Julio Hernández López
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■ Secuestros políticos
■ La foto, como rehén
■ Evas, pecadoras
■ Islas para gringos
Extrañas desembocaduras políticas del río llamado secuestro. La muerte lamentable de un joven miembro de la elite económica creó las condiciones para que Los Pinos pueda tener una fotografía de conjunto (en una cumbre, no en una sesión bilateral) con el jefe del gobierno capitalino gradualmente ganado hacia el Centro Democrático. Un padre legítimamente adolorido acepta sumar sus demandas particulares a una convocatoria grupal específica para que dos personajes de marcado litigio poselectoral se acomoden en sillones conciliatorios y den la buena nueva gráfica de la legitimidad sesgada pero gradualmente reconocida.
Éxito político inusual el logrado por la conjunción del caso Martí con la agrupación denominada México Unido contra la Delincuencia, que fue uno de los principales membretes que en 2004 aparecieron al frente de la marcha ciudadana de protesta contra la delincuencia desbordada y que ahora igualmente promueve la veladora votiva que bajo el lema de Iluminemos México llama a otra caminata, ésta a un día de las reuniones de resistencia civil contra la privatización del petróleo que se realizarán en las principales plazas públicas del país. Y esa dupla peculiar obtiene la instantánea adhesión calderonista en busca de sesionar en directo con el esquivo Ebrard, a lo que éste, dedicado desde la crisis del News Divine a construirse rendijas de desahogo con olor a pinos, responde como en los embarazos a medias: sí, pero tantito. Sí estaría Marcelo dispuesto a ir a una “cumbre” republicana a la que asistan representantes de los poderes Legislativo y Judicial, los gobernadores del país y, bueno, pues también el ciudadano presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, sin ilegitimidad alguna concebido, con quien se compartiría escenario de reconocimiento aunque tal vez se podría negociar que no hubiera saludo directo fotografiable (FeLupillo A. Naranjo aplaude el reacomodo de Ebrard).
Rauda conversión de un doloroso suceso criminal en una palanca de presión y acomodos políticos (doloroso, pero no único; diariamente mueren mexicanos en situaciones igualmente dramáticas e injustas, pero en el país de los ciudadanos de primera y de quinta se ha dado una relevancia peculiar al expediente de Fernando Martí, una relevancia que está acabando puesta al servicio de maniobras políticas precisas). Pero también es la pretensión de constreñir los procesos de descomposición social, como la delincuencia desatada, a los terrenos de la individualidad actuante, de las buenas conciencias explícitas. Teñidas aún del terrible dolor causado por la muerte del hijo adolescente, las palabras del empresario Martí suenan quiméricas, o demagógicas, al plantear como objetivo de sus declaraciones y convocatorias el que “eso no vuelva a suceder” y “que no haya otro mexicano que sufra lo mismo”. Es evidente que eso volverá a suceder y habrá más mexicanos que sufran lo mismo mientras se mantenga el actual sistema de injusticia, complicidades e impunidad, término este que el señor Martí dijo que “no lo había entendido con la magnitud de la palabra” sino hasta ahora. También se condolió porque un conocido “se tiene que ir” solitario “a buscar fortuna a Estados Unidos y deja aquí a la familia destrozada”, por problemas “de visa”. La clave no está en que le den o no la visa a toda la familia, sino en que los mexicanos deban ir a otro país “a buscar fortuna” porque su patria no les ofrece oportunidades reales, concentrada la riqueza y los beneficios en unos cuantos. También fue notable el cambio de tono del señor Martí respecto a la policía en la que antes desconfiaba profundamente. Con un estilo que hace recordar al entrenador Rubén Omar Romano, cuando hablaba para las cámaras de televisión a las que la policía federal ofrecía una “recreación” de las escenas de su puesta en libertad, el empresario Martí se declaró imbuido de “una gran fe renovada en nuestras instituciones”; tanto que, “cuando acudí a la policía me trataron de tal forma que me arrepentí de no haber ido, de acudir a ellos el segundo o tercer día, de no haberlo hecho desde el principio”.
Gran fe renovada han de juntar las mexicanas católicas para poner en práctica los “consejos prácticos” que sus jerarcas purísimos y nunca involucrados en pederastia les están dando. La arquidiócesis de México ha hecho saber, en preparación del encuentro mundial de familias católicas que se realizará en México a principios del año entrante, que las mujeres pueden ayudar a evitar agresiones sexuales con algunos tips como los siguientes: no usar ropa provocativa, no quedarse sola con un hombre aunque éste sea conocido, cuidar miradas y gestos, no admitir pláticas o chistes picantes… Nada de “minifaldas, ombligueras, mallones y bikinis”. Cuando una mujer, por exhibir su cuerpo “sin recato, sin pudor”, provoca en los demás “sentimientos a los que no tienen derecho”, entonces se está prostituyendo mentalmente y, “eso es la pornografía, una prostitución mental”.
Por cierto, y ya que se habla de poco pudor. Si algún estadunidense desea comprar alguna de dos islas mexicanas a 15 minutos de Guaymas, Sonora, le bastará con llamar a Houston, Texas, al 713-2014875 y entenderse con Beckie Pinckard, de la empresa Cameron Foster Properties. Allí se le informará sobre la manera de hacerse de “sus propias islas”, en Isla Blanca o El Pastel o, si lo prefiere, podrá ver un video, obviamente en inglés (disponible en www.astillero.tv) que muestra las bellezas de esos lugares. Sin recato y sin pudor es la indetenible invasión de inversionistas gringos que mediante fideicomisos y otras argucias legales violan las disposiciones constitucionales y adquieren en propiedad playas (y, ahora, islas) mexicanas. Los nacionales son impedidos de caminar por esas franjas extranjerizadas y, desde luego, los derechos adquiridos por ciudadanos de otros países, sobre todo estadunidenses, pueden generar conflictos mercantiles que abran la puerta a provocaciones o intervenciones de los gobiernos protectores de esas inversiones. ¡Hasta mañana!
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