatriz Paredes, que tendrá sus momentos de gloria convenida en la asamblea nacional del partido tricolor que se realizará en Aguascalientes. Y en el PAN se consuma la renuncia prevista de Javier Corral al comité nacional, en tardía protesta por los motivos televisivos que llevaron a Germán Martínez a quitar a Santiago Creel de la coordinación de los senadores panistas.

Astillas

El segmento conservador de la Suprema Corte de Justicia de la Nación pretende echar abajo las leyes capitalinas que dejaron sin penalidad la interrupción del embarazo en ciertas condiciones. No es un detalle aislado, sino parte del gran mural de intolerancia y regresión que manos enfebrecidas pintan por todo el país (guanajuatizar es la consigna)… Pues sí, Mouriño y Javier Lozano defienden al sindicato petrolero de la misma manera que combaten al minero. Cuestión de negocios (políticos)… Y, mientras la señora Marta es premiada en Baja California por su estilo para pisar uvas destinadas a convertirse en vino (de verdad: ¡qué país!), ¡hasta mañana, en esta columna sin cementos por expropiar!

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